III

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𝐅𝐄𝐋𝐈𝐙 𝐍𝐀𝐕𝐈𝐃𝐀𝐃
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Un mes después, Carolina salía del aula de Encantamientos después de terminar el examen final.

La profesora López dijo que, para haber estudiado ella sola el temario, lo hizo de maravilla. Carolina notó que la miraba algo feo por lo ocurrido, al igual que el resto de los profesores, pero ella fue la única que halagó su esfuerzo.

Aunque, bueno, no estudió completamemte sola; Sofía era una amiga de su padre del Ministerio que anteriormente era maestra en una escuela no-registrada del sur de Argentina, y sabía un poco de cada materia, así que no tuvo problemas en ayudarla a estudiar. Además, como el padre de Diego es nacido de no-maj, tenían objetos de estos mismos en su casa y pudo hacer llamadas con él o hablar con la cabeza metida en la chimenea.

La verdad, no estuvo tan mal como ella creyó. En realidad, hasta la pasó algo bien.

Y pudo aprovechar a pasar más tiempo con su hermanito por las tardes, ya que en las mañanas iba a un colegio muggle de su ciudad; ni su padre ni su madre eran de familia completamente mágica, y la vida de su mamá siempre fue como la de un muggle más, así que tanto ella como sus dos hermanos hicieron la primaria en el mismo colegio, y luego ponían la excusa de que irían a un internado.

Aunque tenía algunas dudas que, a pesar de todas las explicaciones que le dieran, no podía entender; por ejemplo, ¿cómo hacía un barco gigante de metal para flotar en el agua?, ¿o cómo se pudo crear el internet sin internet? En fin, dudas que a veces le quitaban el sueño.

Volviendo a la escuela, le fue relativamente bien, tuvo un promedio de C+, suficiente par aprobar, y se sentía satisfecha con eso. Sebastián, en cambio, tuvo puras A, y estuvo resfregándoselo en la cara todo el tiempo desde que volvió a casa. Tomás, por otro lado, tuvo un promedio de ocho y medio en su libreta de calificación y se sentía realmente feliz por él.

—Hum, está bien, es su deber —había dicho Sebastián en la cena de hacía dos días cuando Tomás dio la noticia—, yo tuve nueve punto nueve en la primaria y...

—Disculpá, ¿quién? —dijo Carolina casualmente.

—Yo, ¿no me...?

—Te preguntó —Tomás soltó una risita ahogada y William tenía los labios fruncidos, probablemente intentando no sonreír.

—Dios, vos calláte que tuviste siete punto ocho en primaria y ahora una «ce» más como promedio —rodó los ojos y sus ojos brillaron con superioridad—, deberías ser más como yo, no tengo dudas de que voy a ser prefecto el año que viene...

—Y eso está re bien, Zabo, te felicito por tus notas, pero tené en cuenta que Caro no pudo estudiar de la misma forma que los demás.

Sebastián rodó los ojos una vez más y Carolina deseó que se le quedaran pegados al cerebro.

—Que se joda, se lo merece, es su culpa lo que pasó con Francisco en la selva.

Ella no le dio el gusto de mostrarse ofendida.

—Mirá, desde hace un mes venís repitiéndome lo mismo, parecés disco rayado, y sí, ya sé que fue mi culpa y que también me merezco la expulsión, nunca dije que no —le mandó una mirada filosa que Sebastián devolvió perfectamente, y siguieron así unos cinco minutos más, hasta que todos comenzaron a juntar los platos y Sebastián lavó, ya que ese día le tocaba la limpieza de la cocina.

Bueno, eso ocurrió el veintisiete de noviembre; el lunes veintinueve, Sofía y Sebastián (éste último por obligación de su padre) conenzaron a enseñarle sobre su tercer año, usando los libros viejos de Sebastián y que ella iba a usar. Iba.

𝐋𝐀𝐓𝐈𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora