Tercera Causa.

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❝El amor verdadero es cuando alguien
acepta tu pasado sin juzgarte,
tu presente sin cambiarte
y tu futuro sin limitarte.❞
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La sedosa tela al tacto, blanca y pura como la nieve misma y tan cálida como sólo su material otorgaba. Además, se sentía cálido, más allá de estar satisfecho con cómo su traje se amoldaba a su cuerpo, definiendo su cintura y rodeando con suavidad su abdomen, como si deseara proteger la zona, el cómo continuaba extendiéndose por todo su torso y mostraba parte de su pecho de una forma un tanto descarada aunque coqueta; incluso el pantalón y las mangas que cubrían por completo su brazo y parte del dorso de su mano, ceñidos a su cuerpo con una tela más fina que daba la ilusión de ser casi transparente, le daban ese contraste fresco y atrevido a su traje, las largas mangas moldeando sus delgados brazos y terminando en una punta que se aferraba a su dedo medio, combinaba con sus pantalones del mismo bordado que acentuaba sus piernas, las cuales si bien no se sentía orgulloso, al menos a alguien le gustaban.

Bajo aquel pensamiento, volvió a elevar su vista, topándose con sus propios ojos celestes en el reflejo del espejo de cuerpo completo frente suyo. Sólo pudo hallar resplandor; su pálida piel parecía brillar más con su traje para la ceremonia, incluso, sus ojos se perdían ante el brillo de ilusión que emanaban, cual dos preciosas perlas. De no ser por el maquillaje que minutos antes había sido aplicado en tu terso rostro, juraría que se vería mucho más pálido de lo que realmente era.

Sonrió, acentuando sus pómulos color carmín y extendiendo sus labios pintados de un rojo característico de su pueblo.

Sus manos se pasearon por sus caderas, sintiendo la tela que la rodeaba y subiendo hasta su abdomen, al menos, en su parte baja, acariciando la zona con una delicadeza tal que no hizo más que aflorar su felicidad, mirando la zona a través de su reflejo, imaginándolo más grande y a él más rechoncho.

La imagen de su pequeño cachorro en su interior aglomeró su memoria y su anhelo.

Al levantar la mirada, se sorprendió de ver en la entrada a su espalda una figura fémina.

Jennie entró a la habitación por completo, meneando su vestido largo que rozaba el piso, con detalles lilas rodeando su larga falda morada, detalles que se mecían al compás de sus caderas; de la misma forma que largas cintas de distintos grosores rodeaban su fina cintura, acentuándola del más grande al más pequeño, al igual que un escote algo pronunciado que tocaba aquellas cintas, y similar a su traje, las mangas yacían cayendo hasta sus muñecas ampliándose más, hasta que en algún punto no hacía más que tela colgar de las mismas. Un hermoso vestido, si se lo preguntaban.

Sin embargo, algo perturbó su perfecta visión de su madre arreglada, tensando su sonrisa. Un sobre yacía entre aquellos largos dedos.

La mujer sonrió con disimulo, sin embargo, fue una sonrisa apacible, una que demostraba algo que sólo ella podría comprender. Por ello, Jimin pudo relajarse, para ser remplazado por la curiosidad de aquel objeto en sus manos.

—Ha llegado el día, finalmente. —habló la mujer deteniéndose a escasos pasos del menor.

Jimin asiente, no viendo otra respuesta que pueda formular en palabras coherentes. Está confundido y su curiosidad por el objeto en sus manos le hace sacar conclusiones que no hacen más que ponerlo nervioso.

—A tu madre le hubiera encantado verte así —inició, extendiendo uno de sus brazos hasta que su mano pudo tocar el hombro de su pequeño cubierto por aquella tela blanca—. De blanco, con tu futura pareja esperándote en el altar, decidido, feliz y completo.

Danger ✧ Yoonmin ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora