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Al cabo de quince minutos la conversación entre ambos se volvió algo más amena, aún quedaba ese toque agrio pero se aferraban a la idea de dejar al tiempo curar las heridas y que eventualmente aquel sentimiento se esfumaría. La pasaron hablando de cosas más triviales, la conversación no se vio forzada a seguir y eso alivianaba el corazón de los dos jovencitos. Podrían llegar a ser amigos.

Alentados con dicha idea se sumergieron cada vez más en la conversación. En un principio a Elián parecía avergonzarle querer saber sobre ella en el tiempo antes de la cápsula, sin embargo, la comodidad fue llegando por la manera en que Arleth intuía lo que este deseaba saber y lo contestaba.

— Pero ¿Por qué de Oxford? —La niña sonrió entretenida.

— No tengo idea. —Confesó, en realidad nunca deseo esclarecer ciertos detalles con sus padres. — Creo que mi mamá se lo sacó de la manga. En ese tiempo quería estudiar medicina, y bueno, la universidad de Oxford es considerada la mejor para ello.

— Hm, suena creíble. —Arleth se carcajeó.

— Lo dudo, mis amigos sabían que añoraba asistir a Arwen. —La señorita mostró una sonrisa más melancólica. — Pero de alguna manera debían justificar mi ausencia.

— Igual podían llamarte.

— Sí, bueno... Eso era más complicado antes, las llamadas de larga distancia eran caras, extremadamente. —Arleth tomó del café. — Por lo que se recurría a cartas, pero era un proceso lento. Una carta tardaba en llegar, alrededor de cuatro a seis meses o muchas veces se traspapelaban y nunca llegaban, así que era más al azar. —Elián parecía querer agregar algo, sin embargo Leth se adelantó—: No era para nada fácil acceder a internet, es decir ni siquiera se conocía del todo, había computadoras las cuales era un lujo excesivo o algo que solo había en lugares gubernamentales. Lo más cercano eran las máquinas de escribir eléctricas, mi mamá tenía una. Aunque también eran un cierto lujo. —Elián sonrió haciendo que Arleth callara, se había ido por las ramas en su relato — A lo que quería llegar es que sería complicado a menos que yo regresará.

— ¿Por qué tardaron tanto en sacarte? —Elián sentía que conocía la respuesta, pero siendo honesto no la recordaba.

— Porque no sabían cómo hacerlo. —La niña sonrió afligida, recordando fragmentos de ello.

— ... ¿Y qué, hm, veías? —El jovencito esperaba no ser impertinente.

— ¿Estando dentro? —Elián asintió. Vio a Arleth callarse y vacilar en empezar a explicarlo, parecía batallar con definir lo que había experimentado. — En un inicio eran recuerdos. —Murmuró, tratando de encontrar más palabras para detallarlo. — Había momentos donde no veía nada, era estar en un cuarto obscuro. Daba miedo, porque solía estar consciente de estar metida en una máquina y no poder salir de ella o abrir si quiera los ojos. —Añadió con una sonrisita. — También solía soñar, eh, más vivido conmigo misma sola en algún campo, como si fuese un mundo único para mí, uno interno. Ahm, cuando estaba en ese espacio podía llegar a escuchar a mis padres hablando conmigo. —Mustió bajo, además de querer reservarse un poco de ello. Es decir, no era como si desconfiara de Elián pero seguir hablando de la voz o de que todavía soñaba con ella era algo que deseaba mantener para sí misma. — Era frustrante no poder contestarles o hacerles llegar de algún modo que yo estaba bien.

La esencia de AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora