¿Saben qué es peor que terminar una relación secreta porque la fama absorbió a tu ex? Ajá, tener que verlo todos los días porque trabajabas para que siguiera siendo aún más famoso.
Y si, no volvió. Y tampoco me trajo flores, ni se disculpó; bueno, si me trajo flores, pero ya llegaremos a esa parte.
El tanga suelta ni siquiera se había dignado en llamarme o mandarme algún mensaje; yo sabía bastante bien que él no podía manejar sus redes sociales, pero supuse que podría hacer una excepción por mi. Clown check.
Pero el problema del momento era que no sabía que cara poner al volver a verlo, ¿debía evitarlo? ¿Tal vez sacar un porro y dárselo? Con lo mucho que le gustaban esas cosas quizá no me lo negaría.
—Anne, vamos a llegar tarde—la voz de Jack interrumpió mis pensamientos. Entró a jalarme los pies para que me levantara de la cama—. Tengo que hacer una cotización de los productos que van a llegar, y adivina quién es el repartidor—hizo una pausa aún sabiendo que no le respondería—. ¡Exacto! Ese chico divino que me miró aquella vez en los camerinos—me destapó tirando las sabanas—. Tenemos menos de treinta minutos, me hice la manicura ayer, ¿y tú crees que este bombón va a esperarte?
—No quiero ir.
—Oh, sí que quieres ir. Te puse parches en los ojos para bajar la hinchazón, te ves mejor.
Si... suprimamos el hecho de que lloré con rabia mientras comía para desquitarme.
—Y ni se te ocurra volver a llorar por un hombre—dijo leyendo mis pensamientos—, ya te dije que las perras malas no lloramos.
Me senté en la cama con el cabello revuelto y baba seca en mis labios. Él me vio disgustado.
—No quiero ver a Tom.
—En esas fachas ni siquiera querrías verte en el espejo—dijo entre dientes.
—¿Qué?
—Que deberías patearle en los huevos.
—Ganas no me faltan—suspiré—. ¿Crees quiera verme?
—No lo sé—rascó su nuca—. Dijiste que prefirió ir a la pasarela de Vero que quedarse contigo, yo no sería tan descarado en pensar que todo sigue bien. Pero él ya sabe que tienen que verse de alguna u otra manera, y tú también.
Odiaba cuando mi mejor amigo tenía razón.
Llegamos al trabajo. Todo se veía normal, y era obvio, nadie además de Jack y Jas sabían lo que había pasado; la segunda había reaccionado extrañamente feliz cuando le conté que Tom se había ido, mencionó que él no sabía valorarme como debía.
—Anne, Jack, que bueno que ya estén aquí—Tyler nos recibió—. Tenemos mucho trabajo esta semana, las peleas comienzan mañana y nos dirigimos a las semifinales.
—¿Y cuando va a llegar Tom?—cuestionó Jas interesada, quitando la vista del ordenador para vernos.
—Se supone que en unos minutos—Ernesto entró tan reluciente como siempre, con sus pantalones de color Lila y su blazer azul—. Esta tarde debe asistir a una obra benéfica en el hospital nacional infantil—pasó su brazo por mi hombro—. Así que necesito que escribas un discurso y se lo digas por el comunicador cuando estemos allí.
Rodé los ojos.
—¿También tenemos que ir? Pueden mandarle un mensaje, y...—abrí los ojos.
Los mecenas fruncieron el ceño, y fue Jack quien me salvó.
—Es que ya teníamos planeado que Anne iba a ayudarme a conquistar al repartidor de la tarde.
—¿Qué no tiene una hija?—intervino Marcelo, quien estaba sentado comiendo una bolsa gigante de Doritos en una esquina.
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Del Amor a la Fama.
RomanceMe limpié las lágrimas y decidí enfrentarlo. -Soy yo o todo tu show, tú decides. Anne necesitaba urgentemente un nuevo empleo para terminar de pagar sus estudios, pero jamás pensó que cuidar a unos mocosos le llevaría a tener un...