Cinco

3.9K 428 37
                                    

Kara

Cuando observé sus severos ojos color esmeralda, sentí que algo cambió entre nosotras. De repente, ya no me molestaba que no me hubiera dado la jodida carpeta. En cuanto inhalé su perfume, sentí la urgencia de besarla, de atraerla hacia mí y sentir sus curvas cubriendo mi maldito cuerpo. Estaba a milímetros de ella, a milímetros de estrellar mis labios contra los suyos. Y cuando se lamió esos lujuriosos labios, tuve que ahogar un gemido.

Concéntrate, Kara. Maldita sea.

Mientras sostenía su mirada, intenté alcanzar sutilmente a sus espaldas. Pero se dio cuenta. Se curvó para que la carpeta quedara más oculta detrás de sí. Sin embargo, en el proceso, mi mano rozó la curva de su cintura. Tenía la maldita carpeta atrapada detrás de ella y la cima de su cintura alojaba a la perfección la forma de mi mano. Y con su perfume burlándose de mí y tentándome, me volvió loca.

Completamente loca, en realidad.

Curvé los dedos en su carne y me incliné para alcanzar sus labios. Mi boca se abalanzó sobre ella, devorando la suya con un beso candente. Deslicé el brazo por la parte baja de su cintura, intentando alcanzar la maldita carpeta. Pero, en cuanto la apartó, oí el golpe en el suelo que hizo al soltarla.

Esperé que me alejara. Y me sorprendió cuando no lo hizo.

Sentí que su cuerpo se relajaba contra mi brazo. Avancé un paso, arrinconándola contra la pared. Mi mano libre se apoyó en ella, sosteniéndome mientras nuestras lenguas colisionaban. Tenía un sabor dulce, como miel con una pizca de sal. Deslicé mi lengua suavemente por su paladar, su suave gemido paralizándome cuando se filtró hasta la parte posterior de mi garganta. Me hizo desearla mucho más. Me hizo desear todo de ella. Y mientras avanzaba otro paso, sentí que sus manos agarraban la mi chaqueta.

Pero entonces me empujó.

Tropecé hacia atrás, mi pecho jadeando en busca de aire. Su rostro estaba ruborizado con ese tono oscuro de carmesí que adornaba su cuello en la fiesta del otro día. Entonces, el mismo fuego furioso iluminó sus ojos. Se limpió la boca, como si estuviera quitándose mi sabor de su piel, antes de señalar el suelo.

—Ahí tienes tu maldita carpeta —dijo sin aliento.

Con unos pocos pasos rabiosos, salió de la sala de conferencias. Mientras la observaba desaparecer por la esquina, me pasé una mano temblorosa por el cabello. Santa mierda, eso no salió bien. Y aunque mis labios dolían por más de ella, sabía que solo la había molestado más.

Aunque cedió ante ti por un segundo.

Aparté ese pensamiento de mi mente y junté el contenido de la carpeta que había caído al suelo. No pude contenerme frente a ella y, por lo que sabía, ella podía ir derecho a la oficina de John, irrumpir por la puerta y acusarme de hostigamiento. O acoso.

Tienes que disculparte.

Pero nunca lamentaría lo bueno que fue. Lo maravillosa que sabía. Lo... bien que se sintió.

Arrojé el contenido de la carpeta sobre la mesa y revisé las hojas. Y, tal como Lena me había dicho, lo que buscaba no estaba allí. Pensé que estaba jugando conmigo, que lo ocultaba para frustrarme o aventajarme de alguna manera. Pero la única idiota en el lugar era yo.

—Mierda —refunfuñé.

Acomodé las hojas y las volví a guardar en la carpeta. Luego, salí de la sala en busca de Lena. Quería solucionar las cosas. Quería disculparme por dudar de su palabra y abalanzarme sobre ella de la forma que lo había hecho. Mi primera parada fue la oficina de John. Pero cuando la señorita Meggan me dijo que no había visto a Lena, volví a su oficina.

Y tampoco estaba allí.

Cuando me volteé para regresar a la sala de conferencias, la puerta del baño del pasillo se abrió de repente. Observé como Lena salía trastabillándose, su rostro pálido y sus manos acomodando su blusa. Se veía así por mi culpa. Pálida por mi culpa. Enferma del estómago por mi culpa.

Fue como un golpe en el estómago, y sabía que tenía que reparar las cosas. No solo por el caso, sino porque no quería lastimarla ni hacerla sentir incómoda.

Lena se merecía algo mejor.

Nuestros ojos conectaron y Lena se detuvo. Di un paso hacia ella, deseando que me esperara para poder hablar. Pero, antes de que pudiera avanzar más, Andrea arrojó una caja con más archivos a mis manos.

—El otro bufete de abogados trajo esto hace unos minutos. Los archivos que olvidaron —dijo ella.

Gemí mientras echaba un vistazo a la caja. Mierda. Lo que estaba buscando probablemente estaba allí, en esas carpetas de archivos.

—Gracias, Andrea. Lo aprecio —dije.

—No hay problema —respondió.

—Oye, Andrea.

—¿Síp?

—¿Cómo toma su café Lena?

—Negro, como su alma. O su vida social —comentó, riendo con nerviosismo.

Andrea se marchó y me pregunté a qué se refería con esa declaración. No tenía tiempo para pensar en ello, sin embargo. Llevé la caja hasta la sala de conferencia pero, cuando alcé la vista, Lena había desaparecido del pasillo.

—Números —murmuré.

Dejé los archivos sobre la mesa y me puse en marcha, bajando hasta la cafetería de la recepción. Pedí lo usual, un café con leche moca con dos dosis adicionales. Pedí un café negro y una galleta con chispas de chocolate para Lena, asumiendo que a todo el mundo le gustaban.

A menos que sea alérgica al chocolate.

Subí al elevador y regresé a la oficina de Lena. Estaba sentada en su escritorio, su cabeza colgando casi como con vergüenza mientras su mano garabateaba unas notas en una hoja de papel. Entré en silencio a su oficina, intentando no molestarla mientras dejaba el café negro y la galleta sobre su escritorio.

Alzó la cabeza de inmediato, sus ojos vidriados antes de que ese fuego volviera a renacer.

—Lo siento. Por el beso —dije.

Sus ojos me observaban, pero no emitió una palabra.

—Me comportaré. Lo prometo —contesté.

—Lo sé. Puedes intentar quitarme una carpeta de las manos de otra forma —escupió.

¿Eso es lo que pensó? ¿Qué el beso fue mi manera de conseguir la carpeta?

—Lena, yo no...

—¿Qué quieres, Kara? —preguntó cortante.

Suspiré.

—Necesito tu ayuda con este caso. Valoro tu experiencia, tus perspectivas, tus opiniones.

—Sí, necesitas mi ayuda. Enormemente —dijo.

—¿Regresarás al caso? Prometo mantener las cosas de manera profesional a partir de ahora.

—¿Echaste un vistazo a la carpeta?

Asentí.

—Te debo una disculpa por eso también. Debería haber confiado en ti y no lo hice.

Sus ojos bajaron lentamente por mi cuerpo. Golpeteó la goma del lápiz contra su escritorio. Se mordió el labio inferior y tuve que mirar la pared para no quedarme mirando. Para no desearla. Para no querer besarla de nuevo.

—Regresaré con una condición —dijo Lena.

—Lo que sea —dije.

—Trabajamos juntas. No respondo ante ti.

Sus ojos nivelaron los míos y asentí.

—Tendremos que mantener las apariencias frente a John, pero sí. Acepto eso.

—Bien. Estaré en la sala de conferencias en unos minutos. Solo necesito terminar con esto para otro cliente —afirmó.

--------

The Way You Make Me Feel  // Supercorp AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora