Capítulo 14: Asesinos misericordiosos

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Al dejarme caer en el suelo noto que el sol ya ha comenzado a ocultarse y no puedo quédame aquí hasta la noche, me congelaría y además todavía estoy muy cerca del cuartel. Me levanto y con dificultad camino sin rumbo fijo, pero me detengo cuando escucho unos autos, me giro con brusquedad miro a todos lados, pero me es difícil ver a través de los árboles y mucho más con tanta oscuridad. Vuelvo a escuchar autos, pero esta vez voy hasta el origen del sonido y dejo salir un suspiro que logra darme un poco de tranquilidad al ver un pueblo frente a mí. Cruzo la calle y me detengo frente a la entrada del cementerio y me encamino a un chico el cual espera en la puerta de una casa con un ramo de rosas en la mano. Voy hasta él y este coloca una expresión cansada al verme y frunzo el ceño.

—¿Quién eres tú? —pregunta, arisco y sonrío.

—¿Qué te hace creer que te lo diré? —inquiero y este ríe haciendo que unos muy lindos hoyuelos aparezcan y sus ojos grises se achinen.

—De acuerdo, ¿qué quieres? —dice al dejar de reír y asiento, cansada.

—¿Cómo se llama este pueblo? —pregunto, él me observa fijamente y su expresión cambia a una de desconfianza cuando sus ojos caen en mi arma la cual sobresale de mi pantalón.

—¿Palermo? —responde en tono obvio y ruedo los ojos, pero la desesperación recorre todo mi cuerpo.

—¡¿Palermo?! —chillo y miro a todas partes. Al menos puedo encontrar quien me ayude.

—¿Qué te pasa? —Tiene el ceño fruncido y clavo mi mirada en sus ojos grises.

—Nada, ¿conoces a Fabrizio Romano? —digo y él frunce el ceño, pensativo.

—Creo... ¡Sí! Él es el profesor de música.

—¿En serio?

—Sí, en esa casa, abajo está la escuela y él vive arriba —Señala una casa de dos plantas a algunas calles de distancia

—Gracias —respondo y después de palmear su hombro, procedo caminar.

—Oye, ¿Qué te ha pasado? —Lo escucho preguntar y me detengo para mirarlo por encima de mi hombro.

—Unos mafiosos me han golpeado y ahora me persiguen para cortar mi cabeza —le digo y escucho que ahoga un grito.

—Suena bien —No puedo evitar reír.

—Adiós.

Camino por las calles que se me hacen ligeramente conocidas, hace mucho no la recorro a diferencia de mi infancia. Nunca estaba en casa. Antes de llegar veo un restaurante de donde sale un olor exquisito que me revuelve el estómago, suspiro y sigo hasta la casa la cual tiene el letrero con instrumentos pintados en la entrada. Veo a una niña tocar dentro y es demasiado linda. Entro y el sonido de la campanilla llama su atención, trato de esconder mi arma y parecer alguien normal.

Llena de tierra y sudor, pero normal.

Me fijo en los pisos de madera, los cuadros enormes en las paredes, además de algunas fotografías de músicos famosos. El lugar es bastante iluminado y en el fondo se pueden ver gran variedad de instrumentos.

—Hola —La niña de cabello rubio se me acerca y sonrío.

—Hola, ¿Dónde está Fabrizio? —pregunto agachándome para estar a su altura.

—Está fumando —susurra como si fuese algo extremadamente secreto. Sonrío y asiento.

—Gracias, pequeña —digo y me levanto ignorando el dolor.

—¿Quieres tocar el piano? —pregunta y miro indecisa la escalera de caracol que está en una esquina.

—Luego —respondo y hace un puchero haciendo que sus ojos azules se achinen.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora