Desde que tenía memoria, la música había sido lo más importante en la vida de Borja Luzuriaga. Partiendo por las canciones infantiles que su madre le cantaba antes de dormir, hasta las bandas que estaban de moda; todo le fascinaba. Se pasó toda su infancia, y parte de su adolescencia aprendiendo a tocar el piano. Fue de profesor a profesor, de instituto a instituto, sin poder encontrar su lugar en el mundo. A los dieciocho decidió juntar los ahorros que tenía, y pagarse un pasaje a Los Ángeles.
Ese fue su primer error.
El segundo lo cometió poco después de llegar a Estados Unidos, al creer ilusamente que encontraría trabajo. No hablaba inglés de forma fluida, y lo único que podía ofrecer en cualquier lugar era su habilidad para crear melodías, canciones improvisadas con letras sin sentido. Estaba a punto de rendirse, y llamar a sus padres para que le prestaran dinero para un pasaje de vuelta, cuando encontró lo que estaba buscando.
Un bar llamado Karmaland. Estaba al final de la calle principal, bordeando peligrosamente el barrio más inseguro de la ciudad. Tenía un cartel en la entrada, que brillaba rojo carmesí, y titilaba a cada tanto, cansando la vista. También tenía una puerta gigante y de madera, que pedía a gritos que la cambiaran por una más moderna; y una fachada que gritaba antiguo.
No era exactamente el lugar que Borja hubiera escogido para trabajar si estuviera en su sano juicio; pero no tenía ni un dólar encima, y de alguna forma tenía que pagar la renta. Además, sabía que aunque sea en ese lugar estaban buscando pianista; un cartel pegado en la ventana se lo había dicho.
Esperó pacientemente a que abriera sus puertas, y una vez que lo hizo, entró, rogando conseguir el trabajo. Le quedaban cinco dólares en el bolsillo, justo lo que costaba una cerveza. Se acercó a la barra, notando con cada paso lo pegajoso que estaba el suelo, y cuánto el aire olía a puros baratos.
— ¿Podrías darme una cerveza? —preguntó con un inglés practicado, intentando no sonar extranjero.
— ¿Estás aquí por el trabajo, verdad?
Borja abrió los ojos, sorprendido. Pensó que tendría que ser más disimulado sobre su interés, esperar hasta que fueran al menos las nueve para decir el por qué estaba allí.
— ¿Cómo lo supiste? —no pudo resistirse a preguntar.
— Siempre tenemos los mismos clientes. Además, tienes los dedos llenos de callos —señaló sus manos con un ademán. — Sólo un músico o un drogadicto los tiene así en esta zona de la ciudad.
Salió de la barra con un movimiento fluido, y antes que Borja pudiera contestarle, ya le estaba extendiendo la mano.
—Soy Rubius, pero cuando estoy trabajando me hago llamar John, mucho gusto —soltó una pequeña risa, como si hubiera contado un chiste, pero el español no pudo registrar qué era lo gracioso.
Espera, ¿acababa de hablar en español?
— Yo soy Borja, es un placer —contestó, algo ensimismado, para después estrechar la mano.
—No tienes que hablar inglés si no quieres.
Borja levantó una ceja, sin entender. —¿Cómo supiste...?
—¿Que hablas español? Venga, tío, que se te nota en la cara. —Volvió a reír al ver la cara de confusión que traía el otro, y soltó su mano, para acomodarse el cabello, que traía oscuro y levemente largo, lo suficiente para que le cubriera los ojos.
—Ya sabes por qué estoy aquí, ¿entonces? —exclamó, impaciente.
—Esta noche, a las nueve en punto, comienzas. Hay un piano —señaló hacia un punto perdido en el fondo del local. —Y un micrófono, aunque no sé si cantas. ¿Cantas?
—No es lo que mejor se me da, pero puedo improvisar.
—¡Perfecto! Estás contratado.
Luzuriaga se quedó desconcertado. —Pero no me has escuchado tocar.
—No hace falta. Sé que eres bueno, piano man.
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Piano Man // LuzuPlay AU
FanfictionLuzu es un pianista en un bar de cuarta, y Auron es un estudiante de psicología. (Actualización los viernes!)