Capítulo 3

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Con un gran suspiro, miro hacia el techo. 

—¿Por qué, Señor? ¿Por qué?

 Con una satisfecha sonrisa, Ocho se apoya en la puerta. Él mira de mí al gato gordosentado en el reposabrazos del sofá lamiendo su pata. Una vez más, sus mangas estánpor encima de sus codos. El vendaje se ha ido, las costras y los moretones tomando sulugar. Los pequeños raspones en sus nudillos también se han curado, dejando pequeñascicatrices plateadas en sus bronceadas manos.

 —De todos los garitos de todos los pueblos, de todo el mundo... 

—Hola, Ocho.

Su sonrisa me deja sin aliento.

 —Hola, Seis. 

Su acento es algo más fuerte que el mío. Seis suena como sexo cuando el arrastre del sursale de su boca, despertando un sentimiento dentro de mí, normalmente reservado paraAyden Vaughn o mi vibrador. Sin mencionar que está citando a Casablanca, lo que lohace más un nueve que el actual ocho. Y huele bien, como jazmín y cítricos mezcladosen un confuso olor que le está haciendo algo gracioso a mi vientre.

Maldito sea por ser un ocho y totalmente intocable por mis propios estándarespersonales. Si no fuera por su clasificación, lo arrastraría hasta el sofá y tendría sexo conél de seis maneras hasta el domingo.

 Debo tener una expresión extraña en mi cara. Ocho pasa sus dedos frente a mis ojos,haciendo que parpadee de nuevo a la realidad.

—¿Estás bien? 

—Sí, bien. Solo estoy... sorprendida de verte de nuevo. 

—Parece que me vas a estar viendo mucho —dice, sacudiendo su pulgar sobre suhombro—. Soy tu nuevo vecino.

Jesús, estoy hiperventilando. No en el exterior, donde él puede verme y posiblementeenloquecer, pero en el interior. Sacudo mi mente por algo, cualquier cosa que le impidamudarse al otro lado del pasillo y me evite de posiblemente perder mi mente. 

—Una mujer murió en ese apartamento —exclamo, satisfecha por el ensanchamiento desus ojos—. Sip, y yo soy quien la encontró. Fue repugnante. Un auténtico baño de sangre. 

Y como un niño de doce años, se anima, ansioso por más detalles. 

—¿Fue asesinada? ¿Encontraron a su asesino? 

Gimiendo, palmeo mi cara.

 —No, no fue asesinada. ¿No puedes estar horrorizado o algo de que una mujer murió enel apartamento que alquilaste, hacer tus maletas, encontrar otro lugar para quedarte?

—La gente muere todos los días, Seis. No me molesta. —Apoyándose pesadamente enel marco de la puerta, se encoge de un hombro—. Es un proceso natural de la vida.Además, el propietario ya me explicó lo que pasó. ¿Cómo se llamaba? ¿Spearman? 

—Olvídate de la Sra. Spearman. —Paso mis dedos por mi cabello—. Mira, sé que no meconoces, pero ¿no puedes solo... hacerme un favor? No puedo tener esta... —Señalo conmis manos hacia él—. Distracción en mi vida.

—¿Me encuentras distractor? —Si su voz fuera un dulce, seria caramelo: mantecoso yligeramente dulce. 

Si él es azúcar, yo soy sal, irritada por la forma en que inadvertidamente ha entrado enmi vida. Parece muy complacido por mi confesión.

—No fue un cumplido. —Me quejo—. ¿Por qué alguien pensaría que ser un distractores un cumplido?

Él ladea la cabeza.

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