CAPÍTULO CINCO

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Emerson Willows estuvo quejándose por horas, hasta que simplemente descubrió que las personas a su alrededor hacían poco caso a sus palabras

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Emerson Willows estuvo quejándose por horas, hasta que simplemente descubrió que las personas a su alrededor hacían poco caso a sus palabras. Frunció su ceño, al verse al espejo de la habitación. Habían logrado recoger su cabello en un pequeño moño, luego de haber gastado una muy buena parte de tiempo en el. Sin embargo, habían colocado unas preciosas hebillas con formas de pequeños diamantes amarillos, que le hacían lucir realmente bien. Le gustaba, a pesar del maquillaje oscuro en sus ojos y el horrendo vestido que le habían hecho usar. Por otra parte, sus tacones se clavaban en sus pies como unos clavos oxidados.
Luego de que la dejaran sola por unos momentos, aprovechó la oportunidad para buscar en el armario bien equipado cualquier cosa que pudiera mantener sus pies sanos. Había intentado buscar las botas con las que llegó al Capitolio, pero parecía que se anticiparon a sus movimientos, pues no los encontró por ningún lado. Masculló un insulto, mientras salía de la habitación. Encontró a su escolta en la sala contigua, April tenía una nueva peluca de un color rubio que le llegaba hasta la cintura. Traía también un vestido sin tirantes amarillos, con muchos volados. Por donde se viera, su estilo era completamente exagerado y típico de las personas de su clase. Pero al mismo tiempo, parecía haber querido combinar los colores con sus tributos designados. O eso parecía indicar.

—Pon una sonrisa tu rostro.— dijo la mujer, al verla. Revisó su silueta de cabeza a sus pies, pareciendo decepcionada al ver sus pies descalzos.— ¿Por qué no tienes zapatos en tus pies?

Aún sostenía sus tacones en manos, cuando respondió.— No me gusta usar tacones, no los uso. Aguantaré usarlos por unos segundos, solo cuando el público me esté mirando. No ahora.

Ella la miró firmemente, hasta que la escolta terminó asintiendo resignada. Sonrió ante su pequeña victoria, sería la única que tendría por varios días. Con una sonrisa en su boca, la persiguió hasta el elevador de cristal. Allí dentro, en ese cubículo tan pequeño, sintió el sudor escalar a lo largo de su columna vertebral. Estaba nerviosa y era estúpido ocultarlo;  no solía gustarle estar en público, no le gustaba sentirse observada por tantas personas en el mismo momento y no poder hacerle frente a cada uno de ellos. Se trataba como si todo a su alrededor se moviera entre las sombras y ella no pudiese tener seguridad a mano. No podía controlarlos, como tampoco podía controlar la opinión que ellos tenían acerca de ella. Tal vez, por eso se debía que al morir su abuela unos años atrás, sus ganas de quedarse encerrada en la seguridad de su hogar se habían hecho aún más potentes. Podía controlar el entorno en el que estaba, permitía quién entraba y quién salía de allí. Incluso había desaparecido un largo tiempo para que nadie supiera de su vida privada, para que la opinión publica cesara, hasta el nivel de que nadie recordase quién era Emerson Willows.

Cuando las puertas del elevador se abrieron, tomó una bocanada de oxígeno. Continuó caminando detrás de la mujer, quien saludaba a cada uno de los que estaban por allí. Creyó reconocer algunas caras mientras pasaban por los pasillos, pero no se sintió a gusto como lo hizo April. Tomó con cuidado su vestido largo y amarillo, con miedo a tropezar. Luego de unos tantos minutos, llegaron al sector de espera, donde estaban ubicados los carruajes.

Panic ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora