MI PADRE EL FORJADOR

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La sabia palabra cómo anhelo y a mi padre el Guerrero, fundidor y labrador de mi sueño.

Viéndome acosado de recuerdo, la nostalgia perezosa se ensaña.

Y mi cabeza no entiende si en verdad cabe en una pequeña caja, convertido en ceniza si sus proyectos de vida eran grandes, como para estar en una repisa.

Doblaba metal, lo volvía líquido y al tratarlo, con un suspiro era sumiso, podía hacer de la flama, una llama poderosa que acrisolaba radiación majestuosa.

Con martillo en mano, escultura exuberante forjába, de madera, resina y humana le daba gusto esculpir la arena.

Sentado en su silla cuando el trabajo abundaba, nunca se detenía aunque sudará y el día acabará.

¡En su taller de la mañana al anochecer! ¡Cuánto ruido hacía! ¡Truenos!
¡Terremotos!
¡Polvaredas!
¡Con estallamiento de focos!

Todo eso ocurría y cuando salía, un lustroso mago gordo parecía.

Arrastrando sus zapatos viejos, manchando pisos de todo lo que se le ocurría, tierra, pintura y cúmulos de energía.

Varios deseos quedaron cegados en la arena que moldeaba.

Pues no tenía tiempo para todo lo que su talento acumulaba.

También soplo vida a tanta máquina loca y hechiza que en momentos de alegría y necesidad apremiante a su mente se le venía.

A veces me quedo quieto y doloroso es el pensamiento de saber si estará sin movimiento y aliento.
¡Porque...!
¡Qué tortura para el, que fue inquieto!

¡Que si le aprendí algo! ¡Claro, su talento!
¡Su sueño y lo necio!

Escucharlo declamar, anegados sus ojos en una tarde veraniega o en invierno despedir el año y esperar al nuevo con esperanza renovada.

¡Eso no volverá!

¡Y donde esté!
¿Recitara con sentimiento?
¡Como lo hacía en la tierra!
¡Al dejar marcada mi alma!

Tristeza me da ver a mis hijos sin ánimo de lucha, ni triunfo, ni congoja como su abuelo me enseñó de niño a ser poeta.

En los lluviosos otoños cuando el agua se ensancha, me parece escuchar el yunque trotando en los talleres del tiempo, sometiéndolo mi padre con sus ojos fieros y sus desatados genios.

¡Señor...!
Que ves deslizar sobre la libreta mi fluida pluma, esos truenos que se escuchan en el cielo, ¿Son de él trabajándote? ¡La lanza angulosa para que en la tierra se hunda!
¡Y a todos nos espanté!
O son gemidos de mi padre que está atento aburrido y tristemente viéndonos.

León

1 oct 2004

Esta era la música que le gustaba, el final de una vida bien trabajada decía.

Cachitos De Mi CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora