47. Nosotros los encontraremos.
Marzo 2018
Lena Everson era una mujer de sueño pesado, siempre lo había sido, con solo poner la cabeza en la almohada le bastaba para quedar rendida. Más, aquella noche le era imposible dormir y le sería imposible hasta que su hija regresara a casa. Había intentado conciliar el sueño por petición de su marido, que insistía en mantener la calma, cuando ella quería salir a buscar a Casey ella misma. Había sido una locura dejarla ir a quién sabe dónde en primer lugar, no debió dejarla, debió prohibírselo, debió encerrarla en su habitación. De solo pensar que su niña estaba ahí afuera, en peligro, enredada con un grupo de humanos, tenía miedo y se culpaba a sí misma por haberla dejado ir.
Se levantó de la cama, necesitaba un té para calmarse o alguna pastilla para dormir. Arrastró sus pies descalzos hasta la cocina y puso el agua a hervir antes de buscar la bolsita de manzanilla. La tetera silbó y ella la sacó del fuego con una agarradera, añadiendo el agua al vaso para luego sumergir la bolsita de polvo. Estaba sentada en la mesa, mirando la taza, cuando oyó el timbre de la puerta principal.
—Casey… –musitó con la emoción subiéndosele al rostro y corrió a abrir la puerta.
No era tan tonta como para pensar que a las tres de la mañana sería su hija, pero al menos sí debían ser noticias suyas. Quizás eran los hombres de Seguridad o una carta de Los Doce. Lo que si no esperaba era que al abrir la puerta de la sala se encontrara frente a tres muchachos y un viejo compañero de trabajo de su marido. Frunció el ceño, identificando a cada uno de ellos y preguntándose qué hacían allí a esas altas horas de la noche.
—¡Lena! –exclamó Adalyn y la abrazó en forma de saludo. La mujer le devolvió el abrazo con gusto y la dejó pasar. A Ashton y Alexei los recibió sin mucha efusividad, solo con una expresión confundida.
—Señora –saludó Paul Jennings y ella asintió, también haciéndole espacio para que entrara en su sala. Cuando todos estuvieron dentro, los miró con extrañeza. Abrió la boca para preguntarles por aquella extraña visita, pero no hizo falta, porque su somnoliento marido preguntó desde las escaleras.
—¿Qué hacen todos ustedes aquí?
—¡Señor Everson! –llamó Adalyn.
—Theo, señora –habló Paul Jennings—, estos muchachos necesitan nuestra ayuda para buscar a nuestros hijos.
Paul Jennings siempre había sido un hombre de naturaleza calmada, pero de carácter firme. Con aquella mezcla en su personalidad, se había ganado el respeto de su amigo y colega. Lena lo observó con curiosidad ahora después de lo que había dicho. Recordó que junto a su hija se había perdido otro muchacho, pero si era sincera no le había prestado importancia a ese. Solo ahora caía en cuenta de ello.
—¿Nuestra ayuda? –Theo se ajustó los anteojos y terminó de bajar las escaleras hasta alcanzarlos en la sala, su expresión cuidadosa—. ¿Para buscar a nuestros hijos? –miró al grupo de amigos de su hija—. ¿En qué están metiéndose, muchachos? Deben dejar esto a las autoridades, es peligroso y…
—¡Por amor de las Estrellas, Theo! –lo atajó Lena y todos la miraron—. ¿Dejarlo a las autoridades? Eso mismo dije yo cuando me enteré que nuestra hija iba a ser enviada al medio de la nada a entrenar con nadie sabe quién para proteger a la Comunidad. ¡Y mira como resultó dejarlo a las autoridades! Si tu no vas a ayudarlos, los voy a ayudar yo. Si quieres volver a dormir, duerme, yo no puedo mientras mi hija esté ahí fuera quién sabe dónde y cómo –exclamó, alterada y trató de calmarse con una respiración honda—. Vengan, me estaba preparando un té para dormir, pero creo que será mejor tomar café. Haré para todos, vamos.
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Hijos de Estrellas
FantasyCuando los enemigos del Zodiaco finalmente encuentren una forma de irrumpir la vida de los Signos de forma estrepitosa, serán los trece adolescentes del año del Dragón, el año de los Guardianes, los destinados a entregar sus vidas por la Comunidad...