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Desde el momento en el que lo vi entrar al salón del hotel, pude notar sus ojos felinos, clavarse en mí, con esa intensidad, esa, que sería capaz de derretirme la piel, si seguía ahí clavado, mirándome como si nada ni nadie más hubiera, que sus ojos y los míos.

Cómo si el aire no comenzara a faltar en mi interior, y lo sintiera oprimirme poco a poco.

Sabía que la delicadeza con la que me llevaba la copa a los labios, lo estaba volviendo loco. Loco por saber que sabor se llevaría con sigo si probara mi boca en este preciso instante.

La forma en la que se mordía el labio inferior cada vez que paseaba su mirada por mi cara, bajando hasta mis piernas, en como su lengua presionaba sus carrillos, formando ese bulto tan característico, dándome a entender que se estaba conteniendo.

Un suspiro casi inaudible escapa de lo más profundo de mi garganta, haciéndome aterrizar en la realidad del momento, abandonando todas las ideas y pensamientos que se me cruzaban por la cabeza, cada vez que su mirada y la mía conectaban.

–¿No es así hija mía?- mi padre pregunta, y yo sin entender de qué hablaban asiento levemente.- Ya decía yo, ¿Otra copa?- me ofrece.

–Gracias.- suspiro cogiéndo una, y reponiéndola por la que tenía vacía desde hace ya un rato.

Camina de un lado a otro, sin dejar de vigilar cada uno de mis movimientos.

Ambos sabemos cómo puede acabar esto, y no es que nos disguste... Más bien... Es que no está bien.

No está bien visto por nuestras familias, mejor dicho.

Trato de integrarme en la conversación que tiene mi padre con los señores de esa empresa que tanto le interesa que invierta en la suya. Sonriendo falsamente, para dar una buena impresión.
Esa que él sabe que no doy siempre.

Sólo de pensarlo me estremezco.

Dirijo mi mirada hacia el último punto en el que lo había visto.

Ya no está.

Miro alrededor, en busca de su mirada de nuevo, esa que tan enganchada me tiene, esa que me atraviesa el alma cada vez que se posa en mí.

Ni rastro.

Una mano me sujeta por la cintura, haciéndome dar un salto del susto.

Aprieta un poco más, y giro mi mirada.

Él. No podía ser nadie más.

Con ese tacto, tan suyo, tan ligero y tan oprimente a la vez.

–Buenas noches señores, espero que lo estén pasando bien.-dice enseñando todos y cada uno de sus dientes, sin soltarme aún de la cintura, pegando su pecho duro contra mi espalda.

Tentandome cada vez más.

Sigue hablando con estos señores, sin soltarme, pegándose cada vez más a mí.
En un arrebato, decido dirigir mi mano libre hacia atrás, tocando la cinturilla de su pantalón, bajando como a poco, rozando levemente esa parte que tanto me gusta.

Lo noto tensarse nada más notarme tan cerca de él, cómo mi toque lo desconcentra de todo y de todos.
Haciéndole perderse en esa conversación de empresarios que ya me estaba aburriendo.

–¿Tú crees que sería una buena inversión?- le pregunta uno de esos señores estirados.

Silencio, más silencio

–...¿eh? Hum, s-si, por supuesto.- conseguido mi objetivo, me despego de su cuerpo lo más natural posible, dejándolo ahí, perdido, sin saber que hacer, ni como disimular.
Terminando así la conversación.

∆|•In Suit•|∆ MYG [One-shot] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora