Desde los ojos del angel | Sookai.

12. Support?

¿Dónde podrías encontrar a tu ligue o "novio" después de salir de casa súper cool con una gran idea, sin saber donde vive... en un día que no toca escuela?

Yahoo respuestas.

—Vale... Esto es estúpido. —se quejó el pelinegro a lo que soltaba su celular en el asiento del copiloto vacío.

Hacía unas horas atrás su auto estaba de vuelta en casa, incluso se notaba acabado de pasar por una limpieza ¿Tal vez mamá usó una charla con el señor Choi desde el otro lado del mundo? Quién sabe.

Soobin había salido de su enorme hogar bien vestido y notablemente entusiasmado. Pero luego de entrar al vehículo se quedó como el examen de aritmética de Yeonjun, totalmente en blanco.

¿Dónde encontraría a Huening?

Tenía una idea.

Tenía un atuendo especial.

Incluso tenía a su Ferrari luego de meses.

Pero no tenía un castaño con él.

Piensa... Piensa...

Se repetía.

Aún en medio de la avenida, en un enorme auto, Choi comenzó a darse cabezazos con el timón. Se sentía tan inútil, tonto, ¡tan impotente! ... No, eso último no.

— ¡Señor, deme una jodida ayuda! —alzó las manos al cielo con desesperación. Cerró los ojos, inhaló, exhaló y volvió a recostarse hacia atrás— ¿Por qué pierdo mi tiempo? —murmuró casi en un suspiro cuando por última vez chocó su frente contra el timón, haciendo sonar el claxon accidentalmente.

No se preocupó hasta escuchar un agudo chillido.

Asustado salió corriendo del auto aún aparcado.

Y frente a él, una chica bastante menor se hallaba con la vista fija en un montón de frutas y verduras regadas en el pavimento.

—Lo siento por eso —Se agachó para recoger todo algo apenado. Al alzar la vista pudo ver su rostro—. Disculpa, pero ¿te conozco?

—No lo sé. —Contestó un poco entretenida analizando al apuesto pelinegro.

— ¿Cómo te llamas? —insistía Choi con los ojos entrecerrados y una mano en su cintura.

—No me dejan hablar con extraños.

Soobin chasqueó la lengua casi riendo y apartando la mirada.

—No estamos en "La caperucita roja"

La niña soltó una risita despistada ante la frase del contrario.

Esa risa.

Choi se congeló.

Dios existe, señores.

—Huening Bahiye. —respondió de una vez a su pregunta.

— ¿H-hue... Ning? —titubeó el mil veces más alto al notar la coincidiencia— ¿Conoces a Kai?