viii. detention

2.8K 355 51
                                    

1975 ― Cuarto Curso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

1975 ― Cuarto Curso

La señorita McGonagall miró con rostro severo a cada uno de los estudiantes que entraban a la detención de ese día, que consistía en casi dos cuartos de todos los niños de cuarto año en todo el colegio, contando a los que se habían unido a la guerra de barro después de que había empezado. Estaba indignada, y con mucha razón al parecer de Selene. Para Dorcas era como un día normal, siempre de alguna forma u otra terminaba en esa aula junto a otros niños rebeldes, y saludó con una descarada sonrisa a la profesora de Transformaciones.

Sin seguir o tener las órdenes de alguien caminó hasta una mesa vacía, se sentó y se echó encima de esta, aun sintiendo el polvo y la tierra debajo de su camisa, acumulándose en su brasier. Al menos no era la única con esa suerte, todos los presentes estaban sucios y con olor a césped.

Aún podía recordar cuando, con su varita, levantó cuatro bolas de barro y las lanzó con toda su fuerza, Sirius terminó por caer al suelo y aún allí peleaba de vuelta.

Notó que ninguna de sus amigas se había ido a sentar con ella aun, y conversaban animadamente en una esquina, pero había alguien en camino que la hizo estremecerse y enderezar su postura. Cuando Antonin se dirigió a ella, cargando sobre sus hombros un impulso de confianza, tensó la mandíbula y bajó la mirada. Quién sabe qué habría hecho el Slytherin para estar allí, a Selene no le importaba, solamente no quería que se le acercase.

Le daba un asco que nadie podía comprender, podía ver cuáles eran sus verdaderas intenciones, estaba en cómo la miraba, estaba en su sonrisa y la forma en que se refería a ella con otras personas, que para todos parecía normal excepto por ella y sus amigos.

Todos veían a Antonin Dolohov como a su amigo, novio o incluso su prometido, y no como a alguien que la incomodaba, que la hacía sentir repentinamente pequeña, indefensa y sin importancia. La hacía sentir como en casa, pero nadie entendería eso, nunca.

¿Qué se suponía que debía hacer si no estaba segura en ningún lugar?

De un momento a otro sintió la necesidad de vomitar, tirar toda la tensión por la borda y volver a vivir como antes, cuando tenía tutores que le enseñaban lo básico y aunque el dolor siempre estuvo presente en su vida, en aquellos tiempos era soportable.

— Este asiento está ocupado. — dijo James con una sonrisa inocente.

— No veo tu nombre en él, Potter.

— ¿Tienes problemas de vista, Dolohov? Sí, yo también. Compruébalo tú mismo, está justo ahí. — apuntó al respaldo de la silla que se encontraba junto a ella, la cual decía con una letra prolija James F. Potter marcado por una pluma sin tinta, su sonrisa se extendió cuando vio que las comisuras de la morena subían levemente.

𝚂𝙲𝙰𝚁𝚂 ― james potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora