xiii. home sweet home

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1975 — Vacaciones de Verano


Selene estaría avergonzada de llegar sin avisar a una casa ajena, y luego de traerles ya tantos problemas bajar en pijama.

Pero lo hizo de todas maneras.

No se trataba de malos modales, ella los recordaba constantemente y se mantenía al margen de estos sobre todo en las vacaciones, pero creyó que luego de gritarle a James por absolutamente nada, peor sería levantarse tarde y fingir que estuvo durmiendo todo el tiempo cuando en realidad se trataba de pura pereza.

A nadie realmente le importaba, tarde o temprano, en pijama o con un atuendo completo, con la mejor vibra del mundo o simplemente siendo un desastre, los Potter aún la recibirían con la sonrisa más amable que ella hubiese visto en toda su vida.

— Buenos días, cariño, ¿qué tal va tu mañana? — dijo el señor Potter, acomodándose en su sillón rojo intenso y despegando la mirada del periódico para mirarle con casualidad.

— Grandiosa, me siento muy bien. — la mujer se hizo aparecer en la sala de estar, desparramando una energía radiante de pies a cabeza, y viéndose tan hermosa como la noche anterior.

— ¡Hola, querida! — corrió hacia ella con sus tacones bajos y le besó las dos mejillas, los cuales recibió de buena forma pero extrañada. ¿Acaso llevaba viviendo allí dos meses y no se había dado cuenta? ¿Por qué la trataban de esa manera, como si ya la conociesen? ¿Y qué sucedía con todo eso de cariño, querida y cielo?— ¿Tienes hambre? Por supuesto que sí, ni siquiera sé por qué pregunto. ¿Jamie te trató como debía?

Jamie se recostó sobre el umbral.

— Vamos, mamá, no soy un monstruo.

— Algunas veces pienso que vivo con monos. — le susurró al oído a la morena, pero no lo suficiente bajo como para que no lo escuchasen. Debido a esto, padre e hijo abrieron la boca con el ceño fruncido, el parecido entre ellos era increíble, tal vez si el mayor no tuviese tantas marcas producto de la edad podrían ser confundidos con hermanos.

— ¿En plural? — preguntó el señor Potter con indignación exagerada.

— Como escuchaste, Fleamont, unos revoltosos, sucios y molestos monos. Ahora acompáñame, cariño, te mostraré la cocina, tus hermanos están allí desayunando — la tomó suavemente de la cintura para guiarle entre la gran casa, que distinguía principalmente porque estaba repleta de cosas de color rojo o representativos de la casa Gryffindor, banderines, camisetas, posters, lámparas, y un gran etcétera, la lista era interminable —. Puedes comer budín, o huevos con salchichas, o tostadas, o panqueques, o... ¡Cualquier cosa! Me volví un poco loca con la cocina, como ves.

— Muchas gracias, señora Potter.

— Ni te molestes. Llámame Ephie, eso de señora me hace sentir lo suficientemente vieja para llevar una falda hasta el suelo. Y no, gracias, estoy muy cómoda así — efectivamente, llevaba unos pantalones a cuadros azul marino que modelaba su figura, y el hecho de que se sintiera tan segura consigo misma por llevar aquello puesto a su edad, hizo a Selene sonreír.

Se adentró a la cocina y se sentó a la mesa, repleta de postres que la hacían babear. Sus hermanos comían con la mayor tranquilidad posible, pues intentaban comer todo que estuviera frente a ellos con una rapidez que en definitiva les traería un dolor de estómago más tarde. Por suerte, actuaron como si fuese un día normal en sus vidas, y no el primero de su nueva realidad.

𝚂𝙲𝙰𝚁𝚂 ― james potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora