Prólogo

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—No puedes esconderla para siempre, Miranda —escupió esas palabras acercándose a ella, amenazante.

Desde donde estaban se podían escuchar los ladridos de un perro, la sirena de una patrulla y los relámpagos.
Las gotas de lluvia caían fuertemente sobre ellos dejándolos empapados dentro del callejón oscuro, donde solamente los iluminaba la luz de la luna.

—No vas a encontrarla nunca. Ellos la están protegiendo —las lágrimas bajaban por sus mejillas perdiéndose entre la lluvia que mojaba su rostro.

Sus palabras lo enfurecieron aún mas. Rápidamente acortó la distancia que restaba entre ambos y sin esfuerzo alguno su mano rodeó su cuello alzándola más de lo que cualquier fuerza humana hubiera podido.

Sus ojos rojos la miraban con todo el odio del mundo dentro de ellos, ella se retorcía intentando respirar y sus pequeñas manos cubrían las de él, intentando zafar el agarre, pero sabía que no iba a ceder.
Con dificultad y la voz cortada, pronunció sus últimas palabras.

—Jamás la volverás a ver.

—Ni tú tampoco.

Un chasquido y todo se tornó negro.
Con un rápido y ágil movimiento rompió su cuello, quitándole la vida. Dejó caer su cuerpo inmóvil y se tomó unos segundos para observarla, como si fuera nada, como si nunca la hubiera amado... en realidad nunca la amó.
Poco después se dio la vuelta y abandonó la escena, dejándola tirada en el cemento, junto a los cubos de basura, empapada por la lluvia.

Y así fue como comenzó su búsqueda, porque sí, iba a encontrarla.

AdrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora