1. Señor Becher

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Los ojos del corazón

Capítulo 1.

—Jazmín Tanner—

—¡Jazmín, hija! —escucho la voz de mamá llamarme, eso me hace pensar que es tarde. Mamá no es de andar llamando—. ¡Tu padre llegará en veinte minutos!

No entiendo por qué esto tiene que ser tan difícil, desde mis trece años he tenido que hacer todo lo que dicen mis padres, ¿saben por qué? ¿No? Entonces, les contaré un poco de «mi vida mágica». A mis trece años perdí la vista quedando completamente ciega, lo que llevó a mis padres a querer hacer todo por mí y que mi vida cambiara al punto de ser una chica dependiente para la mayoría de cosas que otros pueden hacer sin tanto problema.

Tal vez, deben de estar pensando lo que la mayoría piensa: ¿Ve todo negro? Por supuesto que no, puedo ver los colores y aunque no muy claros porque parpadean, puedo ver las formas y figuras que se hacen. Algo muy raro que me pasa es que bajo la lluvia puedo ver a las personas, pero distorsionadas y de color azul. Es muy raro que algo así suceda, pero por más que investigué nunca supe por qué me pasaba algo así. Recuerdo que mi prima Cinthya me decía que yo veía con los ojos del corazón y yo la taché de loca.

No ha sido fácil desde que perdí la vista, todavía recuerdo cuando me dijeron que aquel golpe hizo que mis córneas quedaran completamente dañadas, pero como si la vida quisiera darme otro golpe ese mismo año me descubrieron LLC «Leucemia Linfocítica Crónica». Es un tipo de Leucemia que puede curarse, pero yo decidí no tomar tratamiento, o por lo menos, tomar solo medicamentos. No quiero que mi vida dependa de un aparato que me presta oxígeno para saber que me pueden salvar la vida, eso no lo quiero.

Mis papás se han encargado de organizar la casa de tal manera que yo sepa dónde están las cosas y no me vaya a golpear, también se han encargado de tenerme encerrada por miedo a que las personas se burlen de mí o me hagan malos comentarios, ellos temen que el mundo que veo a través de mi ventana me haga pedacitos el alma. Pero no entienden que lo único que quiero es conocer el mundo y sentir la suave brisa acariciar mi piel desnuda, quiero sentir el agua del mar escurrirse entre mis dedos y sentir cada latido de mi corazón cuando el chico que me gusta se me acerque. Todo eso es lo que quiero vivir porque sé que en algún momento debo tomar una decisión y, sinceramente, no sé qué me preparará el destino.

Hago mis sábanas a un lado y cuento los pasos hasta el baño, empiezo a lavar mis dientes y creo que esta crema dental pica más de lo normal, «pica mucho». Contando hasta tres me meto en el agua dejando escapar un quejido porque está muy fría, creo que este es el momento donde quiero que haya un calentador, pero recuerdo que solo lo deben de tener los niños ricos, cosa que yo no soy. Salgo del baño, envuelta en una toalla y el olor a fresas llega a mis fosas nasales: Mamá. Siempre distingo a las personas por sus olores.

—Ponte esto —lleva a mis manos un vestido y supongo que es nuevo porque reconozco todo lo que tengo en mi pequeño closet por los olores que desprenden—Es nuevo, cuando salí de la panadería lo vi en un almacén y me gustó para ti.

—Gracias —me ayuda a ponérmelo después que ya tengo mi ropa interior—. ¿Siguen pensando en lo del profesor?

—Sabes que tu padre y yo no podemos cambiar de parecer, nosotros ya te enseñamos lo necesario y no podemos más, hija. Un profesor te ayudará mucho —siento sus manos en mis mejillas—. Cariño, esto te hará bien.

—Pero mamá, por favor déjame ir a una escuela normal, no necesito que un profesor venga hasta mi casa a darme clases —me alejo—. No siempre tengo que estar encerrada.

—Entiende que el mundo allá fuera es cruel, esta es la vida que te tocó y no vamos a discutir por tus berrinches.

—Fue la vida que tú y papá eligieron para mí.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora