La Profecía

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El sol comenzaba a caer tras la fortaleza de los magos de Kran Ogdar, tiñendo las torres de un color ocre que acentuaba el carácter amenazador de las mismas. Lugar de concentración de los mejores estudiosos de la magia, la fortaleza era admirada y temida por igual entre los aldeanos de las poblaciones cercanas, ya que se decía que, en manos de esos magos, estaban el pasado, el presente y el futuro de la tierra de Dharathi. Curiosamente, las habladurías y leyendas del populacho se acercaban más a la realidad de lo que ellos mismos podían pensar.

En la más alta de las torres, dos magos estaban enfrascados en una disputa dialéctica. Sentados en una amplia mesa dentro de la Sala del Consejo, los jóvenes magos Dirk y Mork debatían airadamente con una montaña de manuscritos ante ellos.

-Realmente no sé cómo me convenciste para hacer esto... - exclamó Mork.- ¿Esto no excede nuestras limitaciones?

-Tonterías. ¿Te das cuenta de que si lo conseguimos subiremos como la espuma entre el resto de magos? - afirmó Dirk, mientras le brillaban los ojos.- ¡Llegaremos donde ningún mago ha conseguido llegar!

-Si no lo pongo en duda... pero acuérdate que al salir de la academia nos dijeron que podríamos venir aquí, pero como meros sirvientes...- recordó Mork.-Que estemos aquí intentando descifrar la profecía de Dhalor quizá nos viene un poco grande...

-Olvídate del negativismo, Mork. ¡Esto nos traerá fama! ¡Riquezas!¡Reconocimiento! Además creo que estamos cerca, mira esta frase.

Mork se acercó a la pila de manuscritos y leyó para sí la ultima frase traducida por Dirk. Extrañado, miró hacia su compañero.

-¿Estás seguro de que esto es así? Yo creo que debe estar mal...

-¡Ya está el listo que todo lo sabe poniendo en duda la palabra de los Antiguos! - exclamo Dirk. -Por todos es sabido que les encantaban las metáforas, y si coges este verbo, lo declinas, y añades este complemento...¡Está clarísimo!

-Es que me cuesta entender que el Elegido... sea un gato.

-¿No me has escuchado? Metáforas, Mork, metáforas. Además, cuadra a la perfección en el poema,-Dirk comenzó a recitar.-"Si te atacase un dragón//y pasas un mal rato//confíale tu seguridad//a un gran y genial gato". ¡Es perfecto!

-No termino yo de ver que un gato se enfrente a un dragón...- protestó Mork,

-Hombre de poca fe... ¡Verás como todo sale bien! Ya que estás tan negativo, baja a los establos, busca el gato más grande que veas y tráelo aquí. Yo me encargaré de prepararlo. ¡Ah! Y ensilla un caballo, esta misma noche enviaremos al Elegido a cumplir la profecía.

Al caer la noche, las puertas de la fortaleza se abrieron, saliendo delas mismas un precioso corcel blanco con armadura de batalla. Sobre su lomo, un pequeño gatito rubio con armadura marchaba a cumplir su destino, mientras Dirk lo despedía con la mano satisfecho por haber descifrado la profecía... a pesar de las reticencias de Mork.

Con los primeros rayos de la mañana se escuchó un relincho a las puertas. El precioso caballo blanco regresó, con la silla totalmente quemada y encima de esta, una pequeña armadura felina calcinada.Podría ser que la teoría del "gato Elegido" no fuese del todo correcta, como bien había advertido Mork.

-La verdad... no entiendo que ha podido fallar.- se quejó Dirk.

-No te voy a decir que te lo advertí... pero lo hice.

-Algo he debido pasar por alto... déjame revisar de nuevo las notas.

Las puertas de la Sala del Consejo se abrieron de golpe, y tras el estruendo, irrumpió en la sala el Gran Maestre, con cara de muy pocos amigos, portando la pequeña armadura calcinada en su mano derecha.

-¿Se puede saber quién ha permitido ESTO? - gritó señalando la bola negruzca que portaba.

-Perdón, Gran Maestre, es que pensábamos que podríamos descifrar la profecía, y... - Dirk intentó excusarse, sin ser capaz de mirar a aquel hombre a la cara.

-Yo le dije que quizá nos estábamos pasando.- dijo Mork con voz queda.

-Mork, cállate mejor, que eso no ayuda...

-Pero vamos a ver, ¿en qué clase de academia habéis estudiado vosotros dos?.- gritó el Gran Maestre, enrojeciéndose más y más por momentos. -¿De donde os habéis sacado que el Elegido, aquél que nos salvará del fuego de Grodmir, pudiese ser un gato de las caballerizas? ¿Es que no sabéis ni declinar bien un verbo en lengua antigua?

-Pero Gran Maestre...

-¡Ni Gran Maestre ni nada! Mirad, ¿qué es lo que pone aquí? No pone"gato", ¡pone Mato! Grandial Mato, ¡la hija del herrero! ¡Es que no se os puede ni dejar solos! ¡Guardias, cerrad las puertas! Vamos a tener una charlita larga y tendida...

Las puertas se cerraron, y hay algunas lenguas que cuentan que las voces del Gran Maestre se escucharon durante toda la noche en las aldeas vecinas. Al amanecer, Grandial Mato se dirigía a lomos de un caballo negro a cumplir su destino, acabar con la amenaza de Grodmir y liberar Darathi de una vez por todas. Al girar una esquina de la aldea, observó a dos jóvenes magos que, con un sombrero de mago abierto y un cartel mal escrito, pedían la voluntad a los aldeanos que entraban en la taberna del Trasgo Dormido. Grandial se hizo la distraída al pasar junto a ellos, continuando su galopar hasta que su figura se perdió más allá de las murallas de la ciudad. Uno de los magos se volvió a su compañero, y refiriéndose al cartel, comentó:

-¿Ves? Me da que el cartel está mal escrito, y por eso no nos dan nada.

-No empieces otra vez, Mork, no empieces otra vez...

Y aquí termina la historia de estos dos jóvenes magos. Podría ampliarla contando los devenires de Grandial y su lucha contra Grodmir, pero ¿quién quiere conocer heroicidades cuando es más divertido ver como otros se equivocan?



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