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—¿Hijos?, ¿para qué? —Preguntó a Finnick y a Annie, que lo estaban sometiendo al Tercer Grado en el salón de su casa.

—¿Por Katniss?

—¿Ella?, ella es muy joven, tiene veintiocho años.

—Es igual, se casó contigo a los veintidós y ya entonces quería tener hijos.

—Mirad, me ha encantado la cena, pero creo que me voy a casa —se puso de pie y Annie lo agarró de la manga y lo devolvió a su sitio.

—Si no haces algo para hacer feliz a tu mujer, la perderás.

—¡¿Qué?!... ¡señor!

—Habla en serio —opinó Finnick apoyándose en el respaldo del sofá. Katniss se había largado a Madrid hacia tres días, Annie le había comentado la pequeña charla que habían tenido y solo intentaban ayudar, aunque conociendo a Peeta, cualquier esfuerzo en ese terreno carecía de sentido.

—A menos que ella tenga razón, te de igual y un divorcio es lo más conveniente.

—¿Ella?, ¿Qué dice ella? —Sintió un vuelco en el corazón y parpadeó muy incómodo—, ¿Qué coño de divorcio?

—Katniss cree, cada vez con más certeza, que acabaréis divorciados. Está agotada y la veo fatal, ¿Qué demonios piensas que hace en Madrid?, ¿macramé con su abuela?

—Le debían unos días de las vacaciones y...

—Y se larga a casa para estar con su familia.

Esta es su casa, simplemente...

—Vale, es igual que hablar con una piedra. Lárgate si quieres, Peeta... —soltó Annie y Finnick miró a su amigo moviendo la cabeza.

—Solo queremos ayudar, somos amigos, os queremos a los dos, y es cierto que ella no está en su mejor momento. Si no te das por enterado es que eres gilipollas, tío.

—Katniss... —recordó aquella última noche, cuando la pilló llorando a escondidas en el patio. Sus silencios, más largos de lo normal, lo poco que hablaban por teléfono últimamente, las tensiones e incluso las discusiones por culpa de Björn Persson o Candy Heines, y se le heló la sangre en las venas —. Está agotada, me dijo que necesitaba desconectar, nada más y yo... no podía retenerla.

—Sí y me parece genial, necesita un poco de calor de hogar y lo busca en su familia, estupendo... aunque si yo fuera tú, me preocuparía.

—¿Por qué?, ella está muy unida a su hermana.

—Claro, Peeta, genial —repitió Annie—, me parece perfecto.

—Creo que estáis exagerando. No pasa nada grave y en cuanto vuelva veréis que todo sigue su curso.

—Tú mismo.

—Además, si de verdad existiera un problema serio, de pareja, y ella está pensando en dejarme, no creo que los hijos solucionen nada.

—No se trata de solucionar, se trata de darle lo que ella busca y sueña desde hace años. Si se le cae la baba con nuestros hijos o con los hijos de los amigos, ¿no tienes corazón?, ¿no ves cómo es Katniss con los niños? A mí se me parte el alma en dos cuando la observo con un bebé en brazos —se le quebró la voz y Finnick le agarró la mano—, hasta ahora todo gira en torno a tu carrera, tu vida, tus neuras y necesidades, ¿qué demonios pasa con ella?

—Ella y yo lo hemos hablado mil veces, lo tiene claro, ahora no, pero en un futuro podrá quedarse embarazada y...

—¿Por qué ahora no?

—Porque tenemos una vida de locos, cientos de proyectos, viajes...

—Tú tienes una vida de locos, ella trabaja de nueve a cinco.

—Es igual, tampoco es plan de que esté sola con un hijo mientras yo...

—Sólo te digo una cosa, Peeta, como sigas siendo un cabrón egoísta y frío la vas a perder y créeme —se levantó muy aireada—, no volverás a encontrar en tu puta vida a alguien como ella. Lo sabes tú y lo sabemos todos los demás. Podrás empezar a tirarte a todas esas tías buenas que te persiguen, pero ninguna de ellas será jamás como tu mujer, lo sabes... y acabarás teniendo hijos desadaptados con cualquiera, con alguna de esas locas e inconscientes que te gustaban tanto, mientras Katniss, que es un diez, podrá rehacer su vida con un tío de verdad, que la adore y que esté como loco por darle hijos y el hogar que se merece...

—Ya vale... —susurró Finnick viendo los ojos de Peeta y Annie lo esquivó y respiró hondo.

—Al final la hermana bruja de Geoffrey Watson va a tener razón y lo que tiene que hacer Katniss es precisamente eso, salir a la calle y buscarse a otro. No sé ni para qué me molesto en advertirte nada, ella es mi amiga, y lo mejor que le puede pasar es encontrar a otra persona.

—Annie, joder, no te pases.

—A tomar por culo —soltó ella levantando el dedo corazón y desapareciendo hacia las escaleras.

—Tío... —Finnick lo llamó, pero él no se podía ni mover—, ¿quieres un wisky?

—Me voy a casa —se puso de pie sintiendo todo el peso del universo sobre los hombros y caminó despacio pensando en que Annie, con toda su mala leche, en el fondo tenía razón. No había nadie como Katniss y si la perdía, perdería irremediablemente la razón. Si eso sucedía, acabaría pegándose un tiro mientras ella, que era un diez, acabaría con un tío estupendo, una casa llena de niños y varios perros correteando por allí.

—Peeta, tío, ¿estás bien?, ya sabes cómo son las mujeres y es que Annie adora a Katniss y...

—Buenas noches... —afortunadamente no estaba siendo un marzo muy frio y sin abrigo, decidió caminar un rato por el barrio, para despejarse y pensar. Llego a King's Road y recorrió la calle un par de veces, sintiéndose un huérfano desgraciado, antes de decidirse a coger el teléfono y suplicar—, Nena...

—¿Qué pasa?, es muy tarde ¿estás bien?

—Te echo mucho de menos —se echó a llorar y Katniss suspiró incómoda—, si no vienes ahora, me voy a buscarte.

—Peeta...

—Sé que a veces soy un cabrón insufrible pero no puedo estar sin ti, Katniss, por Dios, te lo suplico, vuelve a casa.

—Vuelvo el sábado, solo llevo fuera tres días. ¿Qué te pasa?

—No puedo esperar cinco días más.

—¿Ha pasado algo?

—Te necesito —la voz apenas le salía y se sintió idiota—, si no vienes, pido un suplente, planto a Hamlet y me voy a Madrid.

—Me estás asustando.

—Simplemente te quiero y quiero verte.

—Ok —suspiró y él detuvo el paso—, voy a ver si puedo volar mañana aunque...

—Te amo ¿lo sabes?

—Sí...

—¿En serio?, ¿de verdad lo sabes?

—Mira, no sé qué te pasa pero me estás preocupando, ¿dónde estás?

—En la calle, he cenado con Finnick y Annie.

—¿Y pasó algo?

—No, pero necesito verte, necesito que vuelvas a casa.

OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora