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—Para el día de mañana quiero un ensayo de cinco hojas sobre el tema que hemos visto —anuncia el maestro, todos los estudiantes, incluido yo, comenzamos a hacer escándalo por estar inconformes—. ¡Sin objeciones, jóvenes y señoritas!

El timbre de salida suena y entonces me permito soltar un suspiro de mucho alivio.

Debería ser ilegal dejar tarea iniciando la semana. ¡Nos llenan de estrés! Y más aún en estas fechas que estamos próximos a salir de vacaciones de medio año. Dos semanas más y me sentiré como un preso que obtiene su libertad después de tanto tiempo.

Gracias al cielo las clases luego del incidente de la mañana estuvieron normales, en la hora de recreo no me encontré con ningún energúmeno baboso que fastidiara mi magnífica vida.

—¿Vamos por un helado al Mall? —pregunta Meli, cargando con su mochila y cruzando los brazos.

Hago una mueca, terminando de arreglar mis cosas. El salón ya está quedando vacío y tenemos que apresuraron a salir o cerraran las rejas y quedaremos atrapados por siempre. Ok. Tal vez exagero, pero no me gusta ir último, pienso que podría suceder algo malo.

—Hay tarea —le recuerdo mientras comienzo a ponerme el suéter negro otra vez, no entiendo en primer lugar por qué me lo saqué—, y creo que hablaré con mi novio vía Skype.

Salimos a pasó apresurado al darnos cuenta de que somos los últimos.

—No te quitaré mucho tiempo —replica, zarandeando mi brazo, ruedo los ojos con diversión—. Además, él puede esperar. ¿Acaso no recuerdas? Amistad antes que noviazgo.

—¡Claro que lo sé! —me defiendo indignado—. Pero no hemos hablado hace una semana, y no sé cuándo volverá.

—Anda, Er bonito, solo un ratito muy chiquito. Lleno mi estómago con ese alimento del paraíso y luego serás libre. Realmente se me antojó.

Esperen.

¿Qué?

—¿Con quién te acostaste y te dejó preñada? —pregunto en voz baja con el ceño fruncido, sujetando fuertemente su mano y yendo a la parada de buses.

—Con nadie, estúpido. Y qué feo con tu forma de expresar —musita en el mismo tono.

Subimos al bus que nos llevará al Mall, luego de pagar nuestro pasaje con la tarjeta especial, pasamos esas cositas que giran y entonces nos fuimos a los asientos de la izquierda, que para nuestra suerte están vacíos.

—¿Segura? Sabes que puedes decírmelo.

—Ya te dije que no, Erick. No me acosté con nadie, al menos no que recuerde.

—¡Dios, Melissa!

—No metas a Diosito en estas porquerías, que luego te escucha mi madre y me manda a rezar diez veces el rosario —masculla molesta.

Quedamos en silencio en tanto dura el trayecto, con toda la confianza del mundo apoyo mi cabeza en su hombro, observando las casas y edificios que aparecen en mi campo de visión. ¿Por qué hay estructuras tan raras? ¿Acaso no es como los dibujos? ¿Un cuadrado y un triángulo como techo? Nunca encontré algo así, y ahora me pregunto por qué mierda dibujaba de esa forma.

Ni bien llegamos Melissa coge mi brazo y comenzamos a correr hacia la heladería de siempre. Está de más comentar que es su favorita y que una vez lloró cuando la declararon consumidora en potencia, recibiendo una coronita de plástico como premio.

—Gracias —responde con una encantadora sonrisa luego de ordenar por mí.

Tengo esa mala costumbre de perderme en pensamientos absurdos y dejar de lado lo que tengo por hacer en el instante. Incluso he llegado a caerme por las escaleras en varias ocasiones al estar ensimismado en ello, por suerte mía, nada grave, simples golpes que pasaban luego de un par de días o semanas.

Nos dirigimos a una mesa que tiene los asientos acolchados, si por mí fuera viviría sentando en uno. Claro, soy consciente del dolor que mi pobre trasero va a sufrir, pero lo vale, además comenzaré a tener problemas de sedentarismo y bueno... creo que ya no es una buena opción.

—Oye, volviendo a lo de antes, ¿seguro que no hay nada de nada?

—¿Eh? —me mira confusa, hasta que recuerda lo que hablábamos y me lanza una bola de papel que no sé de dónde sacó—. ¡No, Erick! ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? No me he acostado con nadie desde hace un año.

Qué fuerte.

Mujer valiente.

Las veces que lo veo me es imposible resistirme a él y acabamos en cualquier lugar sin ropa.

—Te ganas mi respeto, mujer —seco una lágrima falsa y doy fuertes aplausos, llamando la atención del poco público que hay a estar horas.

—Me das vergüenza —advierte, cubriendo su rostro.

La carcajada que estoy por liberar queda suspendida en mi garganta al ver que ponen una copa de helado sabor a chocolate con chispas de colores, un poco de crema chantilly y una fresa. Miro con ojitos de gatito a mi mejor amiga, agradeciendo por pedir lo que mamá compraba para mí en cada cumpleaños.

—Gracias —musito, sin retener las lágrimas.

Una boba sonrisa aparece en mis labios al recordar a mi ángel.

—Sé lo mucho que ella significa para ti, y luego del alboroto de la mañana supuse que sería buena idea pensar un poco en las personas que nos aman a pesar de haberse ido antes de tiempo —sujeta mi mano por encima de la mesa, dando un apretón para indicarme que siempre estará conmigo, devuelvo el gesto para darle a entender lo mismo—. Por tu mamá.

—Por tu hermano y por Franco.

Me levanto del asiento para fundirme en un fuerte abrazo con ella, ambos lloramos al recordarlos. Sé lo mucho que sufrió, viví cada etapa dolorosa con ella y Meli hizo lo mismo cuando mamá dejó de existir.

Es mi mejor amiga.

Mi alma gemela.

Porque a pesar de las diferencias que tenemos y los altercados ocasionales, nos completamos. Y yo estaré para ella, como ella lo estará para mí.


***

Espero que les guste el capítulo.

Besos♥.

No seré tu cliché || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora