1. AMIGAS
Si nunca te has liado con una bailarina, tu vida no vale una novela. ¿Que exagero? Por supuesto, pero ahora soy yo la que estoy metida en un baño, sentada sobre la tapa de un indoro y cómodamente le como el chirri a esta protagonista de Cascanueces.
Si no fuese bailarina, ya te imaginarás que un acercamiento oral a tierras montañosas implicaría aterrizaje de rodillas. Y no, gracias. No en un baño ajeno. Yo de rodillas, esta bien, eso sí, en mi baño.
Pero mi osada bailarina es capaz de alcanzar con sus piernas grados que ni sabía que existían ¡Y todo sin perder el equilibrio! Gracias a estas felices dotes, su partenaire en este baño de restaurante elegante puedo sentarme tranquilamente a beber sus líquidos.
Desde que conocí a la bailarina me he interesado por los efectos positivos de la práctica del ballet en nuestro cuerpo. Incluso tomé unas clases. No fue mal. No me fracturé nada y con eso me di por satisfecha. Sigo corriendo en las mañanas con mi estilo de pato desorientado y dejo los lagos y los cisnes para piernas infinitas y precisas, como las que en este momento se contraen contra las paredes del baño.
Mi trabajo aquí ha concluido y aprovecho para presentarme: me llamo Valentina, tengo 28 años y amigos y conocidos me dicen Rubia. No tiene mucho misterio, si vives en tierras donde el moreno es el rey, un pelo claro y unos ojos claros terminan por definir tu sobrenombre.
Hoy estoy cenando con un par de amigas. O sea, con mi amiga Fernanda y su novia (futura esposa) Lola. No, no estoy cenando con la bailarina. Mi Odette está aquí con el que supongo es su esposo, un chico bastante guapo y que parece tener metido algo muy rígido en el ano.
Ahora mismo estoy volviendo del baño, después de los 7 minutos de rigor para evitar la picaresca, y veo como mi bailarina sonríe arrebolada a su pareja.
Si es que deberían darme una medalla por toda la felicidad que reparto a abundancia. Y eso que Fer me critica, pero es que no toma en cuenta los matrimonios que salvo, las chicas a las que regalo orgasmos que normalmente le son esquivos y los momentos en los que soy un balón de oxígeno para mujeres al borde de un ataque de nervios.
¿No te estás enterando de lo que hablo? A ver, te explico. A mí me van las chicas. Soy una chica a la que le van las chicas. Yo creo que con esto todo está claro, pero entiendo que hay despistados que rozan el déficit cognitivo extremo y soy muy de integrar, así que más clara aún: soy lesbiana, bollera, me gustan los coños, vaginas o como quieras decirle.
Espera, creo que no es eso lo que iba a puntualizar, lo de ser bollera fue evidente muy rápido. Otra cosa es que tú seas lenta. Lo que realmente quería aclarar es que a mí me gustan las chicas, todas, pero prefiero las casadas o seriamente comprometidas con una pareja.
No me mueve un espíritu samaritano, a pesar de que me siento orgullosa de mis regalos envueltos en lengua y pegados con lubricante. Me gustan las mujeres comprometidas porque simplemente la que no se quiere comprometer soy yo.
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y sin querer, me enamoré - Juliantina Adaptación
RomanceHistoria con amor y comedia...