PRÓLOGO

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VERSIÓN DEL LIBRO. 2023

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|Generación Élite|

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El sol brillaba, y no como cualquier día. Era «el» día.

No dormí, no lo conseguí. Miré por la ventana toda la noche. Aunque sabía que mi hermano jamás habría pensado en irse a escondidas sin despedirse, tuve aquella horrible sensación de verme obligada a vigilar que todavía no se fuera. Quizás, simplemente intentaba que las horas hasta su inevitable partida fueran más largas.

Se convirtió en mi primera noche sin haber dormido un solo minuto. Terminé de descubrir la experiencia de la total y absoluta soledad que pasaría en los siguientes días. ¿Cómo lo soportaría?. Incluso estando con Axel, sentía la constante ausencia de mis padres. Y unas horas después de su partida, sin él, sin la persona que más amé, todo se sintió como esa primera noche que no dormí.

A primera hora de la mañana de ese día, lo oí ordenar a los empleados que ya bajasen sus maletas. Me alejé de la ventana y abrí en silencio la puerta, mirándolo por la delgada línea que abrí. Su cuarto era el segundo del largo pasillo, después de la siempre vacía habitación de nuestros padres. Que terrible se volvió caminar hasta mi habitación, pasar por tales vacíos sabiendo que estaba completamente sola.

Recuerdo a Axel hablar con entusiasmo, uno que le transformaba el rostro. Me dolía verlo alegre. Realmente me sentía contrariada por la felicidad de mi hermano. En aquel momento pensé en que al menos debería sentirse un poco triste por dejarme viviendo en la mansión ridículamente enorme. Pensé en que debía sentir lástima por la soledad que él sabía que me esperaba tras su partida. Necesité creer con todo mi corazón en que él me extrañaría como yo sí lo extrañé a él.

Quiero que sienta la pena que estoy sintiendo ahora -Lo deseé con fervor, observando con enojo su gran sonrisa que hasta el día de hoy no he logrado olvidar.

Me mordí el interior del labio inferior, comenzando a sentir las terribles ganas de llorar. Odiaba ser débil, no era justo estar pensando en detenerlo y rogarle para que se quedara. Él debía irse a estudiar. ¿Qué otra opción tenía?. No era como si me estuviera abandonando del todo. En serio creía que seguiríamos en contacto... Que equivocada estuve.

Estaba segura de que incluso si no pude mantener el contacto y cercanía a distancia con los gemelos que también se fueron, con Axel seria diferente porque él era mi hermano. Mi único hermano.

-Toc, toc. -Golpeó suavemente mi cabeza.

No me di cuenta que me había visto espiando y tampoco lo noté cuando se acercó.

-Acri -Acarició mi mejilla mientras que yo no dejé de ver sus ojos tan idénticos a los míos. -¿Estás ahí? -Bromeó por mi paralizada expresión e intentó hacerme reír al apretar mis mejillas. Habría funcionado de no ser porque mi corazón se quebraba al pensar en que ya estaba por irse.

Quería reír, tambien quería que me escuchara reír. No quería que notara que estaba asustada y afligida por su culpa. Esperaba una sonrisa, al menos una triste. No importó lo mucho que queria fingir estar feliz por el brillante futuro que le esperaba en Dravrah; no le pude ocultar por más tiempo mis lágrimas. En ese momento lloré tirándome a sus brazos y le rodee la cintura con todas mi fuerzas. Dispuesta a no soltarlo jamás.

-¡No te vayas! -supliqué llorando con la cara apretada en sus costillas. En ese entonces la altura de Axel me sobrepasaba y aquello solo hacía que me sintiera mucho más protegida y acompañada. -¡Por favor, por favor! ¡No me dejes!

Ya estaba hecho, había comenzado a llorar. Supe que perdí la capacidad de detenerme y se volvió imposible porque estaba sollozando igual que una pequeña niña caprichosa. Nada obtendría llorando y suplicando. Solo conseguía hacer sentir mal a Axel y aquello era lo último que quería. Incluso sabiendo todo eso mis sollozos y la esperanza en mi pecho no lo entendieron. Él tomó mi cara con dulzura y la encunó limpiando mis lágrimas con los pulgares. Se inclinó a la altura de mi rostro obligándome a verlo a los ojos para demostrarme una inquebrantable seguridad en ellos, haciendo que me calmara lentamente.

Se aseguró de que viera su sinceridad. Cuando ya obtuvo mi absoluta atención en su ser, dijo:

-No interesa la distancia en la que estemos -continuó -. Tú, mi pequeña hermanita, serás siempre lo más importante de mi vida. -Fueron palabras de absoluto amor. Una promesa de por vida que mi alma recibió sin la más mínima duda.

Acercó sus labios y besó mi frente por largos segundos. Volví a abrazarlo y a aferrar mis manos en su camisa. Axel lo había sido todo para mí. Desde mi uso de razón era él, quien se aseguraba de que comiera bien; era él, quien me abriga en invierno; era él, quien acudía cuando tropezaba, estiraba sus brazos y me levantaba. Siempre fue el que limpiaba mis heridas y también mis lágrimas. Gracias a él, mis primeros quince años de vida fueron maravillosos. No existía y dudaba que existiera alguien que fuera a protegerme como mi hermano siempre lo hizo, incluso ocupando el rol de mis padres. Fue ese día cuando por primera vez entendí que había llegado el momento de protegerme a mí misma. Axel ya lo había hecho todo por mí y, es que, en lugar de cuidar a una hermana, él me protegió como a una hija. Merecía comenzar su vida, una en la que un joven como él tenía que vivir.

Esa fue la hora de dejarlo ir.

Me despedí con una sonrisa. Sollozando, pero también sonriendo. Le deseé sincera y completa felicidad. Aunque estuviésemos separados, supliqué que mi hermano fuera inmensamente feliz. También le supliqué que no me olvidara. Él lo prometió... en serio lo prometió junto a un último beso en la mejilla.

Lo vi alejarse y corrí tras su auto sacudiendo la mano. Me despedí con una sonrisa envuelta en lágrimas. Me despedí sin saber que esa sería la última vez que lo vería. En ese momento no sabía que mi vida después de su partida cambiaría tan dolorosamente, nada en mí sospechó que no era un simple viaje a la universidad y que él no volvería. Recuerdo el sentimiento de genuina felicidad, esa absoluta paz en la que viví antes de que se fuera. Ahora el recuerdo de mi vida hasta los quince años me ahoga, me hace desear correr y saltar del mismo edificio que Yeray saltó.

Quizás si Axel nunca se hubiese ido, yo jamás habría conocido a Yeray. Quizás si Axel me hubiese respondido, yo no habría tenido la necesidad de acercarme tanto a Yeray. Quizás si Axel hubiese llegado en la noche de año nuevo que prometió volver, yo no habría visto el suicidio de Yeray. Quizás si Axel hubiese respondido la última carta que le envié, yo no habría caído tan profundo e irreversiblemente. Mi alma se ha perdido, mi interior ya no existe. Nada de lo que fuí volverá y, es que, ya lo perdí para siempre.

Tengo tantas ganas de vivir que al verme frente a un espejo, ver en lo que me he convertido me destroza. Los gritos de mi consciencia no han parado de ofrecerme el querer del morir. Esta nueva Acri Reinhardt que yace en mí, no es ni la sombra de lo que fui y de lo que nunca más podré volver a ser.

Una única y última pregunta ha estado pasándose por mi cabeza en los últimos meses. Quizás ahora mismo Axel ya no es ni vale lo mismo que antes, pero sé que todavía necesito esa parte, ese recuerdo que él debía tener de mí en este momento. Tal y como yo tengo un recuerdo de él; sé que él tiene lo mismo que yo, pero de mí. Esta pregunta que ha estado repitiéndose me ha llenado de esperanza y también de angustia:

¿Me va a reconocer?

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