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En el siglo XIX se han escuchado pasar en boca en boca un rumor de nacimientos de niños superdotados con poderes extraordinarios, entre ellos chicos invisibles, controladores de los elementos, entre más. Estos niños eran difíciles de encontrar ya que podían esconderse en el cuerpo de un humano normal para pasar desapercibidos. Por años se los buscó por entre las paredes de cada casa de Inglaterra, pero por su falta de comprensión, no hallaron encontrar a ninguna de éstas criaturas. Acorde el tiempo pasaba, un extraño joven, investigador no reconocido llamado Abraham Jones, intentó hacer lo posible por comunicarse con estos niños para así poder saber la diferencia entre los humanos y los supuestos monstruos a su alrededor. Un siete de septiembre se topó con una noticia desgarradora que lo hizo entrar en razón. Era una noche lluviosa, una familia lo había invitado a cenar por mero respeto, pero él jamás creyó haberse encontrado en un solo día a una niña de ocho años jugando con una bella planta; ella movía sus manos como una bailarina, tan melodiosamente pareciendo que las hojas verdosas de la suculenta se movieran al ritmo de la música clásica que provenía de la sala principal.
