Draco enamorado

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Hermione no quería pero sabía perfectamente que ya era tiempo de volver al mundo "real", en donde no todo era pasar día tras día con Severus, haciendo el amor, comiendo cuando fuera estrictamente necesario, disfrutando de una vida lejos de las preocupaciones y de personas molestas que podrían entrometerse en su pequeño (e inmenso a la vez) mundo personal. Sus padres estaban preocupados por ella ya que la última vez que los había visto había sido antes de ir a Rumania con los Weasley. Les había avisado que se encontraba bien mediante una lechuza, pero sin comentarles sobre su paradero. Severus había sido muy claro al impedirle que diese a conocer el sitio donde quedaban, no quería que nadie, mucho menos algún Weasley, pusiera un pie allí.

Giró su cuerpo lo máximo que pudo, lo que no era mucho en realidad porque Severus la mantenía aprisionada a su lado. En algún momento de la noche él había dejado caer pesadamente su brazo sobre su cintura. Un gesto que le parecía adorablemente posesivo y molesto a la vez. Molesto porque en ese momento preciso debía de levantarse y marcharse. Con mucho cuidado, tomó su mano e intentó elevarla unos centímetros para poder liberarse y así correr a la ducha. Pero parecía que aquella parte de su cuerpo se había vuelto cien veces más pesada de lo normal porque apenas pudo mantenerla elevada unos segundos antes de dejarla caer.

Giró el rostro hacia donde estaba Severus y lo vio con los párpados caídos, respirando pausadamente como si nada pudiera perturbar el tranquilo sueño que lo invadía. Pero Hermione lo conocía lo suficientemente bien como para suponer que en realidad no estaba dormido. Después de todo, ya varias noches seguidas habían compartido la cama para conocer algunas de sus manías.

—Severus...—susurró implorante su nombre—Debo levantarme. Anoche hablamos y te dije que hoy debía ir a ver a Draco. Se lo prometí...

No hubo respuesta de su parte más que un ronquido fuerte. Ella rodó los ojos. Sí, ahora lo confirmaba: él no estaba dormido porque jamás había roncado de ese modo.

Eran las diez de la mañana de un día domingo, salvo por la sábana que la cubría estaba completamente desnuda y, dentro de pocos minutos debía de estar en Londres.

—Severus, por favor—volvió a decir.

Él siguió sumido en ese simulado sueño.

Resopló, exasperada.

Bien, si deseaba seguir así, lo dejaría. Ella tomaría venganza por mano propia... Literalmente.

Lentamente, casi advirtiéndole con aquel gesto, deslizó su brazo por debajo de la sábana, entre ellos dos. Palpó con las yemas de sus dedos, como si de alas de mariposa se tratasen, los músculos de su estómago, sintiéndolo tensarse a medida que descendía por su bajo vientre hasta que llegó a su objetivo y dejó que sus uñas rasparan la sumamente delicada piel por toda su extensión.

—Si piensas que con esto te dejaré marchar... estás equivocada— dijo Severus con voz ronca, abriendo los ojos—Por el contrario, me hace querer dejarte encerrada por otras cuantas semanas.

Hermione apartó la mano y lo contempló con desmesurada inocencia.

—No sé de qué hablas.

Severus la soltó pero, con movimientos ágiles, la colocó debajo de él y se adueñó por completo de su boca, deleitándose con sus labios, con su modo de cerrar los ojos mientras se acariciaban.

Y para su fortuna no tardó demasiado en hacerla olvidar que tenía que marcharse. Ya después encontraría el modo de recordárselo y se divertiría viendo como ella lo culpaba de llegar tarde.

De todos modos, el malcriado de Malfoy podría esperar.

Draco miró a su alrededor con nerviosismo aunque trataba de disimularlo. Era un Malfoy y no podía permitirse ese tipo de debilidades. Se encontraba en un parque muggle. El atardecer se extendía en el cielo en toda su impotencia mientras que en el horizonte el juego de luces del sol que se escondía formaba una majestuosidad de colores, pero él no podía concentrarse en admirar el paisaje.

Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora