❦︎ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 54 ❦︎

23 5 11
                                    

54. Las otras piezas del tablero.


Marzo 2018

Casey Everson salió del garaje y se encerró en la habitación que Leandro le había prestado por unos días. Se tumbó en la cama con la mirada perdida en el techo, la cabeza revuelta y el corazón encogido. No sabía que sentimientos o pensamientos debería ordenar primero. Con la mirada perdida en el blanco, decidió que para aclarar su pecho debía primero decidir qué haría a continuación y eso quería decir: a dónde iría, cómo, por qué, para qué. Pero también quería decir que debía revisar el diario que le había entregado Olivia Moore.

Se incorporó en una posición sentada antes de sacarse el sobre todo para rebuscar en sus bolsillos. Finalmente lo encontró: el diario de tapa de cuero, cuyas hojas eran viejas y se veían bastante arrugadas. Casey pasó sus manos por la cubierta, indecisa. 

Se sentó con las piernas cruzadas bajo su peso, la mirada fija en el pequeño diario. Todavía no sabía demasiado, todavía podía simplemente olvidarlo, tomar a Ryvawonu e irse lejos. Sin embargo, la curiosidad picaba en su estómago. Olivia y Gabriel apenas le habían enseñado un par de documentos con informaciones oficiales –sobre el control de nacimientos– e incluso si eso había sido suficiente para que se cuestionase sus creencias, no era nada que no pudiera olvidar teniendo un poco de fe en Las Estrellas. Podía convencerse a sí misma de que Gabriel y Olivia habían falsificado aquellos documentos, solo los Astros sabían por qué; podía convencerse de que los doce niños cada año eran una bendición y no una decisión del gobierno de la Comunidad; podía convencerse de que era imposible manipular el Signo de nacimiento, que debía ser cosa de las Estrellas. Se diría a sí misma que no había visto bien los papeles, que no podía haber vivido engañada toda su vida…

 Mas el diario era un asunto completamente diferente. ¿Quién sabía que podía encontrar ahí? Se veía antiguo y preciado. ¿Pero por qué le darían a ella un objeto auténtico de valor? ¿Solo para convencerla de unirse a ellos? ¿Qué garantías tenían de que ella no iba a decidir simplemente ignorarlos o usarlo en su contra? Debía ser falso, era la única explicación. Sin embargo, ahí estaba ella, contemplando la tapa de cuero y pasando sus dedos por las arrugas del lomo.

Abrió la primera página y pasó su dedo sobre la firma de alguien llamado Adrien Legard. Debajo del nombre la caligrafía revelaba la fecha de 1916. Casey hojeó el diario sin leerlo, la mayoría de los escritos estaban en francés, pero se entrecruzaban con hojas independientes en inglés, lo que parecía ruso y japonés. Los últimos dos no tendría forma de entenderlos, iban más allá de sus conocimientos. Sin embargo, se manejaba bien en inglés y en francés ya que eran lenguas habladas dentro de la Comunidad con cotidianidad, casi tanto como el español. 

Las hojas estaban surcadas por tantas caligrafías como idiomas: cursivas, pequeñas, nerviosas y firmes. Olivia y Gabriel no habrían podido fingir todo eso. Las hojas estaban gastadas con el tiempo, aunque bien conservadas, la tinta se veía opaca y algunas veces rasgada sobre el papel. Había cifras y números por aquí y allá, las fechas corrían y los datos que Casey no se atrevía a leer, solo a ver por arriba. Si los traidores no habían falsificado aquel diario, no estaba segura de qué pasaría si lo leía.

Darío Walker se había convencido de traicionar a la comunidad, de unirse a Gabriel. ¿Le habrían enseñado a él también el cuaderno? ¿O era otra verdad la que lo había llevado a actuar? Casey se recostó sobre la cama pensando en aquel grupo de chicos que una vez fueron amigos y ahora no podía estar más dividido. Se imaginó a sí misma como Alicia, se imaginó dejándolo todo por proteger a Ryvawonu, transformando su piel en madera, cubriéndose de hojas. Se imaginó y se dio cuenta de que lo que ella quería hacer no era muy diferente: huir, esconder la piedra y cambiar quien era.

Hijos de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora