Like burning fire inside

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Siendo sinceros, Glam no tenía muchas cosas por las cuales quejarse. A pesar de haber tenido que salir de su casa y empezar a valerse por sí mismo, se encontraba perfectamente feliz con su situación actual. Tenía amigos, trabajo, un techo sobre su cabeza y la comida no faltaba en su mesa. Sin embargo, la vida de nadie es perfecta y la suya no podía ser la excepción.

Al inicio compartir departamento con su mejor amigo había sido como un sueño, podían pasar horas escuchando música, practicando o simplemente hablando el uno con el otro sobre nimiedades durante horas. Pero la vida de nadie es perfecta, y vivir con otra persona siempre es un reto.

Ambos tenían cosas en su contra, Ches era demasiado desordenado y Glam acomodaba las cosas en lugares extraños. El rubio era pésimo haciendo las compras y el moreno nunca sabía cuándo iba a ser sometido a alguna combinación extraña nacida de la mala planeación del otro. Eran pequeños detalles que llegaban a molestarlos pero que estaban aprendiendo a navegar poco a poco.

Dentro de todo, lo único que verdaderamente superaba a Glam eran las acciones inconscientes de su mejor amigo.

Cuando empezaron a compartir cama todo parecía ir bien, cada uno se quedaba en su lado de la cama y podían dormir tranquilamente.

Aparentemente, esto había sido gracias a un esfuerzo consciente del moreno por mantenerse en el lado opuesto de la cama, porque en el último mes había comenzado a migrar lentamente hacia el otro lado. Al principio Glam no le dio mucha importancia, él realmente no necesitaba mucho espacio y no acostumbraba moverse mucho durante la noche, así que dejó que el otro se extendiera a gusto.

El problema real comenzó hace casi una semana.

Como ya era costumbre cuando Glam cerró su libro para disponerse a dormir Ches ya estaba completamente muerto para el mundo, bocabajo y extendido casi en medio de la cama. El rubio lo miró divertido, le parecía increíble que la personalidad relajada y ostentosa del chico se viera reflejada hasta en su manera de dormir.

Después de apagar la luz se acomodó y se dejo llevar por el cansancio hacia al mundo de los sueños. Estaba a punto de llegar cuando su cuerpo tensó completamente al ser rodeado por un peso desconocido. Al cobrar más conciencia se percató que el responsable de su alarma era el brazo de Ches, que había terminado por migrar completamente a su lado de la cama y había decidido que Glam era su nuevo oso de peluche o algo similar.

Incómodo con la situación el rubio intentó apartar el brazo y empujar a Ches hacia el lado contrario, fue una solución momentánea, ya que una vez que el más alto logró acomodarse el brazo nuevamente cayó sobre él. Repitió la acción un par de veces más pero después de batallar por un buen rato decidió rendirse e intentar dormir, lo que significó un verdadero reto para alguien acostumbrado a no compartir su espacio personal con nadie.

La mañana siguiente amaneció adolorido y con dolor de cabeza debido a la tensión provocada por el abrazo de su compañero. Con un suspiro cansado se resignó a enfrentar así su día, por la tarde encontraría un momento para hablar con el otro.

El problema es que había pasado casi una semana sin encontrar ese momento, y ahora estaba sufriendo las consecuencias.

Era la quinta vez que empujaba al moreno a su lado de la cama, lo peor es que el desgraciado ni siquiera se había inmutado. Resignado a una noche más de sueño intermitente Glam se acomodó mejor en la cama, y al encoger levemente sus rodillas su trasero se encontró con la ingle del otro, avergonzado por el contacto el rubio intentó separarse pero fue inmediatamente seguido y esta vez fue imposible ignorar lo obvio. Ches estaba duro, y la fricción que su cuerpo buscaba la había encontrado en el trasero del rubio.

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