El día aún era joven, y Megara no tendría que asistir a La Cueva hasta que el sol comenzara a ocultarse. Ese sábado hubo algo distinto. Paulina tropezó, y Megara comenzó con la búsqueda de sillas de ruedas, todo con tal aligerar su preocupación y que su madre se sintiera más cómoda. La enfermedad avanzaba cada día más, había ataques de tos que Paulina creía ocultar, pero en las paredes de papel de su casa, todo minúsculo ruido era escuchado en donde sea que estuvieran. Megara trataba de estar a su lado, recordarle estar concentrada, respirar lento, no agitarse... pero todo era demasiado. Ella no entendía lo que su madre sentía, comprendía la enfermedad, cada noche se comía artículos nuevos sobre los síntomas, terapias y tratamientos. Meg sólo podía ayudarla en todo lo que estuviera a su alcance, hablarle con determinación, lo suficientemente suave para hacerle saber que nunca la dejaría ir, y lo más claro posible para no hacerla sentir cómo una extraña, cómo si sólo le llenara la cabeza con ideas que nunca serían posibles. Era difícil, porque lo único que deseaba era que sus pensamientos llenos de positivismo se convirtieran en su nueva realidad... pero no era así.
—¿Dónde está mi arroz con leche? —Paulina estaba apoyada en el marco de la puerta, mirando hacia la cocina en dónde Megara preparaba los antojos.
—¿Qué haces de pie, Paulina? —Exigió saber Meg.
—¿Ya no soy tu madre o qué?
—Mamita dulce, hermosa y divina...—Dijo con una sonrisa de oreja a oreja—¿Podrías sentarte y esperar por tu plato de fruta?
—Ah mira que canija me has salido, no te hagas la lista Megara—Dijo su madre regresando al cuarto.
—Ni ti higis li listi—La arremedo con gracia.
—¡Ya te oí! —Gritó su madre—¡Te pedí arroz con leche, no un insulto!
—¡La fruta no es insulto, mamá! —Gritó de vuelta Megara—Ya dime, me la como toda yo si quieres...
Se hizo el silencio.
—...Bueno pues, ¡Pero apúrate!
Megara sonrió sin responder. Sabía que su madre no se negaría, al final, todo era para cuidar su salud. Terminando de cortar la fruta recordó un día en la escuela en dónde le toco ser la encargada de los picos de gallo para la venta en el festival de primavera, eran un puño de chicas, libres, risueñas y algo tontas trabajando en el puesto. Meg había sido muy popular en sus días escolares, era de ese tipo de popularidad que intimidaba a los demás y pocos se atrevían a hablarte, aún más pocos se ganaban tu confianza. Su belleza y atractivo la hacía un objetivo de envidia entre todas las chicas. Y en ocasiones, una burla en sus maestros, ¿Bonita e inteligente? ¡Imposible! Quizá esa era la razón por la que Meg nunca se había esforzado en verdad en mantener una nota alta. Aunque no dudaba de sus capacidades, que pocos creyeran en ella la hacía sentir desmotivada.
Meg apartó la nostalgia de sus pensamientos con el mordisco de una jugosa manzana verde. Sus favoritas, ácidas. Le llevó el tazón de frutas a su madre a su habitación, ambas charlaron mirando un absurdo reality show mientras reían e imitaban a las actrices. Paulina se había quedado dormida mientras masajeaba la cabeza de su hija, Meg se hubiera dormido de no haber sido por los ruidos de las llantas contra el asfalto justo fuera de su casa. El ruido no era alto, pero tampoco apagaban el motor. ¿Quién contaminaría el ambiente de esa forma?
En un acto reflejo Meg alcanzó el bolsillo trasero de sus diminutos shorts y se sorprendió al no sentir su celular, quería verificar la hora, pero también recordó vagamente no haberlo usado durante toda la noche. No estaba segura si lo había dejado con Tomás, ¿Quizá se le había caído en su auto? Pensó...
Dejarlo en el club era muy improbable, ella había tomado todas sus cosas.
—¡Maldición! —No estaba segura de haber tomado su celular del tocador, al contrario, había estado tan asustada de Heros... de lo que pensaba sobre él, que huyo y abandonó a lo único importante para ella entre todas sus pertenencias.
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Tóxico ©
Любовные романыTras el caos que provocó en su vida la enfermedad de su madre. Megara Bail decidió comenzar a trabajar en el club más lujoso de la ciudad, "La Cueva". Lugar en donde conoció a un sádico y líder de la mafia del norte, Heros Dimitris, quien resultó s...