🍒Cerezas y Vainilla🍒

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Rubén Doblas estaba frente al buzón en la entrada de aquella enorme mansión lila, debatiendo en su mente si dejar o no aquella carta de inmensurable longitud que apretaba entre sus dedos con temor; ya estaba en el lugar, ya estaba frente a donde debía dejar la nota, ya estaba decidido de lo que sentía... entonces, ¿por qué dudaba?

Ah, cierto: Porque era el tontito que había jodido todo, por miedo.

Volviendo a tomar aire en los pulmones, lo contuvo y rápidamente metió la carta en el buzón, para luego exhalar. Dio un último vistazo a la enorme vivienda y, sin querer pensarlo más ni darse tiempo para devolverse a sacar la carta, dio media vuelta y se fue corriendo a su casa, con el corazón en la boca.

Ahora solo quedaba esperar.

Samuel de Luque venía llegando de su rutina diaria en el gimnasio y, como todos los días, se acercó a su buzón de cartas  para ver si habían novedades y, efectivamente, habían varios sobres; muchos de cuentas que ya vencerían que ignoró por completo. Fue viendo uno a uno los paquetes hasta que se topó con uno bastante grueso y pesado de color azul, sin remitente. Curioso por la carta, le dio vuelta a la zona donde se abría, donde vio que el sobre estaba sellado con una imagen de osito.

Y entonces supo de quién era el mensaje.

Frunciendo un poco el ceño y soltando un pesado suspiro, Samuel acomodó los paquetes en su brazo para buscar la llave de la entrada de su enorme casa. Una vez dentro, tiró los sobres sobre la mesa del comedor y subió las escalera en dirección a su habitación, donde buscó un cambio de ropa y se fue a bañar; en la ducha dejó que fluyeran todas las emociones que había estado reprimiendo aquellos días de soledad y confusión: se sentía enojado, triste y perdido. Pero luego una gran llamarada de furia trepó desde su corazón hasta su garganta, sintiendo que ésta le ardía, como si quisiera gritar. De Luque apoyó las manos en los azulejos de la ducha, dejando que el agua tibia recorriera su cuerpo mientras reprimía aquel grito; no pensaba ni quería expresar su enojo con el adorable albino que le había dado vuelta la vida a diestra y siniestra, dejándosela patas arriba cuando se fue.

Frustrado, Samuel cerró las llaves y alargó su mano hasta su toalla morada, y mientras se secaba el húmedo cuerpo, siguió divagando en su mente todo lo que sentía por el torpe chico que le había hecho daño sin así quererlo.

Lo sabía, el moreno entendía que no había sido su intención, sin embargo le había molestado que el único chico que había querido de verdad en su vida, hubiera sido tan cobarde y poco sincero con él; que hubiera huido sin más.

Se terminó de abotonar su camisa negra y elegante, procediendo a finalizar la muda con unos brillantes zapatos cafés que contrastaban con el blanco de sus pantalones; perfecto.

Bajó las escaleras y lo primero que apareció en su campo de visión fue el pesado sobre azul, con el sello de oso a la vista, como si se burlara de él. Suspiro pesado por segunda vez en esa tarde, Samuel decidió tomar aquel paquete y sentarse a leerlo. 

El inicio de inmediato le sacó una burda carcajada.

"Aquí el idiota que huye, comunicándose con el Dios Griego que lo tolera y no sabe cómo.

Vegettita:

                    Lo sé, tengo claro que ahora mismo debes estar molesto por mi escape imprevisto y sin motivo, cuando un día antes había dicho que me sentía muy feliz contigo, ¿no? Pues te cuento que apenas llegué a Noruega lo primero que hice fue lanzarme contra una pared; no, no estoy de coña. Me dolió un huevo pero me ayudó a entender cómo te debiste sentir cuando supiste que me fui de España de la noche a la mañana, sin decirte siquiera adiós.

Cerezas y Vainilla - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora