🪶CAPÍTULO 2: Juventud🪶

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Contempló con inquietud y resentimiento su reflejo en el espejo, el cual mostraba una mujer de piel pálida, con pequeñas arrugas a penas visibles, que ella miraba enormes y claras, su cabello rubio con algunas canas le daba la señal de que pronto envejecería. Una realidad que la desquiciaba.

Se alejó del espejo, abrumada ante su imagen, dirigiéndose al cuerpo que reposaba encima de la mesa de piedra. Ver aquella chica le causo envidia, era tan hermosa que parecía un ángel recién caído del cielo. Entonces lo deseo, deseo ser tan bella como ella.

Tal vez antes de que le quitaran los poderes podría adsorber su juventud como siempre hacía cuando su cara mostraba alguna arruga. Sonrió ante la idea, llevando su mano al rostro de la chica para acariciar su piel y obtener tan solo un poco de su juventud.

—Si yo fuera tú no haría eso—dijo Alonso, sujetando entre su mano la muñeca de la mujer.

Rosy se soltó bruscamente de su agarre.

—Es bastante poderosa, que tome un poco no le afectara—expuso, sobando su muñeca.

—Su fuerza radiará por todo el lugar, pero más te vale mantener tus manos alejadas de ella si no quieres problemas —advirtió, justo en el momento que el resto de sus compañeros entraban a la sala.

Aron contemplo a ambos con sospecha, al percatarse de la energía negativa que desprendían, más no dijo nada.

—Se ha tomado la decisión hermanos, la chica se someterá a varios experimentos antes de obtener sus poderes —informa Alonso, cuando todos están frente a él—. Miguel —mira al hombre a lado de Aron, quien sale de su trance y aparta la mirada de Calix—, llévenla al laboratorio —este asiente.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Rosy al ver al chico rubio entrar a la sala.

—A mí también me alegra de verte —sonríe con amargura.

—Déjate de juegos, ¿qué haces aquí? —exige la mujer.

—No tengo por qué darte explicaciones —menciona

—No deberías estar aquí, eres solo un niño —sonrió con ironía.

—Y tú una vieja —los ojos de Rosy se vuelven completamente negros.

—Tranquilos —ordena Olegario al entrar a la sala y percatarse del problema.

Los ojos de Rosy se aclaran tan rápido como se oscurecieron.

—Llego el jefe —anuncia el rubio.

—Soy tu padre —aclara en voz alta.

—No creas que eso me enorgullece —murmura para sí mismo el chico.

El hombre mayor entrecerró sus ojos con molestia, pero restándole importancia al comentario de su hijo, miro al resto.

—Los veo en la sala de juntas en cinco minutos —salió de la habitación, con todos detrás de él.

—Sabes que debes respetar a tu padre, ¿no? —susurro Alonso al joven.

—Y tú sabes que odio a mi padre y este lugar ¿no? —este niega con una sonrisa en sus labios.

Cuando llegan a la sala, todos toman lugar en sus respectivos asientos.

—Les he reunido a todos para informarles que los científicos han logrado crear un suero que mantendrá a Calix inmóvil, lo cual servirá para estudiarla con más detalle sin el riesgo de saber que despertara en cualquier momento, pues el efecto anestésico de este suero es más fuerte y el tiempo de inconsciencia está establecido —expone—. De igual manera...

—No le hará ningún daño, ¿verdad? —lo interrumpe su hijo.

—No le hará daño a sus poderes, que es lo que importa.

—¿Cómo puedes decir eso?, ella es...

—Ella solo es una herramienta para nosotros —levanta la voz para hacerlo callar —y es algo que no debes olvidar. Porque mientras ningún efecto secundario dañe su poder, este suero se le seguirá suministrando.

El rubio lo miro con rabia, odiaba a su padre de una manera que no era muy sano para su cordura.

—Eso es perfecto —dice Rosy con emoción—el plan está saliendo mejor de lo que se esperaba.

—Eso está por verse aún —comenta Olegario, apartando la vista de su hijo—. Tenemos los sueros que nos ayudaran a controlarla, pero no sabemos cuánto tiempo les cueste a los científicos obtener sus poderes por medio de un método u otra cosa.

—No importa, no dependemos del tiempo —murmuro Jorge, subiendo sus pies a la mesa.

El rubio negó entre medio de una sonrisa.

—¿De qué te ríes? —preguntó con fastidio Rosy.

—De ustedes, de cómo piensan que el tiempo es lo que les sobra —se inclinó en la mesa y pasó la vista por todos los presentes—. Esa chica es la elegida por la naturaleza, la princesa hada, que cuenta con todos los reinos y centenares de soldados capaces de dar su vida para encontrarla y revisar debajo de cada piedra que cruce por su camino. Por lo que lamento decirle que su principal enemigo es el tiempo.

—Es por ello que se ha formulado un plan, y seleccionado cada uno de los lugares en donde se ocultara—dice Olegario—. Nunca la encontrarán.

—¿Y crees que tu plan es perfecto?, padre —pregunta—. No olvides que yo fui él que convivió con ella y sus amigos, así que no te recomiendo que los subestimes.

—No lo subestimo, pero sé que soy mejor que ellos —expone—. Así que, si quieres afectarme con tus comentarios, deberías darme algo mejor en que pensar, que un par de chiquillos jugando al héroe.

El rubio sonrió con malicia. Hoy estaba de humor para escuchar sus plegarias.

—En ese caso, ¿Cómo planeas sacar sus poderes sin dañarlos? —se inclinó hacia él.

—¿De qué hablas? —pregunta Olegario.

El rubio sonríe de nuevo al ver que ha conseguido su objetivo, por lo que solo se limitó a decir.

—Averígüenlo por tu cuenta, padre —se pone de pie, mirando a todos—. Si me disculpan, tengo cosas que hacer.

Con aquello dicho, se dirige a la salida, sin importarle que la mirada de los presentes esté sobre él.

—Tu hijo nos oculta algo —comenta Aron.

—Y piensas que no lo sé —murmura Olegario molesto.

—O tal vez si sabes —dice Rosy y este le da una mirada amenazante, mientras esta lo sigue viendo con sospecha.

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Mi Secreto: Entre Luz y Tinieblas. (Libro III) ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora