Sábado, 1:45 a.m.
Alzó la mirada, totalmente sorprendida al encontrarse con él. Soltó una pequeña risa, relajándose en su lugar mientras se recargaba sobre la fría pared.
— No sabía que me seguirías... — dijo entre pequeñas risitas, mirándole con picardía —. Me rechazaste, pero sigo encontrándome contigo a solas. ¿Te gusta hacerte el difícil?
El más alto le miró, con una sonrisa pequeña formándose en sus labios.
— Digamos que tengo jugar un poco — respondió, fijando su vista detrás de la hermosa chica de cabellos negros, encontrándose con aquél chico sonriéndole —. Pero es cansado estar cazando chicas fáciles... así que, ¿Por qué no lo haces tú?
La pelinegra le miró totalmente ofendida, pero aún así, la confusión le ganó más. A pesar de que sabía que el comentario se refería a ella, sabía que no iba directamente a ella, sino, a alguien más. Un tanto asustada y confundida por lo que ocurría, dudó durante unos segundos antes de darse la vuelta para encontrarse con un chico alto de cabellos negros siendo acompañado de otros dos hombres más grandes. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sintiéndose amenazada ante la presencia de aquellos tres sujetos, por lo que se apegó más hacía la pared y les miró con tanta inseguridad, que el chico de cabellos negros no pudo evitar reír ante su reacción.
— Creo que he perdido el interés. Es divertido cuando tu objetivo es difícil... pero, es demasiado fácil que me disgusta — suspiró el chico de cabellos negros, mirando hacía la pelinegra con desagrado —. Y ni siquiera es tan bonita.
La menor se mantuvo en silencio, mirando hacía él con miedo, sin procesar bien las palabras del chico. Un tanto mareada, se movió de su lugar, sintiendo como el chico de cabellos castaños le tomaba del brazo, ayudándola un poco a sostenerse. Asustada, se alejó de él al instante y el chico solo negó con la cabeza.
— Antes buscabas mi atención... intento ayudarte, ¿y así me tratas? — le gruñó con molestia, fijando su vista hacía el chico de cabellos negros con fastidio —. ¿Quieres buscar a alguien más, Han?
— Iré a mirar por allí, te avisaré si me gusta alguien más, Nam.
— Esperaré tu mensaje.
Dicho aquello, los chicos se fueron por sus propios caminos, dejando a la pelinegra confundida en su lugar. ¿Qué diablos había ocurrido y por qué se sentía tan aliviada de que se marcharan?
Lunes, 10:45 p.m.
Una tarea fácil.
Soltó un gruñido al borrar por segunda vez su ecuación. Llevaba alrededor de quince minutos tratando de comprender porque el resultado no le daba cuando él era tan bueno respondiendo ecuaciones. ¿Era falta de concentración? ¿sueño? ¿hambre o por qué no podía resolver aquello tan básico?, sacudió su cabeza y con molestia dejó caer su lápiz a su pequeña mesa. La mirada de ciertas personas se fijó en él a lo que solo se limitó a poner los ojos en blanco.
