Un joven rubio cenizo salió del pequeño apartamento; con una mochila colgando de su hombro, tenía el ceño levemente fruncido, mientras se dedicaba a cerrar con llave el piso.
Gruñó con pesadez, había vuelto a tener ese recurrente sueño.
De manera inconsciente, miró su meñique, para ver el hilo rojo que estaba enrollado en este.
Trató de agarrarlo, pero su mano lo traspasó.
Al ver el hilo tensarse, sus pensamientos se esfumaron. En el mismo momento, alguien se chocó contra él, provocándole un gruñido.
— ¡Lo... Lo siento Kacchan!
Dijo nervioso su amigo de la infancia, el cual se veía bastante acalorado.
— ¡Vigila por donde caminas nerd!
Contestó molesto, cuando el peliverde salió corriendo.
Negó con la cabeza, antes de mirar el reloj en su muñeca, ignorando el claxon que se escuchó cerca de la puerta de salida del conjunto de apartamentos, por donde había salido el peliverde.
— Joder, llego tarde a clases...
Murmuró, saliendo con rapidez el edificio, por suerte, su facultad estaba cerca.
Por el camino, encontró varias parejas acarameladas, haciéndole recordar el momento en que su hilo se tensó.
Volvió a alzar su mano, para observar el hilo.
Nunca habría creído esta leyenda si no tuviera la extraña capacidad de verlo. ¿Un hilo que te unía a tu alma gemela? Simples tonterías.
Eso pensó, hasta que visualizó el suyo a los 7 años.
La mayoría no podía verlo, y el rubio les tenía envidia por eso.
Había gente que le había gustado en un futuro, pero nunca dijo nada, sabiendo que no llegaría a ninguna parte.
Por eso, quiso ignorar el maldito sobrante carmesí, pero no pudo.
Un sueño le recurría por lo menos una vez al mes, donde encontraba a su alma gemela, que nunca tenía una apariencia fija.
Resopló, tratando de escapar de sus pensamientos, aunque encontrara a su alma gemela la ignoraría para poder cumplir su sueño de abogacía.
Se lo repitió varias veces en su mente, hasta que llegó a la universidad.
— Bien, empecemos el año.
Murmuró.
...
Nada más entrar al recinto, una pelota rodó a sus pies.
El que su espalda al agacharse, agarrando el balón de fútbol con una mano.
Se le quedó mirando con aburrimiento, hasta que le llegaron algunos gritos de las personas que jugaban con él.
"¿Qué son? ¿Niños pequeños?"
Pensó, recordando las veces en las que se encontró en esta situación cuando era pequeño, en el sitio contrario.
Negó con la cabeza para ocultar su sonrisa y el alzó el brazo, para lanzarlo de vuelta.
Sin embargo, un leve tirón en su dedo meñique lo paró, y giro la cara inconscientemente para verlo. Siguió con la mirada el hilo, solo para encontrar a un chico de cabello bicolor, con una expresión de seriedad, que moraba en su dirección, seguramente por el balón en sus manos.
Desvió la mirada tras unos segundos; quitando la expresión de sorpresa de su cara, para fruncir el ceño.
Lanzó el balón; teniendo en cuenta que había tardado demasiado por las miradas impacientes de los otros.
Sin atreverse a mirar de nuevo para comprobarlo que había visto, se apresuró a entrar al edificio para buscar su aula.
...
Encontró su aula poco después con ayuda de las guías que se encontraban por la pared del edificio.
Escogió uno de los asientos del principio, al lado de la ventana, para que nadie pudiera molestarle y despistar lo.
Apoyó el codo en la mesa y su mejilla en la palma de la mano, tratando de olvidar lo que vio.
Cerró los ojos manteniendo aún su ceño fruncido.
Se mantuvo de esta manera durante apenas unos segundos hasta que escucho alguien sentarse a su lado.
Hizo una mueca girando su cara preparado para tirarlo de allí.
— Oí, bastar-
Sus palabras que hagan quedaron en el viento olvidadas.
El joven que se había sentado a su lado era el particular joven de cabello bicolor y ojos heterocromáticos que había visto en la entrada del recinto.
Ambos se miraban fijamente uno mudo de la sorpresa y el otro esperando sus palabras.
El rubio chascó la lengua mirando de nuevo hacia el frente cerrando su mano derecha de la que salía el hilo carmesí.
Por otra parte, por los ojos del joven bicolor se pudo vislumbrar una chispa de emoción que fue opacado de inmediato por su expresión de indiferencia.
Así empezaron las horas de estudio.
...
Katsuki estuvo jugando con el bolígrafo durante todas las clases; apuntando cosas de importancia, que fueron pocas, ya que la mayoría del tiempo se basó en presentaciones.
De esa manera; supo que el joven a su lado se llamaba Todoroki Shoto, aunque trato de actuar como si no hubiera prestado atención a ese dato.
En la pausa del almuerzo; el rubio se juntó con sus amigos los cuales habían auto apodado "bakusquad".
Un par de risas que no provenían del rubio cenizo hicieron presencia, antes de que tuvieran que volver a clase.
Desgraciadamente ninguno de sus amigos estaba en su clase, ni siquiera su amigo de la infancia podado "Deku", por ello no puedo protestar a la persona sentada a su lado que no había molestado en ningún momento.
No podía negar el hecho de que le miro más de un par de veces de reojo, y debía admitir que era atractivo, aunque nunca se lo diría.
Se encontraban en la última clase con los últimos minutos acercándose.
Dejo el bolígrafo en la mesa, resoplando.
— ¿No puedes cambiarte de clase?
Le pregunto de golpe, mirándole.
— ¿Qué?
Respondió el contrario confuso, arqueando una ceja por tal extraña pregunta.
Bakugo pasó una mano por su pelo, no debería haber dicho, eso pensó.
— Olvídalo.
Se levantó al ver que ya habían terminado las clases, agarrando sus cosas para abandonar el aula.
El chico de cabello bicolor, se quedó en su sitio siguiendo le con la mirada hasta que se fue.
Tenía una mirada complicada, sin saber el motivo de esa confusa pregunta, pero de alguna manera, emocionado por haber conocido al contrario.
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Enemigos destinados (TodoBaku)
FanfictionUna leyenda hacía presencia en la sociedad desde mucho tiempo atrás. La existencia de un hilo rojo enrollado en el meñique que te unía a tu alma gemela, tu persona destinada. Bakugo Katsuki nunca habría creído esa tontería, si no lo pudiera verlo. _...