Todavía no le he dado lo que escribí a la psicóloga. No puedo contar muchas cosas. Tengo que darme mi tiempo para terminar en confiar en ella.
Venganza
Para ir al castigo del profesor Flynn tuve que excusarme en casa que le ayudaría a coordinar el proyecto del semestre. Estaba castigada muchos antes, todo databa desde mi cumpleaños número dieciocho en marzo cuando Catalina y Alonzo me encontraron drogada y borracha en el departamento de Ramiro. Todo se había calmado hasta mi acto intencionado contra los exámenes de química y lo que siguió hasta detención vacacional.
No podía salir sola porque Catalina creía que iría tras mis amigos, los que me dejaron en mi fiesta y los que irónicamente ella me había prohibido ver. Y no le hice caso porque ya era mayor, sino porque ellos se alejaron de mí.
Era poco lo que salía por evidentes razones, aparte de trotar por las calles y Central Park cuando comencé mi rutina al sentirme sola. Por eso siempre iba acompañada de mi familia, y cuando Alonzo se ofreció en llevarme ese sábado, no me negué porque era un ángel. Así que estuvimos todo el camino a la escuela cantando las de Luis Miguel.
—¿Algún día podré desplazarme por mi misma a los lugares que quiera? —le pregunté.
—Oye, te hemos dejado venir en metro desde que empezaron las clases. Te confiamos esa libertad —respondió amigable.
—Hace varios meses sucedió lo de detención vacacional —repliqué quitándome el cinturón de seguridad—. Ya es suficiente.
—Hasta el final de septiembre. Recuérdalo. Te has portado bien, no lo arruines.
—Alonzo, no confíes mucho en mis impulsos.
Ante mi cinismo él me devolvió una mirada seria.
—Tus impulsos terminan en desastre.
—No lo niego.
Me despedí con un adiós y él con un beso en mi mejilla.
Caminé directo a salón de arte de la primera planta, donde estaba el profesor Flynn sentado comiéndose un pretzel y a Mary Anne Reed. Ella me saludó con entusiasmo y amabilidad, no le respondí, caminé hacia el profesor y le pregunté qué haría.
—Buenas días también a ti, se te nota que te quieres ir cuanto antes —respondió él divertido, tomando café—. ¿Quieres café? Sírvete y endúlzate.
Yo confirmé con la cabeza a lo que había deducido de querer irme, Mary Anne soltó una risita. Mi naturaleza no era ser amable con las personas que no eran de mi íntimo entorno, no lo sentía por el profesor al cual le iba a hacer el trabajo que a él le tocaba, además de mostrarse confianzudo, ni a ella que parecía siempre enérgica y metida
Flynn minutos después de compartir combinaciones de café con Mary Anne, nos asignó a cada una trazar con lápiz los patrones de figuras geométricas en láminas de cartón las decoraciones para el salón de arte principal, en medio de conversaciones de la chica y él, por lo que noté que ella era muy social y conversadora.
Sabía de su existencia porque era mi vecina de casillero derecho por lo que siempre me saludaba, siendo una tortura en la mañana cuando me acercaba a sacar cosas y ella estaba cantando fatal para que yo le diga algo y así tratar de hacerme conversación.
—La señorita Cloy está muy callada ¿algún problema? —comentó el profesor concentrado en un origami.
Tenía dedos largos y morenos que conectaban con unos brazos decentemente musculosos. El traje que llevaba el día que me regañó tapó lo que la sudadera que cargaba encima mostraba. Por eso decidí hacerle compañía, aun con Mary Anne por razones obvias la tenía pegada a su lado.
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Descaradamente Problemática ©
Dla nastolatkówLuchar en aguas turbias para alcanzar una rosa es la definición del masoquismo para Cloy, la rebelde, violenta y mal hablada que contrasta con toda su familia. Y eso no es lo que sabía Logan cuando él decidió insistirle por una amistad que, tras neg...