Capítulo 32

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La brisa marina, que llegaba por entre las calles, revolvía los cabellos que se escapaban del improvisado recogido que se acababa de hacer Ligia, la noche era oscura y Ubbe había conseguido convencerla para ir a comprobar si las princesas estaban bien. Caminaron unos pocos pasos más hasta llegar a la puerta que daba entrada a unas escaleras hasta los aposentos de las princesas y de las guerreras y damas de confianza de las mismas, pero esa noche la estancia de Atargatis estaba vacía, al igual que el resto de estancias, todas excepto una, guardada por Estigia. El castaño y rizado cabello de la guerrera se movió al escuchar unos pasos acercarse, pero se tranquilizó al ver a su reina. La joven se veía muy cansada, con los cabellos revueltos y marcadas ojeras que apenas conseguían disimularse pese a su oscuro tono de piel.

-¿Has descansado desde que llegaste?

-Debo cuidar a las princesas, mi reina.

-Debes descansar, no quiero perder a más guerreras leales - Intentó disimular la tristeza en su voz. – Ve a buscar a quien te sustituya.

-Sí, mi reina.

-Kendra...

-¿Perdón, mi reina?

-Cuando me fui estaba bastante avanzada en el arte de la lucha... Al menos eso creo recordar...

-Sí, mi reina, pero...

-Es joven lo sé, pero por algo se debe empezar... Me duele decirlo, pero las cosas van a cambiar, Ondina será mi armera, y... Tú y Metis, ambas tomareis su puesto, habéis probado ser leales, sabéis cumplir con vuestro cargo, esto es prueba de ello, agotada, sin fuerzas, pero aquí sigues, al igual que Metis, tomó las riendas y organizó a las guerreras para la seguridad... Aún no es oficial, no hasta después del nombramiento de Ondina, pero después alguien tendrá, al igual que vosotras, empezar a formarse, y quiero que sea Kendra.

-Pero es joven...

-Sí, y por eso hará guardia con una guerrera de tu confianza, acaba de empezar su entrenamiento.

-Así será, mi reina.

-Estaré en el interior con las princesas, dile a la guerrera que elijas que me avise al llegar.

-Claro, mi reina.

-Ya os dije hace tiempo que me llamaseis Ligia, debéis empezar a acostumbraros. Marchad y descansad. – Ligia entró a la estancia de las princesas tras darle una sonrisa de despedida a Estigia. Quedando Ubbe en la puerta vigilando.

Las princesas dormían en brazos de Atargatis mientras Idía intentaba no despertar a Dahud al levantarse para recibir a Ligia, pero esta alzó la mano suavemente indicándole que permaneciera sentada para no despertar a la pequeña.

-Estáis bien, mi reina... - Suspiraba aliviada. – Nos mandaron saltar al agua, no sabíamos lo que pasaba, llegamos aquí sin saber que ocurría, y después... Después vimos a Lorelei... Las princesas la vieron... Se han dormido llorando... ¿Qué ocurrió? – Ligia tomó una almohada para sentarse en el suelo junto a Idía, la cual se hallaba sentada en él, con uno de sus brazos bajo la cabeza de la pequeña que dormía en la cama agarrada a él.

-Perdimos la batalla Ivar hirió de muerte a Lorelei... - Intentaba controlar su voz para no despertar a las pequeñas, pero el dolor y la ira no ayudaban. – Venían de camino a Kattegat, mandé marchar a todas las guerreras y sirvientas. También huyeron Björn, Lagertha, Torvi y el monje ese...

-¿Qué monje?

-En otro momento... - Idía asintió. – Debía quedarme para retrasarles algo, distraerles, por si aún no habíais salido de allí, pero Ubbe se quiso quedar conmigo... Y unas guerreras, Ondina no quería que me quedara sola...

-Hizo bien, en ocasiones antepones a tu pueblo cuando lo principal eres tú - Dijo acariciando el vientre de Ligia. – Por lo que veo pudisteis huir. Me alegro.

-¿Y Atargatis? – Ligia miró con ligera tristeza a la joven de pelo anaranjado que dormía en otra cama con las princesas.

-Ambas sabemos que no tiene alma de guerrera, es demasiado dulce, su pasión es aprender... Pero creo que ha sabido sobrellevar la situación, protegiendo a las princesas y tranquilizándolas. Ha sido muy fuerte y valiente.

-Siento que haya tenido que pasar por esto...

-No, si no hubiera sido ahora, habría sido en otro momento. Mejor agradecer que lo haya vivido con quien la ha ayudado y protegido, todo son experiencias y lecciones, las buenas y las malas. – Ligia simplemente asintió intentando no volver a llorar para no despertar a las pequeñas. La puerta se abrió ligeramente, dejando entrever el rostro de Ubbe y alguien tras él. Ligia respiró profundamente y se levantó para salir de la estancia.

-¿Qué ocurre?

-Ya están aquí. – Ubbe respondió moviendo su cabeza.

- Mi reina, Estigia nos informó de que nos había hecho llamar.

-Así es, seréis su relevo, debía descansar. ¿Te ha comentado tu misión?

-Sí, mi reina.

-Muy bien. – Ligia posó su mirada en la joven de cabellos color chocolate. – Kendra... - Ligia respiró intentando controlar sus emociones. – ¿Sabes por qué tienes ese nombre?

-Sí, mi reina. Mi madre me contó la historia... Decía que cuando mi madre, la que me trajo a este mundo, estaba embarazada de mí, sufrió muchas complicaciones, pero que una de las sirvientas de la reina la ayudaba siempre que podía. El día de mi nacimiento mis madres acudieron a ella, pues estaba muy débil, tardé un día entero en llegar al mundo, un parto muy complicado, casi muero en él, mi madre agotó las pocas energías que tenía y, como último deseo, pidió que me dieran el nombre de aquella que había hecho posible que yo viviera, llevo el nombre de aquella sirvienta.

-No era una sirvienta cualquiera, era mi nodriza y la madre de Ondina. Pero bueno, no te he mandado llamar para recordar el pasado, estás aquí porque a partir de ahora empieza tu entrenamiento, el de verdad. Querías ser guerrera de la guardia, ¿verdad?

-Sí, sí, mi reina. Pero...

-¿Tienes algún inconveniente? Si lo prefieres puedo ofrecérselo a otra...

-No. – La interrumpió, llevándose una llamada de atención de su adiestradora esa noche. – Perdón, mi reina, no quería interrumpirla.

-No te preocupes, entiendo tu emoción, pero a partir de ahora el adiestramiento podrá dártelo cualquier guerrera de mi confianza o alguna que ellas mismas elijan. Cada una te enseñará algo diferente, disciplina, orden, inteligencia, rapidez, técnica, perseverancia, lealtad... Tengo esperanzas en ti, no me defraudes.

-No lo haré, mi reina. – Ligia se despidió de ambas con un ligero movimiento de cabeza y salió junto a Ubbe de nuevo a la calle, la noche había pasado rápido, el alba se acercaba y quería estar frente a esa puerta antes de que ese momento llegara.

El silencio reinaba frente a aquella puerta, expectantes esperaban en silencio, entre lágrimas, Metis, Ligia y Estigia, la cual se había levantado a tiempo o al menos eso había dicho, pero todos allí sabían que no había podido dormir. Ubbe permanecía sentado contra la pared, intentando entender lo que estaba viviendo, este era otro mundo, uno muy distinto al suyo, pero que a la vez generaba gran curiosidad en él, ganas de aprender, de descubrir. Un ligero chirrido hizo volver todos los rostros hacia la puerta, ahora abierta, dejando ver a una Ondina cansada y de ojos rojos e hinchados por el continuo llanto. La ceremonia había terminado, era hora de la despedida. Un golpe seco a sus espaldas precedió a un desconsolado llanto, casi como una llamada a las lágrimas de Ondina que volvieron a salir, teniendo que ser agarrada por Marinha y Murgen para que no callera al suelo. Frente a la joven, al otro extremo del pasillo, arrodillada, yacía la anciana Admete, llorando desconsoladamente la muerte de su hija.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora