Capítulo XXII

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   Kay me llevó para la habitación en la que él pasaría la noche, aún estaba muy mal y no paraba de llorar por todo lo que había descubierto de forma tan brusca. Me acosté sobre la cama sin decir una palabra y él se sentó junto a mí.

   —Valeria, no sigas así, por favor —me dijo acariciando mi cabello en lo que supuse era un intento por consolarme.

   —¿Cómo puddieron hacerme esto? Son mis padres... ¿Cómo pueden haberme vendido así? —sollocé abrazada a la almohada.

   —No pienses en eso, no te lastimes más con ello. Prometo que te sacaré de aquí y no te traeré más, ¿está bien?

   —Eso no disminuye mi dolor, hubiera preferido seguir creyendo que era el culpable. Por lo menos a usted se lo perdonaba porque era lógico que yo no le importara; pero ellos son mis padres, mis hermanas ¿Cómo pudieron?

   —Valeria, yo...

   —¿Majestad? —llamaron desde el otro lado de la puerta—. Majestad, necesito hablar con usted.

   Inmediatamente reconocí su voz—Es Anica, mi hermana —me senté sobre la cama secando mis lágrimas—. No sé que quiera, pero no quiero que me vea aquí.

   —Majestad, por favor, abra —volvió a insistir mi hermana tocando con vehemencia.

   —Si quieres no abro.

   —No, ábrale y vea qué es lo que quiere, yo iré para el baño —me levanté de la cama pero me sujetó de la mano.

   —No quiero que sigas llorando.

   —Haré lo posible.

   Me fui hacia el baño y me puse detrás de la puerta de tal manera que pudiese ver lo que pasaba. Él dejó pasar a mi hermana poco después, dejándome ver cómo entraba a la habitación como si fuera suya.

   —¿Qué sucede? —preguntó Kay distante y con cierto tono cortante que ya yo conocía bien.

   —Solo vine a hacerle una visita —ella se sentó sobre la cama cruzando las piernas, alzando un poco su vestido para dejarlas al descubierto. Kay alzó  las cejas ante lo que hacía y yo comencé a hervir— ¿Sabe, Majestad? Usted es muy apuesto.

   —«Voy a matar a esa desgraciada» —pensé mordiendo mi labio internamente por la furia ¿Cómo podía ser tan descarada?

   Ella apartó su cabello dorado hacia un lado, bajando los tirantes de su sencillo vestido, hasta dejar al descubierto sus hombros y poco le faltó para mostrar más. Noté como sus ojos azules se fijaban intensamente en los de Kay, al tiempo que mordía sutilmente su labio inferior, con una sonrisa. Lo admito, hasta yo si fuera hombre caería ante su belleza, no podía negar que mi hermana era mucho más hermosa y atractiva que yo, su cuerpo estaba perfectamente formado, con una piel de porcelana y cara la de un ángel. Toda una arpía con suerte.

   —No entiendo tu punto... Ehmm ¿Cómo era que te llamabas? —preguntó Kay, como si no fuera más que obvio lo que quería.

   —Anica, majestad.

   —Exacto, pues... Anica, explícame, ¿cuál es el motivo de tu visita? —arqueó una ceja y ella se levantó acercándose a él.

   —Pues verá, majestad, al parecer no está muy contento con mi hermanita ya que la trajo hasta aquí de vuelta. Entonces... Estaba pensando en que quizá quiera cambiar de hermana —le propuso jugando con los adornos de su atuendo.

   Kay sonrió y acarició su cuello y hombro. Yo estaba hirviendo de la rabia y admito que algo más, no quería que estuviera cerca de ella, quería que esa arpía quitara sus sucias manos de mi rey.

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora