Capítulo 10

36 2 6
                                    


Ya había transcurrido horas desde el momento con Evangeline, veía por mi ventana todos los carruajes y autos que de ellos salían nobles, condes, ministros y toda la clase alta. Me resultaba difícil reconocerlos a los pocos que conocía por efecto de los antifaces.

Los nervios se apoderaban de mí, esta noche definiría el futuro de mi reinado, quien seria "el afortunado" de compartir el trono. Ni siquiera sabía a quienes habían escogidos como pretendientes, fuera quien fuera no funcionaria. El pensamiento de cual de mis dos versiones actuaria hoy rondaba en mi cabeza. Amelia u Odette. Tenía miedo, lo admito, alguien estaba decidiendo por mí sin importar mi opinión y esa elección la tendría que tomar yo.

Entre tantas vueltas pasaron 20 minutos, tocaron la puerta de la alcoba, ya era hora. Me aproxime a la puerta, inhale hondo y exhale antes de abrir. Hoy gozaría el baile y no centraría mi atención en la injusticia. Gire del picaporte y halé hacia adentro.

Mis hermanas y yo salimos al mismo tiempo, nos alineamos en una fila acorde de nuestra analogía. Mamá se sitúo enfrente de la fila extensa, a su derecha se encontraban sirvientes con cajas de terciopelo.

Valery delante de mí innovó una reverencia y con su estupendo cabello avellana ondulado la reina colocó una tiara y depositó un beso en la frente de ella. La más pequeña de todas pasó al final de la fila no sin antes darme una sonrisa. La sonrisa de Valery te obligaba a olvidarte de todo el mal y te trasportaba a un mundo donde abundaba la dulzura y paz.

Era mi turno, avancé hacia mamá, tan deslumbrante como siempre ella. Portaba un vestido negro con una abertura entre su pecho, emergían brillos dorados en este y su cabello peinado para atrás con la corona más grande de su colección. No llevaba antifaz. El sirviente le tendió otra caja y cargaba mi nueva tiara que papá mando a producir para esta ocasión antes que falleciera. Era tal cual a como él me la había descrito.

Mediana con puntas ascendentes alrededor, plateada con cristales en medio de cada vértice en estilo barraco, al colocármela mamá me arrimó junto a ella y me murmuró: Sé fuerte. Y me proporcionó un beso en la mejilla. Quedé ahí, esperando alguna explicación o rastro en los ojos miel de ella, no acerté nada.

Pasaron las demás y nos dividieron por categoría, tres mayores y las tres menores, luego nos introdujeron en un pasadizo estrecho con destino al salón de baile, aguardando por la señal.

Valery posó su cabeza en mi espalda.

Repitiendo el mismo acto de Valery, apoyé mi cabeza en la espalda de Alicia. Era un secreto nuestro, si algunas de nosotras no nos sentíamos bien o estábamos nerviosas, apoyábamos la cabeza de una en la espalda de otra.

Las trompetas retumbaron por todo el palacio, ya habían llegado todos los invitados. El maestro de ceremonia era Antonio Colleman e inició con su charloteo.

Escuché la presentación de la Reina y mi corazón se inquietó, luego entraba la fila mayor y en seguida nosotras.

Mientras anunciaban el nombre de mis hermanas mayores y sus títulos, me permití admirarla a cada una de ellas. Todas teniendo el porte de una reina, sabían que tenían el suficiente valor para portar una verdadera corona en sus cabezas, ellas no lo sabían pero estaban casi listas para reinar. En general las mayores siempre tendrían el superior conocimiento sobre la política que las menores.

Las mayores tomaron sus puestos en sus tronos. Los nombres de mis hermanas y posteriormente los aplausos se volvieron en una melodía repetitiva.

Alicia avanzó y se intensificó el cosquilleo en la boca de mi estómago.

Vamos Amelia, solo camina recta, miras al público y tomas tu trono, sencillo. Me repetí eso una y otra vez en un intento de mantener a raya mis nervios. Al escuchar mi nombre ser anunciado y consecutivo los aplausos salí del pasadizo con la cabeza en alto e invertí mi mirada al público y la calma me abandonó por completo.

I Choose My DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora