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Gemidos se escuchaban en la pequeña habitación, el olor a tabaco inundaba sus fosas nasales; quería gritar más no podía hacerlo, intento forcejear para liberarse de su agarre pero le era imposible. Sus muñecas eran aprisionadas tan fuerte que dejó de luchar.

Sus pechos eran tocados con tanta fuerza que lágrimas salían de sus ojos sin parar, había dejado de pelear por su libertad; sus bellos ojos perdían su luz.

—Eres deliciosa —gimió aquel sujeto provocándole asco con solo oírlo.

Exclamaba mentalmente que pararan que la matarán, estaba destrozada no podía más, hasta que despertó.

—¡Suéltenme, déjenme en paz! —gritó con desesperación mientras jalaba sus cabellos azulados con gran fuerza. Siendo escuchada su puerta se abrió asustandola más.

—¡Hinata, tranquila no pasa nada es sólo una pesadilla! —trató de tranquilizar su padre mientras se acercaba a ella para abrazarla pero no confiaba en él—. Yo estoy aquí para cuidarte.

—¡No! ¡Ellos quieren lastimarme de nuevo! —entre sollozos abrazo a su padre, pidiendo a gritos su ayuda—. ¡Papá ayúdame! No quiero verlos...

—¡Neji, los tranquilizantes! —en la puerta se encontraba el Hyūga con el medicamento mientras intentaban inyectarla, su hermana menor la veía horrorizada—. ¡Hanabi sal de aquí!

La pequeña cerró la puerta, corriendo a su cama tapando sus oídos para no escuchar los gritos de dolor de su hermana.

—Hermanita —murmuró la pequeña entre lágrimas, por ver a su querida Hinata sufrir.

Al día siguiente

Era un hermoso día, el sol se veía hermoso decorado con nubes blancas en un hermoso cielo azul.

Los Hyūgas se encontraban desayunado, a excepción de una ojiluna. Suspirando el Hyūga mayor llamó la atención de los demás.

—Hanabi, ve a ponerte tus zapatos, saldremos por un helado ¿Te parece?

—Si padre —respondió con una gran sonrisa, subiendo las escaleras desapareció, dejando a los dos hombres solos—. Neji antes que venga Hanabi, tenemos que hablar de Hinata.

—Entiendo —ambos se pusieron de pie dirigiéndose al despacho, tomando asiento el patriarca habló.

—Hinata a empeorado, las pesadillas son con más frecuencia ya no soporto verla así —apretando con impotencia el pequeño peluche que le obsequiaron su hijas de pequeñas—. Ya no sé qué hacer, no soporto estar sedandola cada que tiene un ataque...

—Lo entiendo Hiashi-sama, yo tampoco puedo verla así y no quiero que vuelva a recaer...

—Lo he pensado mucho y sé que ella no va a querer pero no me voy a arriesgar a que ella siga haciéndose daño, la llevaré con otro psicólogo.

—Entiendo, pero de verdad cree que aceptará.

•••

Se sentía pesada de todo el cuerpo, con esfuerzo logró incorporar parte de su cuerpo. Inspirando débilmente susurró—. Otra vez... Esa mierda —su brazo le dolía pues siempre que tenía sus ataques su padre y primo la sedaban—. Prefiero a verme muerto...

SánandoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora