{Capítulo 2}

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Tuve que ser muy evidente con mi nueva actitud de ánimo al llegar a casa; ya que, mis padres me observaron con una sonrisita de complicidad a lo largo de mi espera.

Cuando el ansiado viernes llega, no sé qué demonios hacer. Llevo dos meses de dormir doce horas, comer gorderías, no maquillarme, no peinarme y no vestirme con ropa decente ¿qué es un sostén?

Pero por alguna razón, me desespera ir a mi encuentro, me siento como una adolescente de nuevo.

De joven era extrovertida, solía salir con amigos a fiestas y bailar hasta que me dolieran los pies. Extraño eso. Extraño esa yo... Ahora no soy tan popular. Al decidir crecer tan rápidamente, fui quedándome sola. Quienes nunca me han fallado son Stella y Slaton, son mellizos, y la única razón por la que no me han llamado, es porque soy una idiota, les dije que iría a un retiro... ¡oh! Otro defecto, suelo alejar a las personas, mi situación no es la mejor y no quiero darles lastima, aunque lo único que quieran es ayudarme.

Los conocí en el colegio, siempre han sido muy relajados y pacíficos. Stella estaba conmigo en el club de baile, le gustaba menearse de forma rara, y todos la molestaban, pero como se divertía, continuó pese a las críticas, ahí supe que debíamos ser amigas; gracias a ella conocí a su hermano Slaton, un rebelde sin causa con una sola adoración, su Marley, un corvette stingray negro. Los adoro muchísimo; me ayudaron a sentirme mejor en cuanto al tema de la lesión, fueron un gran apoyo, por eso me parece injusto que tenga que volver a recurrir a ellos.

Cuando despejo mi mente, vuelvo a concentrarme en conseguir un atuendo presentable, no quiero volver a ver a Jed con una pijama y los pelos de punta.

Me decido por una combinación fiel; franela blanca, un blue jean holgado y mis vans. Decido comenzar una lucha con el peine en un intento de apresar los tentáculos que escapan de mi cabello, y por último aplico maquillaje. Por primera vez en meses, me parezco a mí.

Tomo una respiración profunda, preguntándome en el espejo del baño "¿qué carajos haces? ¿en serio estás tan desesperada?" Pero decido darme una cachetada mental porque si estoy desesperada.

Me echo un último vistazo antes de bajar.

Al llegar al pie de las escaleras, mis padres me observan estupefactos.

—¿A qué Dios le debo el enorme "Gracias"?— comenta papá, mientras bebe un sorbo de café.

Yo solo volteo los ojos y me dedico a buscar mis llaves.

—¿Qué pasó aquel día en la cafetería? No quería preguntarte para no ser indiscreta, pero te ves... diferente, tu padre y yo lo notamos— dice mamá, analizando cada una de mis reacciones, como una águila.

—Conocí a alguien y me ofreció su ayuda, según entendí, es algo así como un grupo de meditación, pero no pierdo nada yendo a ver— dije en un tono desinteresado.

—¿Estás bromeando, no? ¿Vas a ir a ver a un extraño que te ofrece ir a un grupo de más extraños?— salta mamá con preocupación.

—Ryan... Adal está grande y seguro no es un completo extraño, apuesto a que por lo menos sabe su nombre— habla papá, intentando calmarla.

—Si, se llama Jed Knowell y nos vamos a ver en un centro comercial, es un lugar público.

—Abner... no puedo creer que permitas esto— dice mamá.

Yo volteo los ojos y hastiada de la conversación, me largo. Ya soy una mujer que es capaz de tomar sus propias decisiones.

Voy hasta la parada y tomo el autobús. En todo el recorrido, mi mente no deja de maquinar en las posibilidades ¿Y si es una secta donde yo seré el sacrificio humano? No lo creo, Jed no tenía esa pinta, se veía como un chico normal que no se toma la vida tan en serio, lo cual le daba más atractivo a su apariencia, porque hay que aceptarlo, Jed es muy guapo, pero no he tomado la decisión de ir por eso, es porque tengo un buen presentimiento.

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