Prólogo

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Aquellas hebras castañas danzaban entre
el viento, dejándola completamente despeinada. Sus pequeños pies chapoteaban entre el pasto mojado mientras yo perseguía su rastro; aunque su risa era inaudible, su brillante sonrisa me hacía saber que adoraba escabullirse y saltar en los charcos de agua mientas yo intentaba atraparla.

De alguna extraña manera, la incertidumbre no me dejaba tranquilo, y esa terrible sensación golpeando mi pecho me dejaba un sabor amargo en la garganta. Mi angustia por acelerar mis pasos era tan pesada que me hacía ir aún más lento, pero cuando ella por fin se detuvo, una gran sombra cubrió repentinamente su cuerpo.

Me inquietó.

Incliné la cabeza algunos centímetros hacia arriba, deseando ver al dueño de aquella oscuridad que se cernía sobre ella, acobijándola como si de una manta se tratase.

— Ven conmigo, cariño— las comisuras de sus labios se torcieron en una sonrisa la cual  dejaba ver sus dientes amarillos con una entrañable lentitud, pronunciando cada palabra de una manera espeluznante; frívola, siniestra. Su mano tosca y gorda rodeó la delgada muñeca de la niña, obligándola a caminar detrás de él.

Traté de seguirlos, de verdad lo intenté, pero simplemente no podía: mi cabeza daba vueltas, mi cuerpo de repente se sentía tan pesado que pensé que me caería en cualquier momento, mi visión se nublaba y ese molesto sonido cubriendo mis oídos me impedían tan siquiera pestañear.

No te vayas.

Podía sentir el hormigueo recorriendo cada músculo de mis piernas, un tintineo que me pedía correr tras ellos. Pero no pude.

Los enormes pinos del bosque los consumió, siendo absortos por la fúnebre oscuridad. Mi garganta picaba, y el cuerpo no dejaba de temblar mientras el escozor sólo me hacía balbucear.

Por favor no. Vuelve a mí, Bell...

Mis puños se apretaron en las sábanas desordenadas, el tamborileo en mi pecho y la respiración agitada me hizo cerrar los ojos con fuerza.

Inhala. Exhala.

Inhala. Exhala.

Ese estúpido sueño de nuevo, un estúpido sueño sin sentido que me dejaba un terrible dolor en la sien izquierda.

No tengo tiempo para esto.

Tomé una toalla y entré al baño, me deshice de cada prenda y sin titubeos me adentré bajo el agua fría que me hizo estremecer. Odio las duchas mañaneras, pero es lo que llevo haciendo desde hace un tiempo. Es lo único que calma la sensación desagradable martilleando mi pecho con la cual amanecía después de ese sueño repetitivo el cual no tenía sentido.

Bell...

Ese nombre era lo único que recorría mi mente, sumiéndome en una burbuja de incertidumbre.

Bell...

Dije que era un sueño sin sentido alguno, pero no podía ignorar el cosquilleo en mi lengua cada que pensaba o pronunciaba ese nombre. Odiaba consumirme en esos pensamientos, nunca antes había visto a esa niña, ni ese patio trasero, ni a ese señor gordo; aún así, cada mañana era como un deja vú.

¿Quién eres?

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⏰ Última actualización: Aug 09 ⏰

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