PRÓLOGO

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Me encontraba en un sitio oscuro y húmedo. Únicamente había una lámpara vieja y oxidada alumbrando una gran estancia. Había cuatro ventanas por las cuales entraba la luz de la luna. En el centro de la estancia se hallaba una gran mesa redonda con frascos encima.                                                                     Sentí curiosidad y me acerqué a la mesa. Había cientos de frascos con distintos colores, llenos de líquidos y llenos de cosas viscosas. Me di cuenta de que había un libro. Tenía las tapas duras y desgastadas. Su título me llamó la atención: ‘’ Mil y un hechizos’’. Supuse que sería de mentira, pero no estaba del todo segura. No tardé en averiguarlo, porque sin darme cuenta estaba pasando aquellas desgastadas y amarillentas páginas.

‘’Cómo encantar a los vampiros’’ o ‘’ Cómo transformar a un hombre en licántropo’’ me hicieron creer que aquel libro de hechizos era de verdad.

De repente, oí unos pasos, y me fui a esconder rápidamente detrás de una columna que había cerca de una mesa. Los pasos se oían más y más cerca, pero aún no sabía de qué dirección venían. No lo supe hasta que vi aparecer una puerta por arte de magia en una de las paredes. Se abrió, y por ella entró una persona con una larga túnica negra y un gorro puntiagudo. Refunfuñaba algo por lo bajo y por su voz supe que era un hombre.

Como de la nada, apareció un caldero humeante que hizo que me asustara bastante.

Me pareció que era un hechicero. Se dirigió a la mesa, cogió varios frascos y los vertió en el caldero. Cuando fue a coger otros frasquitos se fijó en el libro abierto. Llamó a alguien:

-¡Marco, ven aquí!- gritó deprisa.

Por la puerta entró un joven de mediana edad con unos rasgos duros y con el cabello rubio. Debajo de la camisa que vestía se podía apreciar un cuerpo musculoso y tonificado.

Embobada con el rostro de aquel chico, el hombre volvió a hablar:

-Busca un rastro en el libro que pueda identificar al que lo haya abierto. No sé quién puede haber entrado aquí y cómo lo ha hecho, porque tú no lo habrás abierto, ¿no?

-Por supuesto que no, señor- respondió el joven. Me pareció que tenía una voz gravemente sexy.

El joven se dirigió hacia el libro y se sacó un aparato del bolsillo del vaquero. Parecía que estaba hecha  de metal. La pasó por el libro abierto y se oyó un pitido. Parecía una especie de rastreador. Tenía una pantalla en la que el joven llamado Marco estaba inmerso.

-Lo tengo-dijo dirigiéndose al mago-. El rastreador indica que ha estado por aquí una muchacha joven husmeando no hace mucho tiempo.

-¡Encuéntrala rápido!-apremió el hombre del gorro puntiagudo-. No debe saber de la existencia de esta sala ni de nosotros.

El chico empezó a recorrer la sala. Yo intentaba hacer todo lo que podía para que no se escuchase mi rápida respiración. Estaba asustada: no sabía que me pretendía hacer aquel hombre al encontrarme allí.

Sumida en mis pensamientos no me di cuenta que el chico joven estaba cerca de donde me encontraba yo, unos pasos más y me encontraría. Cerré los ojos e intenté pensar cómo me las podría apañar para salir de aquella sala en escasos segundos. Tenía que ser rápida y sigilosa, aunque el mago estuviera vigilando para ver si me encontraba. La puerta la habían dejado abierta antes, así que no me tenía que preocupar de abrirla ahora. El chico se acercaba cada vez más a mi posición, pensé: ‘ahora o nunca’

Salí de detrás de la columna y me dirigí corriendo hacia la puerta como si el demonio me persiguiera. Oí como un par de pies detrás de mi me perseguían. Supuse que era Marco porque no creo que aquel señor mayor me persiguiera.

Fuera de la sala, me adentré en un pasillo en el que reinaba la calma y la quietud, excepto por el hecho de que estaba corriendo y una persona me perseguía. Mientras que corría veía de pasada que el pasillo estaba hecho de piedra. Olía a agua estancada dentro y hacía frío. Él corredor era recto y largo, y no había visto todavía ningún otro pasillo por el que podría huir. Me fijé en que el túnel ya no estaba tan oscuro como antes,  pude apreciar un poco más de luz de la que había antes. Entonces, divisé con furor el final del túnel. Me dio esperanzas y pude correr con un objetivo: alcanzar el final del túnel.

-¡Espera, no corras más!-me advirtió Marco-. ¡Si sigues corriendo no podrás parar y llegarás al final del túnel! ¡No tiene salida, verás que la única opción que tienes es saltar al mar!

No le hice caso, no le creí, no tenía motivos para confiar en él. Prefería tirarme al agua en vez de quedarme con él y con aquel hombre tan extraño que había levantado malas vibraciones en mí. Me di cuenta de que Marco corría más rápido con la intención de detenerme. Yo, en cambio, cada vez me sentía un poco más fatigada. Me quedaba muy poco para salir de aquel frío pasadizo.

Sin darme cuenta, tropecé con una gran piedra. Siendo tan grande me dio a pensar que se había desprendido del techo. Estaba a punto de caerme al suelo cuando sentí que unas manos fuertes me agarraban de la cintura y me ponían en pie.

-No me toques- le dije con voz fría a aquel chico.

-Si no salimos de aquí pronto, se desprenderán las piedras de este pasadizo-dijo mientras me ponía en pie haciendo caso omiso a mi comentario-. Mi maestro nos está siguiendo y está haciendo que el túnel se derrumbé para que no salgamos vivos ninguno de los dos.

-¿Cómo es posible que a ti no te quiera vivo?- inquirí con desconfianza.

- Me quiere muerto por el simple hecho de que no confía en mí. Es un hombre muy sádico que a la mínima que hagas algo mal te mata. Yo he sido su alumno durante varios años, y como es un gran hijo de su madre intentaba jugármela cada vez que podía para deshacerme de mí. Es un hombre como nunca he conocido a ninguno- explicó Marco-. Y ahora ha visto la buena oportunidad de deshacerme de mí de una vez por todas, haciendo que se derrumbe este túnel, y acabando contigo también para que no puedas contar lo que has visto.

- Vaya-murmuré asombrada.

-Pero ahora nuestra prioridad es salir de aquí. Conociéndole hará cualquier cosa para que no salgamos vivos de aquí.

Antes de que pudiera decir nada más sentí como una ráfaga de aire caliente nos atravesaba. Contemplé como el recorrido que habíamos corrido ahora era comido por llamas embravecidas que arrasaban y quemaban el poco material que había en el pasadizo. Pero no eran llamas normales, eran de un color azulado.

-¡Corre!-me gritó Marco-¡Hay que saltar ya!

Hice lo que me dijo. Pero varias rocas se desprendieron cortándome el paso, era como si cada vez que me moviera una piedra se cayera. Marco llegó y me cogió por la cintura, impulsándome hacia arriba para que pudiera saltar las piedras. Por fin las dejamos atrás y cogimos carrerilla para saltar al vacío. Las llamas estaban cada vez más cerca de nosotros, podía sentir el calor que desprendían. Pero impulsándonos para saltar, en el último momento Marco me empujó me cogió con sus grandes brazos poniéndome cara a cara contra él. Empezamos a caer.

No podía mirar a qué altura estábamos, ya que Marco me tenía agarrada bien entre sus brazos. Sentía su respiración en mi cuello. Separé mi cabeza de su fornido pecho para mirarle a los ojos. Vi que me observaba fijamente y yo aparté mi mirada. Oí como nos íbamos acercando al agua. Ya la sentía salpicando mi piel. Sólo pude mirarle a los ojos intensamente y recorrer con la mirada sus duras facciones antes de oírle decir algo que me sorprendió.

-Te encontraré, Scarlett-dijo dulcemente, y depositó un leve beso en mi cuello antes de sumergirnos en las aguas embravecidas. 

SCARLETTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora