Siempre me enamoraron los inviernos: el olor a leña en las chimeneas, la oscuridad gobernando las calles bajo un manto de estrellas, las aceras somnolientas y la escarcha cubriendo las lunas de los coches que duermen a la intemperie. Ya no son lo mismo los inviernos desde que la infancia quedó atrás, anclada en el pasado, sin embargo aún queda viva una chispa que trae millones de recuerdos a la mente.
Y esas chispas revolotean por mi cabeza mediante los silencios de sosiego, esos segundos que se exprimen sentados en el viejo diván que tantas memorias encierra. Sus colchones, a través de los años, han ido aguardando en secreto mis pensamientos más profundos, mis miedos y mis alegrías en noches frías. Mis ojos, marcados por el paso del tiempo, se sientan fatigados a recordar con la vista clavada a la ventana que refleja la jungla de alquitrán.
De los estantes de mi librería particular elijo un libro prohibido, lo tomo en mis manos y regreso a sentarme en el diván. Recorro con mis dedos la cubierta y pienso en abrirlo, sin embargo me siento incapaz. No quisiera volver a abrir la caja de Pandora, pero la curiosidad hace que lo deje durante un instante a medio abrir. De entre sus páginas se escapa algo extraño…
Leo en la cubierta “Quemaste tus Alas de Ángel” y mis labios dejan escapar un suspiro.
Han transcurrido ya quince años. Cinco mil cuatrocientos setenta y dos días desde que el tren partió para no regresar…
Recuerdo con completa exactitud la localidad que me brindó el calor necesario para escribir aquella novela que cambió el rumbo de mi vida, abriéndome nuevas puertas a la par que otras se cerraban. Vilanova i la Geltrú se quedó con un pedacito de mi corazón…
Cierro los ojos y soy capaz de olfatear el aroma del mar, dejarme llevar por la locura de sal hasta la orilla y humedecerme los labios con el agua que salpica mi rostro. Y me arrastro hasta el espigón, allí donde el minotauro observa el horizonte. No son sólo caricias y besos lo que quedó anclado en aquella piedra…
Y yo, como candado, me quedo encadenado a aquel marchito recuerdo que resurge de sus cenizas, ardiendo y regenerándose una vez tras otra al ritmo de un lento jazz que arropa a los recuerdos sin más.
El recuerdo me desliza hasta el parque de Ribes Roges, allí donde los niños juegan en verano y los gatos se esconden por las noches. Me acerco hasta las vías del tren en miniatura y observo dos pequeños ojos brillantes como estrellas que se ocultan en la oscuridad. El pelo se eriza sin poderlo evitar…
El humo de contrabando envenena la escena, el sabor a whisky resucita en mi paladar quince años después…
Nota: el relato que acabas de leer no es más que una presentación de la nueva novela de Víktor Valles, aún pendiente de editarse.
Que editen tu libro, a día de hoy, es un hito prácticamente imposible, es por ello que agradezco cualquier tipo de promoción (ya sea comentárselo a un amigo, publicar un enlace en tu muro de Facebook, un tweet,...). Así mismo, si ha sido de tu agrado, quisiera invitarte a la página de facebook de la novela "Quemaste Tus Alas de Ángel" con dirección https://www.facebook.com/pages/Quemaste-Tus-Alas-de-Ángel/125107807609785
Muchas gracias !!
Un fuerte abrazo
Víktor Valles
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#Quemaste Tus Alas de Ángel
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