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Hacía mucho calor en Malta. Mejor, porque se pasaba medio rodaje en bolas. Su caracterización de héroe griego al servicio del Olimpo, le dejaba poca ropa donde elegir, todo eran túnicas cortas, en el mejor de los casos, y en el peor, unas falditas mínimas y el torso al aire. Menos mal que estaba en plena forma y que no había tenido que trabajar especialmente la musculatura para la película. Bruce viajaba con él, como siempre, para mantener su plan de entrenamiento, pero poco más, nada de matarse con las pesas o el gimnasio, como estaban haciendo algunos compañeros de reparto, y aquello le dejaba cierto margen de tiempo libre para estudiar y preparar su próximo proyecto, una película de gánsters, ambientada en Las Vegas de los años veinte.

Le apetecía horrores meter el diente a ese proyecto que lo llevaría a pasar un par de semanas, desde quince de mayo, en Nevada, el resto se rodaría en Los Ángeles y pensaba estar en los Estados Unidos hasta mediados de julio, en ese momento volvería a Londres, para descansar un poco allí o en Galway, antes de viajar a Australia. Katniss le había jurado que a primeros de agosto se iría a Sídney con él y el resto sería coser y cantar, a finales de septiembre empezaba a rodar con Steve McQueen en Belfast y a primeros de diciembre en Praga con Christopher Nolan.

Tenía la agenda repleta de proyectos firmados hasta septiembre del 2017. Dos años y medio por delante donde apenas paraba entre una cosa y otra, aunque se había guardado las navidades y algunos días sueltos para no separarse mucho tiempo de Katniss.

Katniss.

Si algo le gustaba de estar casado, era esa seguridad que experimentaba al tener a la mujer que quería al lado. La estabilidad, la paz de saber que tenías un hogar al que volver y a la chica de tus sueños en él. El compañerismo, la complicidad, el apoyo, el amor y el sexo diez con Katniss, que era su alma gemela en todos los aspectos de la vida que le importaban. Ella era su mujer y su amante, pero también era su colega y su mejor apoyo, confiaba ciegamente en su criterio, en sus consejos, en su objetividad, porque nadie lo conocía mejor que ella. Katniss lo era todo, lo representaba absolutamente todo y, sin embargo, últimamente estaba cambiando.

Su padre le había dicho que una mujer tan guapa e independiente como la suya necesitaba atención, no era sano dejarla tanto tiempo sola, y por eso había impuesto más días libres en su agenda y poder rodar principalmente en el Reino Unido, pero poco más podía hacer. Si fuese decisión suya, Katniss viajaría todo el tiempo con él, estarían siempre juntos, pero ella tenía su trabajo y sus intereses y no podía obligarla a nada.

Llevaban un par de años muy duros, al principio todo iba más despacio pero de repente la cosa se complicó, no paraba de recibir ofertas a las que no se podía negar, todo le parecía interesante, a ella también, y al final hacían verdaderos malabares para verse, siempre en aviones y pegados al teléfono. Una dinámica muy difícil para cualquier pareja, incluso para ellos, que estaban de acuerdo en que debía aprovechar su momento.

Vivían en sintonía pero ella parecía diferente. Discutían más, estaba a la defensiva, se enfadaba por cualquier cosa e incluso acababa de anunciarle que pasaba de su agenda y de sus guiones y dejaba todo ese trabajo en manos exclusivamente de Blanche, que para eso le pagaba. Se lo dijo cuándo ocurrió lo de su clienta asesinada en Tottenham, hacía dos semanas, y desde entonces apenas hablaban. Estaba muy ocupada, claro, pero siempre lo había estado y sin embargo, siempre había podido reservarle tiempo libre y atención, ahora no.

Lo habló con Johanna por teléfono y ella le dijo que había cometido la tremenda estupidez de dejar a su hermana sola en el primer momento realmente jodido de su carrera, además de otro rosario de gilipolleces como lo de Rosaline Freeman, sus coqueteos con todo bicho viviente y su ascendente y creciente egoísmo, que hacían insoportable, incluso para Katniss, el tolerarlo.

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