🪶CAPÍTULO 18: Iguales🪶

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Luz corría de un lado a otro en la habitación, ante la cantidad de dulces que había estado comido a escondidas, hasta que Ariel la descubrió, y reprimió su comportamiento, algo que la niña tomo con ligereza, pues su sistema estaba tan alterado, que no le interesaba nada más que jugar.

—Luz te podrías quedarte quita, vas a romper algo —ella le mira, pero no le obedece.

Hasta que de pronto se detiene y contempla con interés una jarra de agua, Ariel la observa con confusión, ante el comportamiento tan extraño de la pequeña.

—Creo que ya descubrí como dejarte quita —murmura, con cierto alivio, uno que desapareció cuando Luz tomo la jarra y la lanza al suelo— Luz —fue hacia ella con intención de reprimir su acto, pero se detuvo al ver que la jarra no había tocado el suelo, sino que se quedaron suspendidos en el aire.

—Mamá me enseñó hacer eso —murmuro la pequeña.

—¿Calix? —niega.

—No, mi verdadera mamá —confiesa, para seguido tomar la jarra y colocarla de nuevo en la mesa—. Es fácil hacerlo si tiene demasiado poder mental —agrega con seriedad. Pero de pronto su rostro se llena de brillo al recordar algo—. Mañana es mi cumpleaños —dice mientras estira sus manos con felicidad, golpeando accidentalmente la jarra, ocasionando que esta se estrelle contra el suelo— ¡Ah! —exclama, para luego mirar con cierto temor a Ariel— creo que estaba destinada a caer —justifica con ingenuidad.

—Ay Luz —murmura el ángel, con una sonrisa a penas visible dibujada en sus labios.

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Jul se encontraba nerviosa, no sabía cómo racionaría José cuando le dijera que estaba embarazada, y más en tiempo de guerra. Alzo la vista al escuchar que la puerta se abría. José se dirigió a ella tranquilamente y deposito un pequeño beso.

—¿Pasa algo? —preguntó al verla tan inquieta.

—Estoy embarazada —ante aquella información, José queda inmóvil.

—¿Quieres decir que hay alguien ahí? —pregunta al reaccionar, señalando su estómago. Ella asiente.

Sin decir nada más, se dio la media vuelta y avanzo a la salida.

—¿A dónde vas? —pregunta inquieta.

Le sonrió.

—A presumirle al maldito de Martin que tendré un hijo antes que él —confiesa feliz.

—Ósea que no te importa que yo esté embarazada en medio de una guerra —pregunta.

—Claro que me importa —regresa a ella— pero será otro motivo para mantenerme con vida —acaricia su rostro—. No te preocupes, estaremos bien —le deposita un beso en la frente, para luego dirigirse a la salida de nuevo—. Ese imbécil se va a morir de envidia —murmura al salir. Jul ríe.

Al cerrarse la puerta detrás él, se deja caer en la cama aliviada.

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—¡No me jodas! —exclamo Martin— ¿Cómo fue posible?

—Ya ves, he ganado la apuesta.

—Pero ¿cuándo?, maldita sea, en serio tienen tiempo para eso con la guerra.

—Tienes que cumplir tu apuesta ahora, págame mi dinero —dice, ignorando el comentario de Martin.

—En estos momentos soy pobre hermano —dice con tono triste.

—No mientas, vacía tus bolsillos —ordeno y este lo hizo, colocando todo en la mesa.

En donde había pelusa, un encendedor, un broche, y unas pequeñas piedras.

—¿Qué hace un broche y piedras en tus bolsillos? —pregunta, confundido.

—Me creerías que estoy igual de sorprendido que tú —murmura, rascándose la cabeza.

—Me debes dinero, paga —exige, extendiendo su mano hacia él.

—Esto no es justo, cuando te conocí pensé que eras gay, fue por eso por lo que hice la apuesta —confiesa.

—¿Cómo llegaste a pensar eso? —pregunta.

—Bueno, no sé, lo parecías —admite.

—Eres un idiota —dijo el moreno.

—Posiblemente —se encogió de hombros de acuerdo.

—Aunque lo hayas admitido, me debes treinta monedas de oro.

—No seas codicioso, la apuesta era de quince modernas —recordó— para qué quieres tanto dinero.

—Tendré un hijo, debo mantenerlo —excuso— aparte del daño que me has causado al confesarme que pensaste que era gay, es por eso por lo que sube a treinta.

—Eres un infeliz utilizando esa escusa —expuso, y José río.

—Tal vez, por ello te recuerdo que mientras más tardes en pagarme, más me deberás.

—¿Por qué? —pregunta, confundido.

—Los intereses —Martin niega.

—Eres un maldito avaricioso —murmura—. Eso es pecado, te vas a ir al infierno.

Mariza se acerca a ellos y niega, al escuchar de lo que hablaban.

—Su vida se basa en apuestas, ¿verdad? —Martin se pone de pie de golpe.

—No.

—Sí —contradice José. Martin le miro con deseos de golpearlo por hacerlo quedar frente a Mariza.

—Realmente ustedes dos un dolor de cabeza —murmuro, para luego marcarse.

—No apostamos de verdad, solo estábamos jugando —justifica, pero Mariza le ignora.

—¿Qué? —pregunta José ante la mirada de Martin.

—Eres un... —se acerca a él para estrangularlo.

—Me debes dinero —repite.

—Otra razón más para acabar contigo —murmuro, por lo que José huyo.

🪶🪶🪶

Axel toma a Marcela del brazo y la saca de la sala.

—¿Qué crees que estás haciendo? —pregunta.

—Me estás lastimando —se intenta liberar.

—Contesta mi pregunta —exige, apretando su brazo con más fuerza.

La chica deja de forcejar, y le mira con enojo.

—¿Qué acaso no es obvio? —pregunta— he hecho lo mismo que tú, traicionar quienes confiaron en mí para sacar a Calix de mi camino.

Axel sonrió con ironía, liberándola.

—Tú no sabes nada, Marcela —murmura.

—Sé que los traicionaste, que es lo importante, y lo que nos hace iguales —señala.

—No, no te confundas, nosotros no somos iguales, yo soy alguien que no tuvo opción, o creyó no tenerla, pero que posee la capacidad de remediar su error, pero tu solo una joven estúpida que se dejó engañar por un ser despiadado que solo la guiara a la muerte. Y sabes que es lo más triste, que ya tienes otra opción, porque te condenaste sola a la perdición —se alejó de ella.

—Ignora a mi hijo —se giró, encontrándose con Olegario en la puerta.

—¿Hijo? —pregunta. El hombre le sonríe.

—Vendrás con nosotros —cambia de tema.

—¿A dónde? —pregunta.

—Pronto lo sabrás —murmura Olegario, haciéndole la señal de que entrara de nuevo a la sala.

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Mi Secreto: Entre Luz y Tinieblas. (Libro III) ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora