Prólogo

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—¿Disculpe?

Las palabras salieron de mi boca como una bala tras apretar el gatillo. Simplemente, escaparon sin ni siquiera ser consciente de ello. Se me hizo un nudo en la garganta que me impidió hablar y mi estómago se convirtió en un manojo de nervios. Los oídos me zumbaban, sólo era capaz de escuchar los latidos desbocados de mi corazón.

—¿E-era así no, Gustabo? —pregunté a mi hermano con miedo al haberme equivocado de momento o de palabras.

—Sí, sí.

—Me gustas, ¿te gusto? —repetí.

Mi mirada estaba plantada en el suelo, en mis manos. Alcé la vista y mis ojos se toparon con los del comisario Volkov. Pude ver cómo Gustabo y él hablaban, pero no era capaz de escuchar con atención lo que decían. ¿Conversaban entre ellos o me hablaban a mí?

—¿Le gusto yo?

—Creo que sí, Volkov.

—Explíquese.

—Horacio, explícate.

Quería decir algo, pero no podía. Las palabras se me atoraron en la garganta, abrí la boca para hablar, pero no salió ni un solo sonido de mis cuerdas vocales.

Tal vez no fue el mejor momento para declararse, ni siquiera del lugar. Estábamos en medio de la recepción de Comisaría, repleto de policías y civiles; sin embargo, fue mi corazón quien soltó aquellas palabras, sin pensarlo ni meditarlo.

El ruso dio media vuelta y me llevó hasta el despacho que se encontraba al lado de la armería.

—Ve, ve.— oí a Gustabo decir a mis espaldas.

Cerré la puerta una vez crucé el umbral.

Nunca en mi vida me había sentido tan nervioso al decirle a alguien lo que sentía por él.

—¿A qué se refiere con que le gusto? — preguntó Volkov.

—A que me gustas y te gusto.— dije. Aunque me di cuenta que afirmé lo último en vez de preguntarlo.

—¿Pero se refiere a físicamente, sentimentalmente...?

Eran ambas. La verdadera pregunta sería: ¿Qué no me gustaba de ti, Volkov?

Me gustaba su cabeza pequeña, sus ojos, su acento ruso, su forma de hablar, su forma de dar órdenes como comisario, sus abrazos, que aunque diga que es una persona seria y fría en el fondo es todo lo contrario, su risa, su manera de pensar, sus "Buen trabajo, Horacio"...

—Pues, un poco de todo. No sé cómo explicarlo, es algo que está dentro de mí.- respondí. Mi mano se encontraba sobre mi corazón, como si quisiera cesar los latidos de este.

Volkov suspiró y se cruzó de brazos.

—A ver Horacio, yo le voy a ser sincero, ¿de acuerdo? Yo, para tener pareja, para relaciones sentimentales, vivido todo lo que he vivido- hizo un pausa -,no estoy capacitado para eso...

Dejé que Volkov siguiera hablando. Estuvo divagando por varios minutos en los que yo, tras intuir en que todo acabaría en un rechazo, desconecté. Bajé la mirada hacia mis pies y abracé mis propios brazos mientras él seguía hablando.

No debí haberme confesado. Gustabo tenía razón, no debí mezclar lo profesional con lo sentimental. ¿Con qué cara iba yo a mirar ahora al comisario después de esto? ¿Cómo iba a tratarme él una vez conocedor de mis sentimientos, me evitará en la Comisaría?

Estaba dolido, no porque me estuviera rechazando, sino porque en un momento de mi existencia realmente creí que sería correspondido. ¿Cómo pude pensar eso? Estaba claro que el comisario nunca sintió y nunca sentiría nada por un alumno, ni siquiera eso, por una persona como lo era yo.

— ... es muy complicado.— terminó diciendo.

No dije nada.

No respondí nada.

No pensé nada.

No levanté la mirada.

Di media vuelta y salí de allí.

Quería dar marcha atrás, volver al instante en el que el corazón y mi boca me traicionaron. Simplemente haberme callado.

Quisiera olvidar todo y empezar de cero.

Porque lo que sucedería al salir por esa puerta era una rampa cuesta abajo y sin frenos.


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Espero que os haya gustado el prólogo de esta historia Volkacio.

Nos leemos en el siguiente capítulo :)

PD: Me niego a creer que Horacio esté muerto, así que escribí un pequeño prólogo a la historia que quiero hacer.

Akiara 




Starting Over / VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora