Capítulo 12

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 Gustabo llevaba unos dos años solo, sin ninguna compañía, tan solo él. A sus siete años de edad ya sabía defenderse aunque evitaba meterse en  líos pues todavía era muy pequeño e indefenso. Aquella noche fue perseguido por los guardas de aquel supermercado en el que había robado algo de comida para poder alimentarse, hasta que, gracias a su pequeño cuerpo, pudo meterse en un caja de la luz que estaba vacía y abandonada, perdiendo de vista a aquellos hombres que parecían gigantes. 

Al ver que todo estaba despejado, salio de su escondite sacando de la bolsa un panecillo que había robado, dándole un buen mordisco. Fue caminando por las calles, buscando su cama para esa noche cuando escucho las voces de los hombres que antes le perseguían. Empezó a correr en busca de un nuevo escondite cuando vio un callejón bastante oscuro y decidió meterse ahí, pasando desapercibido, pues los seguratas ni notaron su presencia, pero detrás suyo, notó como alguien le tocaba la espalda, reaccionando inmediatamente, sacando la navaja que le dejó su padre tiempo atrás, antes de que desapareciese.

-Tr... Tranquilo- dijo un niño con pelo algo largo rubio-.

-Qué quieres- preguntó el de cabello castaño aún apuntando con la navaja al otro chico-.

-Yo estoy jugando al escondite, ¿tú también?- preguntó inocentemente aquel niño de ojos verdes-.

-Emm... si- dijo guardando la navaja-.

-Soy Horacio Pérez, mi mama dice que no debo presentarme con desconocidos pero tú eres un niño como yo- sonrió-.

-Yo... Yo soy Gustabo García, Gustabo con b de bonito- dijo intentando imitar la sonrisa del contrario, algo que le fue imposible, pues llevaba sin sonreír mucho tiempo-.

-¿Tú de quién te escondes? ¿También estas jugando al escondite con nosotros? Yo no te he visto.

-¿Jugar con quién? - se extrañó el de ojos azules- Ah, yo no estoy jugando con vosotros- dijo cuando asomo la cabeza y vio un pequeño parque lleno de niños justo en frente-. Yo me estoy escondiendo de la policía- susurró para darle intriga al asunto-.

-¿Por qué escapas de la policía? ¿Has hecho algo malo?- preguntó curioso el niño rubio-.

-Si y no, he robado comida- dijo enseñando la comida de dentro de su mochila- pero es que sino podría morir de hambre.

-¿Morir?- se apenó Horacio-.

-Si, yo vivo solo en la calle. Mis papás me dejaron en una calle solo y desde ese día duermo en la calle- dijo con la voz algo temblorosa, con ganas de llorar, pues al fin y al cabo era solo un niño que a temprana edad ha debido aprender a defenderse-.

-Pero... Pero eso  no esta bien, tus papás eran malos.

-Si, muy malos- dijo ahora sentándose en el suelo, escondiendo su cara entre sus rodillas-.

-Oye, no llores Gustabo, ahora me tienes a mi- se sentó a su lado y apoyó su mano en el hombro del de ropas rotas-.

-Pero te acabo de conocer, ni siquiera se quién eres, ni cuántos años tienes ni nada- dijo levantando la cabeza apartándose un poco del de ojos verdes-.

-Pues soy Horacio, ya te lo he dicho antes y tengo seis añitos- se acercó a Gustabo-. Y tú eres un buen niño y no debes estar solito por la calle, te puedes venir a casa si quieres, yo te cuidaré- abrazó ahora al de ojos color diamante-.

-...- éste no dijo nada ni correspondió el abrazo, tan solo se quedo inmóvil, no se acordaba ya  de la calidez de un abrazo-.

Tras estar así un minuto aproximadamente, Gustabo correspondió el abrazo aferrándose al cuerpo del desconocido niño el cual le causaba gran ternura y confianza.

-Y yo también te cuidaré a ti, Horacio. Ahora, estaremos juntos siempre y yo te protegeré si alguien te hace algo malo.

-Y yo a ti Gustabo con b de bueno- dijo ahora el rubio separándose del abrazo al escuchar a su madre llamarlo, tomó de la mano al castaño y lo llevó con él-.

La madre de Horacio al principio se extraño al ver a tal niño con su hijo, aquel pequeño que tenía la cara sucia y magullada al igual que sus ropajes. Al ver la emoción de su hijo y la confianza que había cogido con aquel niño en tan poco tiempo aceptó el llevar a Gustabo a su casa.

Llegaron, lo lavaron y curaron los pequeños roces que poseía por todo el cuerpo, le pusieron un atuendo de los de Horacio y le dieron de cenar al de los ojos azules, el cual al ver la cantidad de comida que poseían sonrió satisfecho. Ya listos para descansar, lo dirigieron a la habitación de Horacio, dónde solo había una cama pero ambos cabían perfectamente.

Estaban acostados y Gustabo acarició y disfrutó del tacto de una cama después de dos años sin sentirlo, se acomodó y se colocó en posición fetal, notando como el cansancio lo llenaba poco a poco soltando un pequeño susurro antes de cerrar los ojos y dormir.

-Muchas gracias Horacio.

-De nada, Gustabo- dijo sonriendo a la vez que cerraba los ojos para descansar también de una vez por todas-.

Lo que no sabían ambos niños es que ese seria el inicio de una bonita amistad en la que ambos se protegerían y cuidarían.


Horacio abrió los ojos tras volver de ese bonito recuerdo. No obtuvo respuesta de Gustabo el cual también recordó aquel momento, pero el ''monstruo'' de su interior y el causante de su psicopatía quitó ese recuerdo de la mente de Gustabo rápidamente, dejando a éste enfurecido, algo normal pues se encontraba encerrado, aislado del exterior, dentro de un pequeño cubículo de metal. Por la visera de cristal que hacía que el de ojos azules pudiese ver apenas el exterior,  Gustabo asomó su mano sacando su dedo corazón, el del medio, en señal de que si Horacio no iba a ayudarle a escapar, se marchase de una vez.

El de la cresta comprendió aquel gesto del rubio y se levantó del suelo, sacudiéndose levemente la parte trasera del pantalón, iniciando a andar sin mirar a atrás, alejándose del que algún día fue su compañero de vida.

ᑭՏYᑕᕼO ᘜᑌՏTᗩᗷODonde viven las historias. Descúbrelo ahora