"No, no quiero ser esa mujer, ella se fue a un abismo, y tú no eres aquel que prometió sería mi superhéroe, y qué todo acabó, no queda más, seremos dos extraños, yo te olvidaré... me olvidarás... hasta nunca."
—Pasa —ordena Hyun Joong en un tono dulce y amable, mientras me tiende un par de sandalias y me ayuda a bajarme de mis hermosas y sofisticadas Jimmy Choo, y él hace lo propio poniéndose también unas sandalias más grandes con sus iniciales bordadas sobre la tela afelpada.
—Estás en tu casa, Vannia... —dice—. Puedes hacer lo que te apetezca y ponerte cómoda. Dame unos segundos, tengo que desactivar todas las alarmas —exclama mientras avanza por el salón y entra en un pequeño cuarto.
Yo asiento y comienzo a explorar aquel diáfano y elegante sitio.
A pesar de que estoy acostumbrada al lujo y la opulencia en la que vivía junto a mi ex novio Juanma, aquel lugar dista mucho de cualquier sitio que hubiese conocido.
El piso de Kim Hyun Joong es enorme y muy bonito. El salón es muy amplio y amueblado por un enorme sillón de color blanco en forma rectangular, al frente del cual se destapa una gigantesca pantalla plana sobre lo que parece ser una chimenea electrónica.
El lugar es el penthouse de un exclusivísimo edificio de Seúl en el que, los enormes ventanales que dan a la calle —O mejor dicho a la nada... ¡Aire, sólo aire!—, ofrecen unas vistas excelentes de la ciudad. Una mullida alfombra de color azul petróleo adorna el centro del salón, justo a los pies del elegante sillón.
Doblando a la derecha está un sobre espacioso bar personal, encima del cual hay decenas de licores y cientos de vasos, copas y cachivaches que parecen ser de lo más caro.
Ni una sola fotografía inunda el lugar, y me parece extraño. «¿Acaso Hyun Joong no tiene familia?», me pregunto y decido no liarme. Sólo he venido a follármelo.
Dos cuadros dadaístas y bastante chungos se distinguen en una pared que sirve de separación entre el salón y la cocina. Cocina que es ultramoderna y de un impoluto color blanco con puertas azul petróleo. «Probablemente aquel color le gusta mucho», afirmo en mi interior, y mi arpía decide hacer su aparición; dándome al tarro: «!Que sólo has venido a follártelo, coñooooo!».
Una isleta adereza ese espacio con una encimera a juego con cinco bancos de talle alto del mismo color sobrio que los muebles de la cocina; el refrigerador es inmenso, es como uno de esos frigos que salen en los programas de cocina, y me tienta escandalosamente a coger algún bocadillo ¡Me estoy muriendo de hambre!
Sacudiendo la cabeza me concentro y trato de olvidar a mi jodida consciencia que, una vez más está cantándome las cuarenta: «¡Que no has venido a asaltar su frigo, tonta de las narices, sino a follártelo!», mastica entre dientes y se tira entre mis neuronas para soltar pataletas de frustración.
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ES LA HISTORIA DE UN AMOR...
RomanceTodo sucede en un momento. Todo transcurre en un instante. Cuando conoces al amor de tu vida, ni siquiera el propio tiempo puede hacer que de ti se aparte... Hoy, sentada frente a la sala de espera del aeropuerto internacional de Incheon, en Seúl, e...