Capitulo 31: Con el pasar del tiempo

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Le daba vueltas y vueltas a aquello a lo que todo apuntaba, era un sueño. Pero era real, tan real que no podía dejar de sentirlo y pensarlo. No dejaba de mirarla y ese era el último día en que vería su cuerpo físico e intentaría dejarla ir tal como así ella lo había pedido. No se resignaba a simplemente dejarla ir. No podría ser feliz del todo porque su ciclo con su hermana aún no había sido cerrado.

— No se si eso que recuerdo es un sueño o efectivamente pasó, pero lo único que puedo decirte es que no me resigno. Me pedias que fuera feliz, pero no podría serlo sabiendo que tu vida termino asi.

Marcos entró a la habitación con un nuevo ramo de flores como todas las semanas. Isabella no había visto amor mas fiel y puro que el que sentía Marcos por Meredith.

— No tienes idea de cuánto le pido a Dios porque ella abra los ojos, porque vuelva a mirarme. Lleva un mes así y siento que ha sido una eternidad.

Isabella secó sus lágrimas buscando la mejor forma de cumplir con la petición de Meredith en aquel encuentro. Sonriendo con compasión se acercó a Marcos y suspirando con dolor respondió.

— Se que la amas, de eso no me cabe la menor duda. Pero quizá..., es momento de que comiences a aceptar que quizá ella nunca regrese. No es justo para ti que detengas tu vida.

Marcos se quedó callado y pensativo. Quizá se estaba volviendo loco o era el único que tenía un significado del amor distinto a los demás. Si ella no estaba, no encontraba manera de seguir hacia delante. Isabella lo dejó a solas por un momento con Meredith creyendo que él había aceptado la realidad, ya su amor no regresaría. Con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a Meredith y agarrando una de sus manos sonrió dolorido.

— Quizá Isabella tenga razón. Quizá ya no estás ahí y no volverás. Te rendiste sin entender del todo que mi vida iba ligada a la tuya nena. Si te fuiste, iré yo tras de ti. Nunca pensé amar tanto a alguien como te amo a ti, y vivir sería como estar muerto en vida. Te desconectaran y yo estaré a tu lado pronto.

Desde aquel lugar lleno de paz donde ella comenzaba a acostumbrarse a estar, había escuchado todo lo que marcos le decía. Se sintió por un momento egoísta, ella se sentía bien pero el hombre que amaba estaba agonizando en dolor. No se perdonaría que Marcos se terminara quitando la vida para estar con ella, por primera vez había comprendido que tampoco sería feliz del todo lejos de él. Era una decisión difícil pero que tenía que tomar y rápido. Marcos beso por última vez la mano de Meredith y con lágrimas en los ojos había aceptado que su amor, su razón de ser se había ido para no regresar. Pensó que lo estaba soñando, que su mente le estaba jugando una mala broma pero sus ojos lo vieron claramente, Meredith había sacrificado su propia paz para verlo a él feliz, sus ojos se habían abierto y solo miraba a la nada. El corazón de Marcos quería salirse de su pecho corrió a buscar a los doctores e Isabella volvió a entrar a la habitación. Verla con los ojos abiertos le había reconfortado el alma. Isabella se acerco a ella y sin poder contener sus lágrimas sonrió conmovida.

— Has vuelto

No podía hablar, volvía a sentirse presa de su propio cuerpo, el dolor había vuelto a invadir su alma y en aquel momento ni siquiera podía pronunciar una sola sílaba. Sólo pudo mirar a Isabella y darse cuenta que ya no había odio alguno que pudiese lastimarlas a ambas. Pero lo que todos temían se habia vuelto realidad, no podía hablar, no sentía sus piernas y apenas reconocía los rostros de las personas. Reconocía a Isabella y verla allí a su lado le había llenado de emoción y conmoción su corazón.

— No te dejare sola. Te cuidare, y haré lo que sea porque al menos vuelvas a caminar y ser la misma de antes.

Meredith la miraba con melancolía y solo pudo derramar una lágrima. Nada de lo que isabella estaba prometiendo lo creía posible. Había vuelto solo por no ver como Marcos terminaba con su vida por su culpa, pero desde el momento en que abrió los ojos, había comenzado a sufrir nuevamente. Los médicos sacaron a Isabella de la habitación y afuera estaba Alejandro con el rostro serio y algo mosqueado. Ella se acercó a él y comentó esperanzada.

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