12: Contra la pared.

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Después de quince minutos, vuelvo a la oficina pensando si es real que esa mujer me ha ignorado como cualquier cosa

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Después de quince minutos, vuelvo a la oficina pensando si es real que esa mujer me ha ignorado como cualquier cosa. Es decir, ¿Lo hizo? No, claro que no, imposible.

Ella es una británica descarada.

Desde el primer día que nos vimos, su mirada me recorrió como si fuera algún objeto en un museo. Y bueno, para mí eso es descaro y no dudé ni un poco en molestarla porque eso es lo que debo hacer. Molestarla.

Al llegar a la oficina, coloco la mano en el pomo de la puerta y entro.

Que muñeca tan inusual es lo que ven mi ojos, joder.

La veo concentrada en los papeles de la enorme pila de carpetas que hay en su escritorio, y puedo darme cuenta que todo se encuentra desordenado por el trabajo que está realizando.

Odio el desorden.

Ni siquiera levanta la mirada cuando hago acto de presencia y eso de alguna manera me saca del quicio. Debido a eso, cierro la puerta con fuerza para hacerme notar, y hago eso, porque siempre evita mirarme.

Y bueno... no lo hace, ella no me mira ni se inmuta ante mi presencia. Eso es suficiente para morir de ganas por agarrarla y hacer que me mire a los ojos. Sin embargo, esas son mis ganas, ya que en la cruda realidad, eso no pasa. Un mal sabor en la boca se apodera de mí y me pone de mal humor sentirme ignorado cuando todos estos días he logrado hacerla sonrojar aunque intenta mantener una actitud imperturbable.

Me jode, en serio que lo hace.

Camino con pasos duros hasta mi silla, me siento algo descolocado y nuevamente empiezo a hacer mi trabajo.

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El tiempo pasa con rapidez por estar concentrado en mi trabajo y me percato que es la hora de salida. Con cuidado, guardo todo el documento de investigación que debo conocer al pie de la letra y coloco la debida contraseña. Miro la hora en mi reloj y son las siete y media, lo que quiere decir que pasó media hora desde la salida. Aflojo mi corbata porque la sensación de presión me abruma debido a la falta de costumbre. Me paro, cojo mi saco del perchero, me lo pongo y empiezo a caminar hasta la salida, no sin antes girarme y observar que Aleksandra sigue concentrada en los papeles y tecleando con rapidez en su laptop. La pila de papeles se ha reducido hasta la mitad, pero sigue siendo mucho para que pueda acabar hasta la medianoche. De la nada, mis dedos comienzan a picar por querer sentirla y algo nuevo se cierne sobre mí.

¿Debería ayudarla?

¡Y un cuerno!

No, no debo involucrarme en sus cosas, es su trabajo y para eso estudió, ¿no?

Aun así, siento algo extraño al ver sus ojos descubiertos de aquellos lentes oscuros con los que vino hoy. Al fin están libres de tapujos y es algo que aprovecho en apreciar. Sigo mirando su rostro, detallando ese perfil precioso y esas facciones delicadas. Me quedo contemplándola por un rato más hasta que me fijo en un detalle pequeño pero que me extraña de una manera diferente a lo que he sentido alguna vez... Una raya morada se encuentra en su mejilla, y la única respuesta a eso es que se trata nada más y nada menos que de un moretón.

MI AMADA CONDENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora