𝕿𝖗𝖊𝖘

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— ¡Despierta bella paloma, ya es de día!

Genny realmente no sabe eso, ni yo tampoco, en este lugar todo parece ser lo mismo siempre. Ella se mantiene en mi cama, sentada, mientras yo me doy un baño rápido, mantengo mi vista en dirección al techo para darles aunque sea algo similar a la privacidad a las demás chicas, las paredes de los costados (que al principio estaban hechas de piedra) ahora son de vidrio también, hechas de algún material muy resistente, imposibles de romper.

Genny me tiende el nuevo conjunto limpio sobre mi cama mientras la nana entra en mi habitación con una jeringa en la mano. Es una señora de unos cincuenta años tal vez, lleva un largo vestido color crema y su cabello platinado esta hecho una trenza muy larga hasta la cintura.

— Te recomiendo que no te muevas— susurra Genny—, no tiene muy buena puntería que digamos.

La anciana amarra una liga en mi brazo y entierra la aguja, se siente apenas un leve piquete, el tubo se va rellenando con mi sangre hasta que esta completamente lleno, es ahi cuando ella retira la jeringa y me da un pedacito de algodón para ponerlo en el hueco del brazo. ¿Para qué la querrá?

A diferencia de mi, las demás se resisten, golpean a la pobre viejita o salen corriendo a los pasillos, ella no se inmuta, se mantiene quieta en su lugar y su rostro se tiñe de color rojo por el coraje.

Este es mi segundo día en la jaula, el cuerpo de la rubia desapareció pero no se a que hora se lo llevaron, cuando decidí dar un paseo a solas por los pasillos, su sangre también estaba limpiada, no había rastro alguno de ella.

A unos tres cuartos del mío, la anciana entra en la habitación de la que parece ser la más joven de nosotras, se ve que está sumamente nerviosa. Al entrar en su habitación no hago mas que sentarme a su lado y tomar su pequeña mano, las venas del brazo no se le ven bien pero aun así, la nana entierra la aguja en su brazo, al retirarla un rocío de sangre mana del pequeño agujero, la señora se apresura a tomar una torunda de algodón y la pone en el hueco de su brazo para detener el sangrado.

— Lo siento.

Pareciera que la niña se va a desmayar en cualquier segundo pero lucha por mantenerse sentada. Cuando la anciana tiene las muestras de la mayoría de nosotras, sale de las habitaciones y desaparece por los pasillos.

— Gracias...— me dice— necesitaba tomar la mano de alguien. Soy Rose.

— Me llamo Laris... ella es Genny.

Si no hubiera aprendido inglés desde pequeña, no habría podido comunicarme con nadie aquí. Genny se sienta en el otro extremo de la cama y se mantiene callada, mientras que yo le hago preguntas a la chica; aunque se ve mas joven que yo, tiene mi edad, no me da datos de donde proviene pues Genny la interrumpe, al parecer está prohibido, o algo parecido.

Cuando todas están mas tranquilas suena una campana desde el comedor, Genny nos guía a todas directo hasta allá en un sin fin de pasillos. Las demás miran con terror las paredes, como si en cualquier momento se fueran a caer encima de ellas o como si alguien fuera a atravesarlas.

La nana sirve la comida sin ayuda de nadie, en completo silencio, se desliza por las sillas y objetos con sutileza y rapidez, de seguro lleva años de practica. El asiento que está a la cabeza de la mesa permanece vacío, desde que comenzamos hasta que terminamos, a mi lado esta Genny y enfrente esta Rose.

— Yo... no comer... carne— dice una pelinegra haciéndole señas a la nana.

Ella retira su plato y se lo cambia en segundos por otro, la pelinegra solo le sonríe sin más. Ahora que analizo mejor todos los rostros, parece ser que cada una de nosotras viene de un lugar diferente y por supuesto, no todas hablan inglés ni español.

Prisionera de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora