EL ACUARIO

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Cuando llegamos frente a la fuente de Neptuno, Raúl estaba allí esperándonos. Normalmente su actitud era bastante arrogante pero aquella vez, aquella noche, Raúl sólo parecía un animalillo asustado.

-Joder. ¿Por qué habéis tardado tanto? -preguntó el vampiro en cuanto nos acercamos a él.

-Hemos venido lo más rápido que hemos podido -respondió César. -Y ahora dinos qué es exactamente lo que ha pasado.

-En esa zona no hay ningún sitio donde esconderse, por lo que la única forma de investigar que teníamos era movernos a gran velocidad por toda la sala. Nos movemos tan rápido que es imposible que nos vean. Cada vez que he estado allí, siempre he hecho lo mismo: corro hacia las cámaras, las bloqueo y después sigo corriendo sin parar mientras vigilo a todos los que llegan. Pero hoy todo salió mal. Había un brujo nuevo, uno que no había visto hasta hoy. No sé si es que bajamos el ritmo pero ese brujo sintió nuestra presencia y nos descubrió. Intentamos huir pero era demasiado poderoso. Incluso moviéndonos a máxima velocidad fue capaz de detectar a Philippe e inmovilizarlo. Intenté ayudarle pero casi corro su misma suerte. Philippe y yo acordamos que si algo así pasaba, el que pudiera debería salir corriendo de allí sin mirar atrás y no volver a ayudar al otro. Yo... -dijo agachando la mirada, -salí de allí como me dijo pero no puedo dejarle con esa gente. Pensé en llamar al resto del clan pero llamaríamos demasiado la atención, así que creí que vosotros seríais mi mejor opción.

-Lo rescataremos -aseguré poniendo mi mano sobre su brazo. -Seguro que conseguimos sacarlo de allí sano y salvo. Los vampiros no pueden morir tan fácilmente, ¿no?

-Sólo con una estaca de madera en el corazón o cortándonos la cabeza. Claro que eso mataría a cualquiera. De todas formas, que no podamos morir con facilidad no significa que no puedan torturarnos.

-¿Cómo? Creía que erais muy resistentes.

-Y lo somos pero un brujo puede hacernos daño de muchas formas. Y el dolor... lo sentimos como cualquier otra persona.

-Hace muchos años -comenzó a decir César, -los brujos torturaban a los vampiros haciendo añicos sus huesos una y otra vez. Los vampiros se curan en pocos segundos así que volvían a reducirlos a polvo cada vez que se recuperaban. A veces los tenían así durante días, hasta que la falta de sangre y el continuo dolor los dejaban en un estado catatónico.

-No nos mataban -intervino Raúl, -pero creo que en esa situación, la muerte es mucho mejor. Verás, Carol, cuando llegas a ese estado de debilidad, tu cuerpo ya no responde, no es capaz de curarse como lo hace normalmente, no puedes moverte, no puedes hablar, no puedes pensar... Lo peor de todo es que por mucho tiempo que pase tampoco morirás. Cuando llegas al límite sólo hay dos opciones, y ninguna depende de uno mismo: o te matan y por fin descansas para siempre, o alguien se apiada de ti y te alimenta con sangre hasta que te recuperes. En cualquiera de los dos casos, estás en manos de los demás.

-Eso... es horrible -murmuré.

-Vaya. Creo que me alegro de ser un fantasma -dijo Rober a mi lado.

Hasta ese momento pensaba en los vampiros como seres prácticamente indestructibles pero por lo que acababa de decir Raúl, la situación no era tan fácil como me imaginaba.

-No adelantemos acontecimientos -dijo César. -Aún no sabemos el estado de Philippe. Lo mejor es que vayamos cuanto antes.

-Estoy de acuerdo -comentó Raúl cuando empezamos a caminar hacia el Congreso. -Pero... habrá que desintegrarse para entrar en el edificio. La puerta está ahora cerrada.

-¡Mierda! -exclamó César. -Está bien. Entonces te pasaré a ti primero -dijo señalando a Raúl, -y luego volveré a salir y pasaré contigo.

-Vale -acepté.

La nigromante (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora