›Otra vez‹

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Después de todo, soñar era su única escapatoria, ¿dónde quedaba el mundo sin sueños ni ilusión? En este mundo caótico donde nuestros corazones se resquebrajan a diario y la gente daña a otras personas sin pensar. Puede que la ley del más fuerte siga afectan en pleno siglo XXI pero había algo que él sabía y era que soñar es gratis pero había veces que los sueños matan, y a él concretamente, le destruían.

—Otra vez.— suplicó mirando a los ojos de Nicholas.

—Ni-ki no voy a alzarte más hoy, mírate al espejo.— le tomó por los hombros y le enfrentó con la pared de espejos. —Necesitas descansar, te caes a pedazos.

El reflejo era un chico frágil con vendas en diferentes partes del cuerpo pero ocultas por la ropa, grandes ojeras debajo de sus pequeños ojos que habían perdido todo brillo, heridas en los labios y un pobre equilibrio que hacía que mantenerse de pie fuera complicado. Riki se negó a detenerse, seguiría practicando durante el tiempo que fuera necesario; incluso si eso significaba tener que intentar la voltereta cien veces al día.

Jimin, Ta-ki y Sungchul estaban en los bancos sentados hablando y jugando mientras que el único chico vietnamita en el programa observaba el entrenamiento exhaustivo que tenían sus compañeros de equipo, veía determinación en la mirada apagada del más joven y una gran preocupación en los ojos del taiwanés; solo una cosa ponía así a Nicholas, sabía que algo iba mal.

—¡Otra vez más!— gritó el pequeño japonés, cerrando los ojos por el sonido estridente que había salido de sus labios.

Los mayores del Ground se acercaron a ver qué pasaba, Ni-ki había soltado un grito ahogado y agonizante, el tono de su voz era de súplica y parecía que se le iba la vida allí mismo. Poco a poco lo otros diez Grounders acabaron mirándolo pero Nicholas disolvió la pequeña muchedumbre rápido y miró de forma suave al chico con cara de sapito pero este le dijo algo "Solo una vez más" pero ni el puchero ni los ojos de cachorrito hicieron que el mayor de ablandara.

—¡Eres insufrible!— le atacó.—No te cuesta nada hacer esto, apenas peso y puedes elevarme fácilmente. ¡Yo soy el que se arriesga!

—Es justamente por eso que no te voy a ayudar, no tienes fuerza y no voy a dejar que te hagas daño.— aseguró colocando una mano en su hombro. —Tómate un descanso, por favor.

—Sunoo.— llamó al coreano que estaba mirando en los casilleros, buscando algo sin éxito. —Sunoo ven, por favor.

El pequeño chico que olfateaba todo como un zorrito se acercó a Ni-ki con intriga y escuchó atentamente lo que este le quería decir, parecían indicaciones básicas, algo que podía hacer Nicholas pero al ver al mayor irse enfadado por la insistencia del menor se lo replanteó. ¿Ni-ki estaba bien? Miró al japonés y le sonrió amargamente, sus ojeras eran más notorias y se le escuchaba respirando con dificultad, la mano de Sunoo se acercó a la cabeza del menor y acarició su pelo suavemente negando con la cabeza. Se puso de puntillas y le dio un beso en la frente retirando el pelo de esta.

—No puedo hacer esto por ti hoy.— le dijo sonriendo con los ojos. —No puedes ni estar de pie.

Ni-ki quiso replicar pero Sunoo había soltado su mano y le había dejado solo allí, mirando al espejo y odiandose a si mismo una vez más. ¿Por qué era tan débil? Recorrió su figura con la mirada pero en el reflejo de la sala vio unos ojos sobre él y le señaló, "tú, ven aquí". Al otro lado de la habitación unos ojos nerviosos se escondían detrás de su flequillo pero cedió y se acercó, se colocó delante de la colchoneta en cuclillas y con las manos entrelazadas sobre su muslo asintió. Unas palabras salieron de sus labios y hizo que el japonés temblara: —Mumu ánimo.

El menor de los dos le miró apartando el flequillo de sus ojos, apoyó una mano en su hombro e intentó una vez más hacer aquél movimiento pero sus fuerzas fallaron de tal forma que si no llega a ser porque Ta-ki sostuvo su mano antes de que empezara girar podría haber llegado a caer de cara en el suelo y tener una lesión mayor que solo dolor en la espalda y muñeca.

Cuando Ni-ki volvió al suelo después de que su compañero le agarrara al vuelo se podía ver el miedo en sus ojos, tenía sudores fríos y estaba nervioso. Había estado demasiado cerca de caer, si no llega ser por él.

—¿Estás bien?— preguntó Ta-ki en japonés antes de empezar a examinar de forma superficial el cuerpo de su paisano, le cogió de las manos y le miró a los ojos. —Por Dios Ni-ki, ni se te ocurra intentarlo de nuevo.— sonó como una orden pero en su interior estaba suplicándole.

De repente los ojos del menor empezaron a derramar lágrimas saladas y abrazó a Ta-ki con todo su cuerpo temblando.

—No me dejes caer por favor.— susurró entre sollozos. —Tenía tanto miedo, vi mi vida pasar ante mis ojos...

El pequeño sapito ocultó la cara en el cuello del mayor, con cuidado de no mojar su pelo con las lágrimas, y por primera vez en semanas sintió que estaba en casa de nuevo. Ninguno de los dos chicos cayó en el hecho de que ya no estaban juntos, solo habían vivido un momento peligroso juntos y sus mentes estaban en blanco, se hablaron en japonés inconscientemente, el tiempo se detuvo y encontraron refugio en los brazos del otro, pero no por mucho tiempo.

Nunca dejaría de intentarlo, incluso si Ta-ki estaba enmedio nunca dejaría de luchar por sus sueños y nadie le pararía.

La promesa fue el cielo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora